Sweet Brownies

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Otra noche comenzaba, y la joven sabía lo que eso significaba, eso significaba una noche más en compañía de aquel ser de ojos rojos y sonrisa resplandeciente, cosa que era traducida en dolor, placer y más dolor.

Una correa de cuero estaba en la cama, donde la joven se hallaba desnuda, con sangre corriendo de sus nuevas marcas, recién hechas. La correa fue tomada por aquella entidad de ojos rojos y resplandecientes, quien jugó con el por unos segundos.

Luego un silbido junto a un golpe seco y un tintineo rompieron el silencio de aquel oscuro lugar.

Un suspiro de placer salió de los labios de la joven, la correa le había dejado marcada en rojo la hebilla, pero eso simplemente no le importaba a ella, la había salvado de la soledad, y ella tenía que demostrar que estaba dispuesta a todo para agradecerle aquello.

Su mente entonces, decidió vagar, en algún lugar lejano, lejos de todo aquel dolor enfermizamente placentero que le propinaban aquellos violentos golpes, y tardó poco para que su mente volviera de aquel extravagante viaje al que se había sometido por unos segundos; justo a tiempo para sentir nuevamente el cruel impacto de la hebilla contra su herida piel.

Un suspiro ahogado llenó la habitación, es vez de parte de quien perpetraba aquellas violentas agresiones contra la joven, quien aún se regocijaba en el enfermo dolor que recorría toda su piel manchada por todas aquellas cicatrices, al parecer el placer por maltratar a la sumisa chica que se hallaba desnuda y jadeando por más, como el ser masoquista y retorcido que se había vuelto por la presencia de ojos carmín.

Todo terminó un par de horas después.

Y nuevamente, la joven se acurrucaba en su acompañante, que esa noche vestía con ropas más juveniles, más acorde a su época, tenía aún la esperanza de volver a sentir algún tipo de calor, porque aquellas mantas no podían proporcionárselo, y aunque no lo admitiera en voz alta, o conscientemente, normalmente tenía la añoranza de sentir una vez más el calor de un cuerpo, aquel calor que antes la había hecho sentir protegida.

Simplemente le seguía costando olvidar el hecho de que dos personas de su vida habían desaparecido como si el viento las hubiera esfumado, y su mente seguía negándose a recuperarse de aquel trago tan amargo.

Seguía imaginando muchas noches en las que un par de brazos fuertes y protectores la abrazaban como un niño a un muñeco de felpa.

Pero eso ya no iba a pasar, y tenía que estar consciente de ello.

Porque ahora había alguien que también la amaba, y ese alguien se encontraba abrazándola en ese instante, en el que ella buscaba confort y protección en los brazos de aquel extraño ser de orbes escarlata, quien se mantenía ahí, para aquella chica que estaba tan destrozada y lastimada como solo podría estarlo ella misma.

"Un abrumador silencio llenaba aquella habitación, donde, se encontraban solamente instrumentos capaces de arrebatarle la vida a alguien, sin embargo, la única persona que ahí estaba se mostraba indecisa, y no sabía si era el hecho de no saber si quería morir o el hecho de que había frente a ella muchas maneras de hacerlo, sólo podría hacerlo una vez, así que su indecisión era demasiada.

Tomó el cuchillo y lo puso sobre su yugular, presionó levemente, pero esa presión se retiró cuando sintió que el filo estaba a punto de cortarla, tardaría más de lo que quisiera, por lo tanto, terminó tirando el cuchillo entre maldiciones ahogadas en sollozos.

Su mirada se dirigió en ese momento a su siguiente opción, un puñado de aspirinas y una botella de alcohol, echó el puñado a su boca, pero una arcada la hizo devolverlas, para bien o mal, un par de ellas terminaron disolviéndose en su boca, agradeció por haberlas escupido, seguro aquello le habría dolido demasiado. Descartadas por tardar y por darle una muerte dolorosa.

Tormento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora