Strange night

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Lapislázuli estaba preocupada.

Hacia días que no veía a su vecina, a aquella chica de cabellos dorados que no pasaban desapercibidos para su persona, era como si la tierra se la hubiera tragado para escupirla en algún lugar ridículamente lejano a aquella ciudad donde había vivido ya aproximadamente tres meses.

Si, la había dejado plantada, pero tenía sus motivos, su madre había enfermado y al parecer su hermana había ido de viaje, por lo que, creyó poder con todo, ir a su antigua casa, quedarse con su madre hasta que su hermana volviera o hasta que llegara la enfermera que le habían contratado entre ambas hermanas a su pobre madre que en ese momento no tenía fuerzas suficientes para alimentarse, bañarse y hacer sus necesidades por si sola.

"Todo fue bien, a las 4 pm la enfermera llegó, así que le daba tiempo para recorrer el camino de hora y media hasta su ciudad y encontrarse con la chica rubia que la había citado para salir a jugar videojuegos con ella, y nada la habría hecho más feliz que llegar con la rubia y luego de tener un rato de diversión ir a su casa, tenía la pequeña intención de invitarla a ver alguna película o alguna serie hasta que ella volviera a su casa.

Pero, no, no todo sale como quieres que salga, y lo comprobó cuando vio el endemoniado trafico que había en la autopista principal por un estúpido conductor de autobús que había sacado de la carretera a un pointer, para luego de toda la conmoción tuvieran que dejar todo como estaba para llamar al seguro.

Lapislázuli quería pasarse aquella burocracia por el arco del triunfo, porque simplemente habían bloqueado la ruta más rápida para pasar a la ciudad, por lo que, se vio obligada a ir por la ruta más larga y peligrosa que había transitado en su vida. Cuando por fin llegó a medio camino se dio cuenta de tres cosas.

La primera, su celular se había quedado en la encimera de la cocina de la casa de su madre.

La segunda, con el celular se habían quedado sus identificaciones.

La tercera, su auto necesitaba combustible.

Sus llantas rechinaron por la fricción con el concreto cuando frenó precipitadamente, por suerte no venían autos tras de ella, ahora tenía que decidir que hacer antes de precipitarse a volver, porque si regresaba se quedaría sin combustible, y la siguiente gasolinera estaba a algunos kilómetros, pero tendría que conducir hasta pasar el retorno para cargar combustible y todavía conducir más para el siguiente retorno, cosa que le haría perder aún más tiempo.

Su viaje de 1 hora terminó en un tedioso viaje de 4 horas y media, sin contar que su celular contaba con nada de carga.

Cuando llegó al lugar de la cita, como supuso, la rubia se había ido y el arcade donde pasaría el rato con la de lentes estaba cerrando, el remordimiento empezó a abrumarla, se sentía una de las peores escorias de toda la existencia habida y por haber, más cuando vio que una lluvia que si bien no era torrencial, era fuerte, como para no ser considerado una simple llovizna, esperaba que la precipitación fuera reciente, y que por supuesto, la rubia hubiese ido a casa antes de que está cayera.

Cuando llegó corrió a su departamento, puso a cargar su teléfono y fue al departamento de enfrente, sus nudillos golpearon varias veces la opaca madera que tenía un 26H en plateado, sin embargo, por más que tocaba la puerta de aquel departamento, esta seguía cerrada y el departamento seguía oscuro y silencioso, por lo cual decidió entrar.

Estaba totalmente vacío.

Aún así también estaba extrañamente mejor que la última vez que lo había visitado, claro, sin contar que las paredes seguían estando llenas de manchas de humedad y que la pintura se caía al igual que la piel de un reptil que estaba en época de muda. La preocupación la llenó por completo, porque la rubia no acostumbraba a salir -y a esas horas mucho menos-, además de la posible demencia que había visto ya en aquella chica de melena rubia.

Tormento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora