Viernes.
Los viernes eran el día más sagrado de la semana para Ryan. Eran como una ducha fría después de un caluroso y pesado día de verano, como una respiración profunda luego de una semana de asfixia. El quinto día traía la calma y paz que él necesitaba, además de que tiene ese característico ambiente de relajación. Era el perfecto balance entre la ajetreada semana y el caótico descanso de los fines de semana. En fin, amaba los viernes.
Los últimos momentos de invierno ya se habían alejado, pero su despedida trajo consigo semanas de lluvia. El sol ni siquiera había considerado en asomarse entre las nubes grisáceas. Era un poco triste el ver como el gris tomaba el color de la ciudad, opacándolo y dándole su toque melancólico.
La banda cada día se convertía más y más en realidad. Actualmente, estaban negociando su álbum debut con miles de productores. El pasado mes había sido un desastre y más de uno de ellos rompía en llanto todas las madrugadas. El miércoles habían tenido su última reunión con los productores de EMI. Ninguno se atrevía a invertir en ellos.
Cada mañana consistía en dos largas horas de discusión. Ryan, Brendon, Spencer y Jon sentados en un pequeño sillón donde apenas cabían, Patrick de pie junto al nuevo abogado de la banda y frente a ellos un intimidante hombre de barba sentado en su escritorio. Luego de escuchar al productor cuestionar sus capacidades durante un largo tiempo, salían de la oficina furiosos y más desperanzados que nunca.
Ningún productor era justo. Algunos querían impedirles participar del proceso creativo y crear un álbum totalmente compuesto por canciones recicladas que rechazaron bandas más importantes, otros denigraban sus capacidades musicales sólo por ser adolescentes, y el resto simplemente les cerró la puerta en la cara.
Patrick siempre repetía el gran riesgo que estaba tomando al asumir el cargo del manager de la banda. Su trabajo actual como asistente ya era bastante pesado como para ocupar el poco tiempo que le sobraba manejando a cuatro adolescentes. Además, nunca había sido manager. Pero él sabía que tenía un gran talento frente a sus ojos y realmente no quería dejarlos ir, aunque su trabajo estuviera en peligro.
Lo más estresante de la situación era el hecho de que sabían que era la única oportunidad que tenían. Sí el álbum fracasaba, la burbuja explotaba y no habría más opción que volver a Blackburn, con sueños de toda una vida hechos pedazos. Tendrían que ir a la Universidad, estudiar una carrera, construir una familia y vivir en la monotonía, preguntándose día a día qué habría pasado si el mundo les hubiese entregado mínimamente unos quince minutos de fama. Si sus sueños no les hubiesen dado la espalda.
Brendon había acompañado a Ryan en cada una de sus crisis y lo había inspirado a transformar todo ese miedo e inseguridades en composiciones. En las mejores que su cabeza pudo formular, y se encontró sorprendiéndose de sus propias habilidades. Lo hizo sentirse seguro y confiado.
Abrirse a Brendon fue lo mejor que hizo en un tiempo.
A pesar de que todavía su relación con Spencer no había mejorado del todo, lo que era culpa de ambos ya que decidieron dejar sus problemas de lados antes de solucionarlos, se encontraban en una sintonía creativa. Tenían buenas ideas que lograban complementarse, lo que no era difícil de lograr ya que se conocen de toda la vida y sus gustos son similares.
Milagrosamente, todos los miembros estaban de acuerdo con el rumbo creativo y artístico que estaba tomando la banda.
A excepción de, bueno, todos los empleados de la compañía discográfica. Y sí no conseguían a alguien dispuesto a ayudarlos e invertir en el álbum debut de sus sueños, lamentablemente no iban a llegar a nada.
Sólo podían esperar.
• • •
Habían pasado diez largos minutos desde que había puesto pie en aquella sala de cine. Las brillantes luces que iluminaban el Cine Odeon se reflejaban en las calles húmedas por la previa llovizna, el rojo y el dorado le daban vida al asfalto. Por primera vez en su existencia había notado que las carreteras no eran sólo grises o marrones, sí las vez cuidadosamente, hay millones de tonalidades escondidas entre ellas.
Su visión de la vida había dado un giro inesperado en estas últimas semanas. Brendon siempre veía lo bueno en las personas pero nunca en su alrededor. La monotonía de Blackburn lo desesperanzaba y luego de más de una década viviendo allí cada rincón había perdido su encanto. Cada vez se sentía más lejos de casa, lo que no tenía mucho sentido debido a que en realidad ese era su hogar. Siempre dicen que no debes olvidar de dónde vienes, pero ¿qué pasa cuando ese lugar nunca se sintió tuyo y lo único que quieres hacer es olvidarlo?
Londres era una ciudad caótica, no lo iba a negar, pero era más cercano a su lugar de pertenencia. Era ruidoso, colorido e increíblemente musical. Estaba más vivo que nunca.
Arregló el cuello de su sweater de color café y volvió su vista al reloj en su muñeca. Quince minutos sin señales de Ryan. Su relación definitivamente había mejorado, pero seguía odiando su maldita impuntualidad. Y lo peor: siempre tenía una estupidez bajo la manga para justificar la llegada tarde.
Brendon volteó para encontrarse con un chico que lucía unos años mayor que él. Su cabello era ligeramente largo y llevaba unos lentes de sol, lo que era extraño si considerabas que eran las nueve de la noche y el sol se había escondido hace ya un rato. De todas formas, le pareció interesante.
—Así que, ¿también te plantaron?— Le preguntó el pelilargo mientras colocaba sus lentes en el puente de su nariz, así asomando sus ojos verdosos. Brendon no respondió, sólo logró mostrarle una sonrisa de pura incomodidad.
Eso era lo malo de los londinenses. Eran demasiado confiados y se especializaban en provocar ambientes pesados.
—Oh, ya entiendo. Fui muy directo, lo siento, es la costumbre. Soy Steven— Se presentó amablemente con una sútil sonrisa mientras le estiraba su mano en forma de saludo, esperando un apretón.
—Soy Brendon. Brendon Urie— Respondió al apretón con su característica sonrisa. Siempre le agradaba conocer gente nueva.
—Y yo soy Ryan. Espero no estar interrumpiendo nada entre ustedes. —Dijo abruptamente.
Brendon recordó otra de las cosas que odiaba de Ryan.
Lo inoportuno que era.
hola! siempre olvido que tengo un fanfic que actualizar. y el tiempo pasa mientras yo no soy consciente. al menos, estoy más motivada a escribir estos días y tengo muchas ideas para próximos capítulos, realmente espero poder escribirlos pero no debería prometerles nada :( lo único que quiero decir es que no planeo abandonar esto, de verdad disfruto la historia y tengo todo planeado. voy a intentar organizar mis ideas y encontrar un tiempo en la semana para escribir. gracias por seguir ahí aunque pase meses sin actualizar, de verdad estoy muy agradecida y si sigo con esto es por ustedes. que tengan un buen día y ojalá disfruten el capítulo!♡
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seventies ; ryden
FanfictionRyan Ross pasa sus días sentado en un banco detrás del mostrador de una polvorienta librería mientras sueña con estar en una gran banda. Hasta que un chico pelinegro se asomó por la puerta, dándole un giro de 360 grados a su vida, y a su sueño.