Alone

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Un llanto amargo brotaba de la joven sumisa, la había abandonado, ya había pasado una semana, y aquel ser de ojos carmín no aparecía por ningún lado, era como si la tierra se la hubiera tragado, como si su presencia hubiera sido llevada por el frío ventarrón que había azotado a aquella ciudad, simplemente ella no encontraba razón para ello, no veía el motivo de la desaparición de aquella compañía de cabellera azul y piel gris azulada, porque ella no había hecho nada malo.

Y le había prometido que nunca la dejaría sola.

Su vida empezaba a perder el poco color que había adquirido, y sólo había pasado una semana, una semana pesada, larga, llena de pesadillas y de desasosiego, una semana sumida en una oscuridad que a cada noche la hacía hundirse más en la mierda que era su vida, una oscuridad que la cubría cada noche como un manto depresivo y frío, haciendo que todas sus ganas de vivir empezaran a esfumarse poco a poco, segundo a segundo.

Y ella sentía que lo merecía.

Se arrepentía de lo que sea que hubiera hecho para hacer desaparecer a su acompañante de sonrisa resplandeciente.

"—Hacía frío— fue la excusa que dio a la de cabellera negra para excusarse por aquel suéter de lana que cubría todas las heridas y cicatrices, por primera vez en más de un año, había ido por cuenta propia a socializar, por primera vez en mes y medio había desinfectado sus cicatrices, y por primera vez en dos meses, había tomado una ducha, y le sorprendió al ver el agua salir en un color marrón negruzco cuando tocó su cuerpo desnudo, causando ardor en cada una de sus cicatrices, le dolía demasiado, y algunas rebeldes lágrimas se le escaparon, lo cual hizo que recordara que no había llorado aquel día, no había derramado ni una lágrima al darse cuenta de que su acompañante había desaparecido con la luz del sol, como siempre, en su lugar, había sonreído, y había sonreído más que en todo aquel año.

—Tranquila, te queda bien— vio directo a los brillantes ojos de la joven anfitriona, quien le dedicó una sonrisa sutil, haciendo que la de ojos verdes correspondiera instantáneamente —Gracias por venir, creí que nadie vendría...— vio el living vacío, era simplemente algo que hacia enojar a la de lentes, quien no entendía como habían podido ignorar a la hermosa joven recién llegada.

—Ellos se lo pierden— se encogió de hombros mientras veía desdeñosamente a la puerta, cosa que, gracias a sus facciones enfermizas, la hizo parecer un perro viejo que esperaba que alguien pasara para ladrarle hasta ahuyentarle.

—Bueno, lo importante es que hay un invitado— aquella motivación era contagiosa, demasiado, porque simplemente no le era difícil el que aquella aura tan positiva le regalase un poco de color a aquel mundo que hasta ese día había visto totalmente gris.

Pasó un buen rato para que más personas llegasen a aquel lugar, que pasó de ser un solitario living a ser el centro de una pequeña reunión donde le daban una vaga bienvenida a la anfitriona. La única persona que en ese momento estaba aislada era la chica de lentes a la que nadie conocía.

No, no es una exageración, básicamente nadie sabía quién era la chica de ojos verdes y suéter de lana amarillo que se encontraba mordisqueando un pastelillo, y fue entonces que la de cabellera azabache cayó en cuenta de que algo malo pasaba, porque mientras todos hablaban ella estaba sola, aislada, como si fuera invisible para los demás.

Preguntó por ella, por quien la conocía, pero ni los que llevaban años viviendo ahí le decían algo sobre ella, cosa de lo más extraña, y no fue hasta que se topó con una mujer que no estaba en edad de salir de su casa, le confirmó el conocer mínimamente de vista a la de lentes, respondiendo con un vago 'la loca del 26'.

No sabía a que se debía el mote de mal gusto que le había puesto a su vecina, pero si le molestó el hecho de que lo dijera con tal naturalidad como le diría su nombre de pila, como si de verdad pensase eso de la joven que mordisqueaba un pastelillo.

Pasaron dos horas para que la pequeña reunión llegase a su fin, y en todo ese tiempo, Lapislázuli notaba como la chica de facciones enfermizas era totalmente aislada, sin entender el porqué, finalmente se quedó con la duda, ya que antes de poder preguntarle a Peridot, esta simplemente se fue, solamente dándole un hasta luego y una pequeña sonrisa, para luego desaparecer entre la oscuridad de aquel departamento tan misterioso para ella."

Buscó en la oscuridad nuevamente, con la vana esperanza de encontrarse con ese par de ojos rojos que relucían como el fuego, con aquellos cabellos azules tan suaves que le provocaban la necesidad de tocarlos, con aquella voz tan embriagante para ella como el vodka ruso. Simplemente quería verle otra vez, quería preguntarle lo que le había hecho enojar, quería arreglar todo, sentía la obsesiva necesidad de abrazarle y rogarle para que no volviera a irse.

Su mirada paseó por todo el lugar por milésima vez esa noche, en busca de su acompañante, en busca de quien había jurado que el amor que le tenía era real, tan real como su ser mismo; finalmente dio con lo que vio como su solución, la soga que estaba aún colgada en su living le murmuró que podía traerle de regreso a aquel ser que tanto añoraba.

Y sólo necesitaba saltar del banquillo con la cuerda como bufanda.

Sus pies tocaron el piso de madera, estaba tibio gracias al departamento que estaba abajo del suyo, pero también estaba pegajoso, lleno de pequeños objetos cortantes y kleenex usados, los cuales se adherían cada vez que los pisaba.

Llegó a donde debía llegar, y las piernas le fallaron, se quedaron trabadas, como si de dos pedazos de madera se tratase. Volvió a hacer un esfuerzo, sus piernas cedieron con dificultad, y apenas cayó en cuenta, ya estaba sobre el banquillo y la cuerda ya abrazaba su cuello, igual que hacia seis meses, con la diferencia de que en ese momento sentía miedo, en ese momento no quería morir, pero en su mente, se figuraba que si lo hacía, aquel ser de ojos rojos volvería a sus noches, a acompañarla a cambio de un pequeño precio, pero eso se mantenía en un tal vez.

Una lágrima resbaló por su mejilla antes de saltar, el banquillo perdió su equilibrio y cayó hacia atrás, arrebatando cualquier posibilidad de arrepentirse a la de ojos esmeralda.

Lo último que logró ver fue a aquella figura que tanto añoraba irrumpir desesperadamente en su living, soltó una sonrisa y dos palabras en un golpe de aire.

—…Si viniste—

Tormento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora