soledad

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Estoy sentada en la silla de un salón enorme que consta de cuatro paredes blancas y un piso color miel casi dorado, con un techo impecable color beish con una hermosa lámpara en el centro, a mi alrededor hay cientos de sillas, cada una con una persona incluso dos, parados hay unos cuantos más.

estoy sentada en la silla de un salón enorme, miro al frente y veo a mi familia sonreír y conversar entre ellos con tanta diversión y naturalidad que logra conmoverme, miro a mi derecha y está mi novio con sus amigos y familiares parece un ambiente bastante cálido y amistoso incluso algo particularmente técnico, a mi otro lado está mi mejor amiga perdida en sus problemas, no deja de hablar, su madre la mira algo confundida pero sin dejar de escucharla, detrás de mí hay miradas que se clavan y voces murmurantes, son molestas y atrevidas, miro de reojo hacia atrás y ahí está el resto, una multitud de personas hablando, ¿de mí?, ¿de ellos?, ¿Del resto?, no lo sé...

decido perderme en mis pensamientos, miro a la nada, me escapo de todas esas voces sintiéndome sola, sintiendo que no pertenezco ahí, no hay más a donde mirar, más que el techo que de por sí ya es vacío, si no fuera por aquella lámpara que lo ilumina... me pierdo por unos segundos en la luz que desprende, y lo hermosa que se ve desde acá abajo, de repente una voz invade mis pensamientos, los asecha atrevidamente con un toque leve en mi hombro, y sin poder evitarlo me sobresalto con un -¿qué paso?- repentino que sale de su boca con algo de confusión, agacho mi cabeza sintiéndome decepcionada y suspiro dándome cuenta de que me he alejado de nuevo, y me disculpo, pero ya es tarde... aquella voz se aleja suave y silenciosamente con un destello trágico en sus ojos

a mi lado se ha sentado soledad para hacerme compañía, me mira sonriente como si apreciara su más brillante creación, me cubre con su brazo derecho y dejo caer mi cabeza sobre su hombro, con su otra mano acaricia mi cabello y no deja de sonreír sínicamente mientras me aleja del resto y me lleva con ella lentamente tanto que casi no puedo darme cuenta, miro al resto alejarse, miro sus gestos y muecas, se ven confundidos pero no he logrado llamar del todo su atención, y entonces un despiste de alegría logra sacarlos de mi trance y me dejan ir tanto que ya no se dan cuenta de que he partido, tanto que ya no les hago falta, y dejo de escucharlos y dejan de escucharme pero soledad me mira y lleva mi mirada hacia la suya y con un gesto conmovedor de generosidad me dice -esto es lo que tú has buscado, aquí me tienes, ahora disfrútame porque será lo único que tendrás- la miro por unos segundos y al volver de nuevo hacia al frente logro ver que ya no hay nada ni nadie, a mis lados tampoco y aun que las voces murmurantes detrás de mí persisten, el resto es vacío.

Estoy sentada en una silla de un enorme salón perdida en el juego traicionero de la soledad, rodeada por su aroma, agobiada por su compañía, cegada por el miedo pero eso quería y eso obtuve con mi amada e inolvidable soledad.

Relatos de un corazón frágilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora