Spider

278 54 38
                                    

—Odio el insomnio— se quejaba en voz alta la rubia mientras limpiaba su baño, tenía la esperanza de que la mezcla de agua, lejía, jabón y desinfectante la dejasen en K.O., o tal vez que el cansancio hiciera algún efecto sobre ella, pero no, y en ese momento estaba a punto de gritar a los cuatro vientos como odiaba las píldoras ansiogenicas que la ayudaban a dejar de parecer cachorro drogado y en su lugar le provocaban una pequeña ansiedad infundada que la mantenía despierta o activa, desafortunadamente, había tomado tarde la pastilla para poder hablar con su vecina de melena negra, por lo tanto, los efectos seguirían hasta más tarde, dejándola sin dormir en lo absoluto por toda la madrugada.

Y no quería quedarse aplastada en su cama sin hacer nada, principalmente porque eso había hecho durante meses.

—Moho de mierda, ¿Porque demonios no decidiste atacar las paredes del departamento de a un lado? A esa momia no le habría importado un poco de moho en su sarcófago— blasfemaba entre dientes mientras sus manos se acalambraban por la fuerza que le ponía al pequeño cepillo para que este lograse sacar el moho del azulejo que estaba tallando -putas pastillas, putos desórdenes mentales- y el chocar del granizo con su ventana la hizo rabiar más -y también putas tormentas que no dejan de llegar- su nube se blasfemias se extendió, siendo acompañada de una brutal fuerza y rabia aplicadas al cepillo que a ese paso quedaría sin cerdas antes de lo esperado.

Una vez desaparecido el moho y con el baño lo más decente posible salió de ahí, aún con su odio hacia todo presente, era gracioso, un elfo enojado que se dedicaba a hacer quehaceres en las noches, sonaba a algo que quedaría bien para una película de Disney, claro, quitando el hecho de la depresión y el cóctel de pastillas que ingeria cada 12 horas.

Por experiencia propia sabía que salir a caminar con ese frío era de las peores ideas que podía tener, o era buena idea, claro, si quería morir de hipotermia, la opción de mínimamente perder los dedos por el frío no es tan mala si quieres morir, pero por el momento, sus deseos de desaparecer se habían esfumado, tres semanas tomando medicinas y yendo a terapias donde la obligaban a hablar de su situación y a llevar un patético diario con todas las cosas positivas que le habían pasado en el día, aunque su bitácora llegaba a ser cliché y aburrida.

¿Con que inspiración y tiempo libre llegas a poder escribir una hoja sobre cosas triviales que habías hecho con tu vecina?

Pasó largo rato hasta que su bajón llegó, para su suerte, terminó dormida en el piso de su living mientras buscaba algo que según ella había visto meterse abajo de su sofá, una araña tal vez, la buena noticia, dormiría mínimamente cuatro horas, la mala, si había una araña bajo su sofá.

"La fase de aceptación de la de ojos verdes empezaba a presentarse, luego de haber estado un par de días en aislamiento total, en un cuarto blanco por donde se viera, en uno de los pasillos más solitarios donde habían cuartos donde cada tres habitaciones había un paciente, haciéndolo no sólo solitario, sino también que extrañamente silencioso, lo único que llegaba a romper de vez en cuando aquel abrumador silencio eran los gritos que venían de la parte más baja del edificio, donde estaban encerrados los que de verdad estaban locos, personas que gritaban hasta que sus gargantas cedían y no les permitían emitir un sonido más.

Desafortunadamente, cada persona reacciona diferente a la hora de tratar de aceptar lo que le pasa, algunos se deprimen, otros buscan canalizar en algún lugar todos los sentimientos que surgían en la hipotética mezcla de bruma y lodo que era su mente, terminando esto en diferentes resultados, algunos hacían dibujos, otros iban por la cerámica o la escultura, algunos más imaginaban mundos que serían una realidad en las que les gustaría vivir para luego plasmarla en papel en prosa o verso, algunos más decidían hacerse daño a si mismos al no saber como sobrellevar el mix de emociones que los azotaba en ese momento, sintiéndose mejor luego de sus explosiones que los llevan a un desahogo tóxico.

Peridot, en su caso, al ser un asco en las artes y ya no poder hacerse daño por el repelús que le ocasionaba ver nuevas cicatrices en todo su cuerpo, empezó a comer, comer de una manera insana, llevando a su pequeño estómago hasta su límite, cosa que la llevó a enfermar, no gravemente, pero si lo necesario para tener que recibir atención médica por lo que le había pasado en aquellos días.

—No puedes seguir así, y lo sabes... necesitas de nuevo tus medicinas, necesitas de vuelta todo lo que dejaste de hacer cuando creiste que todo era inútil— habló alguien a sus espaldas, los ojos de aquel hombre reflejaban toda la preocupación que su vieja alma le dejaba sentir, sin embargo, la rubia trataba de no prestarle atención —se que no es fácil, y que estás pasando por algo complicado, pero debes intentar avanzar... y las pastillas estaban funcionando, deberías darles otra oportunidad—

Era horrible tomar las pastillas, me quedaba dormida donde fuera como una maldita narcoléptica, no me sentía yo, ni siquiera hablaba yo, hablaban un puñado de drogas que me daban un falso bienestar

—¿Y te sentiste mejor dejándolas de lado?— la sequedad y seriedad del hombre fueron demasiado notorias, igual que sus pasos retirándose de la habitación 204, tenía razón.

No solucionaría nada huyendo"

—Peridot... despierta— su pequeño cuerpo era movido por la de melena azabache, quien intentaba despertarla con cierta dificultad, todo a su alrededor estaba más claro, lo cual le daba una pequeña pista de la hora que era, ella estaba bañada y preparada para ir al trabajo, mientras que la rubia se veía como una ama de casa que tenía tres hijos y un esposo alcohólico.

—¿Qué pasa?— su voz se escuchaba ronca y gangosa, sin embargo, nada que un vaso de agua no arreglase.

—Estás durmiendo en el suelo, eso no es algo muy normal que digamos— sonrió divertida mientras la rubia tallaba sus ojos por debajo de sus gafas, le dolía el puente de la nariz y las orejas, algo normal hasta cierto punto si llegas a dormirte con los anteojos puestos.

—Estaba buscan...— antes de completar la oración un grito la terminó de espabilar.

La araña estaba en su camisa y al parecer la ojiazul era aracnofobica.

—¡TIENES UNA ARAÑA EN LA ROPA!— el repelús que la pelinegra emanaba le resultaba gracioso a la rubia, quien relajada se quitó su camiseta, haciéndola bolita con cuidado para no matar al pequeño arácnido que estaba ahí.

—No grites Lazuli, asustas a witzzy— dijo en tono de reproche, mientras que la chica palidecia aún más —anoche lo estuve buscando porque no se comió sus moscas, ¿Quieres tocarlo?— la burla de sus palabras pasó desapercibida para la de cabellera negra, quien hizo una mueca de horror absoluto y corrió hacia la puerta, yéndose despavorida sin siquiera despedirse de la joven que empezó desternillarse de risa en cuanto sintió que su vecina estaba lejos, aquella situación le provocó una duda existencial enorme.

¿Realmente debía deshacerse de la araña?

Tormento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora