Torment

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Retumbando en la habitación aquel infernal pitido que indicaba que alguien con heridas graves era monitoreado en aquella deprimente sala de hospital solamente lograba una sensación amarga en la boca junto a escalofríos que recorrían el cuerpo de cualquiera que estuviera lo suficientemente cerca de ahí pudiera percibir la depresión que emanaba el cuerpo que yacía ahí en una camilla; casi inerte, casi apagado, pero con la pequeña sensación de vida emanando por sus poros.

Eso al menos, pensaba la pequeña rubia que sólo se sentía más pequeña en aquel lugar.

—Va a morir, ya vámonos— seguía ahí, pero parecía que había desaparecido.

Las manos de Peridot en ningún momento habían soltado la mano de la chica del 25H, mucho menos había tenido el deseo de dormir, comer o siquiera beber agua. Su preocupación era notoria, lo suficiente para que una enfermera se haya apiadado de ella, dejándola entrar a pesar de no ser familiar de la chica, y no solo eso, también le había dejado algo de comida chatarra y una botella de agua.

No hace falta aclarar que seguían intactas.

—Vamonos. AHORA— la alucinación era ignorada, más que nunca, la chica sólo podía pensar en aquella que había intentado quitarse la vida.

Irónico.

¿Así se había sentido la de cabello azulado cuando la había encontrado en ese estado?

No. No se había sentido así. En ese momento, Peridot había sido más como un animal herido y la chica de ojos azules había sido la persona que se había apiadado de aquel animalillo flaco, herido y asustado.

Todo era diferente en ese momento.

Los papeles claramente no se habían invertido, la rubia no era alguien piadosa y dispuesto a ayudar; y por supuesto, June no era un animalito asustado y herido.

Ahora eran más que eso. No algo definido, no algo realmente formal o con cimientos firmes.

Ambas habían tenido errores, ambas eran humanas. Pero pasa que los humanos tienden a desperdiciar las oportunidades para enmendar sus errores. Y Peridot era lo suficientemente necia y aferrada como para no tratar de arreglar las cosas que ella misma había echado a perder.

Para Peridot, lo único irremediable era la muerte, y ambas, por el momento, seguían vivas.

Besó los nudillos de las manos de la chica que se encontraba aún inconsciente, como lo había hecho antes, esperando que despertara.

Lo sorprendente fue que una mano se coló entre sus cabellos y los acarició con una dulzura incomparable.

Subió la mirada, tratando de no despotricarse o morir de un infarto en ese momento.

—Lazu...— y antes de que la ojizarca pudiera decir algo, la de ojos verdes la abrazó, con fuerza, refugiandose en el pecho de la joven, llorando, buscando confort, calor y que alguien le dijera que no se había quedado dormida.

Sintió los delgados y largos dedos de la joven colarse en su melena, trazando círculos, calmandola, haciéndola sentir segura, con la firme certeza de que eso no era un sueño, que realmente la de cabellera azul no le había hecho o reprochado algo.

—Perdona...— y lo que estuviera por decir, fue callado por el dedo de la rubia, el cual se posó en los labios de Lázuli con ternura y sutileza.

—No hables— se separó de Lapislázuli, tan solo para ver sus ojos.

Como había extrañado verlos.

—Per...— y con un largo "shhhh" la de melena azulada se quedó callada.

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