Casa de la familia Walker, domingo a las 03:14 a.m.
La madrugada estaba tan fría como de costumbre y apenas se podían notar un par de estrellas en el cielo. Detrás de los arbustos, había una pequeña silueta de un chico de rodillas: Brendon. Su vestimenta era completamente negra, incluyendo unas enormes gafas de sol. Nadie había entendido por qué decidió usarlas ya que era de noche, pero decidieron que era mejor no preguntarle ya que suele enojarse. El escondite de Jon era un gran árbol, pero que de todas formas no servía para nada ya que era invierno y el árbol había perdido todas sus hojas. Pero de todas formas no había nadie en las calles de su vecindario que pudiera verlo en escondido allí ya que todos dormían. El único sonido que podía escucharse era el viento que cada vez que soplaba lograba que sintieras que tu sangre se congelaba.
Después de un par de horas de discusiones, otro par de horas sin hablarse y otra hora arreglándose, llegaron al acuerdo de que se irían esa misma noche. Cada uno fue rápidamente a su casa, buscó todo lo necesario para irse por dos días o más, intentaron no ser descubiertos por ningún familiar y cuando lo lograron volvieron corriendo a la casa de Spencer. Juntaron todos los ahorros que tenían, armaron sus maletas, empacaron comida y lo único que les faltaba era la furgoneta del hermano de Jon que debían "tomar prestada".
Observaba la ventana de su hermano a través de binoculares y tenía un walkie talkie en su mano izquierda. Notó que las luces de la habitación estaban apagadas, así que supuso que estaba dormido. Dio un vistazo a su izquierda y luego a su derecha, comprobando que no estaba siendo observado por nadie. Cuando se sintió listo para ir, volteó a ver a Brendon que se encontraba jugando con su beanie negro mientras temblaba un poco por el frío.
―Brendon, ya es hora. Espérame aquí. No te muevas, por favor―Susurró mientras veía la hora en el reloj que se encontraba en su muñeca. Brendon asintió mientras Jon le entregaba sus binoculares y luego de eso siguió su camino.
Entró por la puerta principal a su casa, sin hacer ningún sonido que pudiera delatarlo y lo más sigilosamente posible subió las escaleras. En la puerta de la habitación de su hermano se leía un cartel que tenía escrito "no pasar" en letras rojas, sin prestarle atención a aquello, Jon abrió la puerta blanca y encontró a su hermano profundamente dormido. Los ronquidos que salían de su garganta le provocaban reírse, pero intentó con todas sus fuerzas no hacerlo. La llave de su furgoneta estaba en una pequeña cajita negra junto a la cama, Jon lo sabía porque la había descubierto en una de las veces en las que estuvo desordenando el lugar cuando su hermano se encontraba en la universidad. Tomó la llave y suspiró aliviado, lo había conseguido. La guardó en su bolsillo y en el momento en el que estaba por abrir la puerta, una voz se escuchó.
―Jon, tengo frío, por favor apúrate. Cambio y fuera.
Brendon podía ser más que idiota a veces. Jon lo maldijo internamente y lanzó el walkie talkie por la ventana. Cuando giró para por fin irse, notó que su hermano estaba despierto y lo veía extremadamente confundido. Su ritmo cardíaco aumentó rápidamente y al no saber qué hacer, sólo le quedaba hacer una cosa: actuar.
―Oh, hola Robert. Bienvenido a tu sueño. Llegaste justo a tiempo para que nos despidamos. Iré a Londres para ser una estrella de rock y me llevaré tu furgoneta. Luego te lo pagaré de alguna manera, lo juro. Pero no olvidemos que esto es tu sueño, así que ponte cómodo y sigue soñando con alguien más. Mi tiempo se acabó, Jon se retira ― Improvisó y se sintió ligeramente orgulloso de su acto, su madre solía ser una actriz y cuando era pequeño lo obligaron a ir a clases de actuación. Algo de eso quedó en él, podía actuar bastante bien sí se lo proponía.
Caminó hasta la salida de la habitación y antes de salir comprobó si su hermano había vuelto a dormirse, al ver que todo estaba bajo control caminó por las pasillos de su casa en punta de pies. Logró con éxito salir de su casa sin ser atrapado.
Al salir por la puerta pudo ver a Brendon temblando por el frío que estaba sintiendo, iba a insultarlo por lo estúpido que es y los nervios que le hizo pasar pero estaba demasiado feliz por haber conseguido lo que quería así que sólo le hizo una seña para que lo siguiera. La furgoneta de un color verde pastel se encontraba estacionada frente a la casa ya que su hermano la había usado un par de horas antes, sólo debía encenderla y ya podrían irse. Abrió las puertas, rápidamente ambos subieron y luego de unos suspiros de alivio junto a un par de carcajadas, se dirigieron a la casa de Spencer en busca de los demás.
• • •
Mientras tanto, Ryan ayudaba a su amigo a empacar las últimas cosas necesarias. Habían conversado mucho durante el poco tiempo en el que estuvieron solos. Sobre la banda, qué harían si lograban un contrato, el futuro y todo de lo que no habían podido hablar en un tiempo. Se sintieron bien al poder pasar ese momento, era como si todo hubiese vuelto a lo que siempre fue por una media hora.
―Ry, necesito decirte algo...― Dijo en un tono serio.
La conversación fue interrumpida cuando escucharon un vehículo estacionarse. Spencer corrió la cortina azul para ver a los dos chicos haciéndoles señas para que se apresuren desde las ventanillas de la furgoneta Volkswagen. No podían creer que lo hayan logrado en tan poco tiempo, ambos pensaban que sería imposible que la robaran y que no podrían ir a Londres.
Rápidamente tomaron sus maletas, Ryan tomó su amada guitarra acústica y en la oscuridad salieron por la puerta principal. Ambos se bajaron de la furgoneta para ayudarlos a cargar las cosas en el vehículo y en un par de segundos ya estaban en sus asientos, riendo a carcajadas por los nervios que pasaron. Por poco no lo lograban.
Jon y Spencer voltearon a ver a sus compañeros de banda que se encontraban en el asiento trasero y con una gran sonrisa llena de ilusiones, dijeron una última oración antes de dejar Blackburn, quizás para siempre.
―Próxima parada: Londres.
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seventies ; ryden
FanfictionRyan Ross pasa sus días sentado en un banco detrás del mostrador de una polvorienta librería mientras sueña con estar en una gran banda. Hasta que un chico pelinegro se asomó por la puerta, dándole un giro de 360 grados a su vida, y a su sueño.