Bitter Coffe

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—Perdona, no creí encontrarte en esa situación... como quedamos que pasaría por ti a las 7:30 y con tu permiso para entrar y salir de tu departamento pues... enserio, perdón— la de cabellera azabache veía al piso disculpándose, mientras que la de lentes la veía con cierta burla, sin llegar a sonreír, por pura cortesía hacia su compañera.

—Ya, tranquila Lapislázuli, no pasa nada, ya te has disculpado treinta y cinco veces en lo que vamos de camino, no necesitas disculparte más, fue un simple accidente— dijo la joven mientras veía hacia el piso, simplemente no podía creer que se disculpase tantas veces por una pequeñez así, ambas eran mujeres.

Aunque le había resultado poco gratificante que alguien viera su cuerpo, porque simplemente era horrible, nadie podría ver aquel cuerpo que era enfermizamente delgado, al grado de que su lacerada piel se pegaba a sus huesos.

—Aún así, sigue sin estar bien— le sorprendía que alguien tuviera tal consideración, por llamarla de alguna forma, como para disculparse tantas veces por un simple accidente que había sido más casualidad que otra cosa.

—Ya, tranquila— repitió la de cabellera rubia mientras seguía viendo al piso, su vista seguía sin estar del todo acostumbrada a la luz artificial que las farolas y los establecimientos emanaban, el centro de la ciudad era más comercial de lo que recordaba, habían más locales donde vendían todo tipo de cosas, desde alimentos hasta objetos varios para el entretenimiento de las personas que vivían en esa gélida y gris ciudad.

No notó cuando llegaron a un pequeño local de fachada de ladrillo negro intercalado con gris y rojo, un toldo gris con blanco cubría la entrada, no necesitó mucho tiempo para saber que se trataba de una pequeña cafetería, entró después de Lazuli, quien mantuvo la puerta abierta para que la de lentes pasara, lo cual le fue agradecido con un pequeño gesto hecho con su cabeza. Suspiró al sentir el cambio de temperatura, la cafetería era cálida, hasta cierto punto, reconfortante, las paredes estaban pintadas de un suave color durazno, habían decoraciones discretas que le brindaban un aire de formalidad, las mesas tenían manteles de varios colores, nunca viéndose el negro y el blanco o alguna escala de gris, además de que en el centro tenían pequeños floreros con naturaleza muerta, le pareció curioso todo eso, era anormal ver lugares así de pintorescos en ciudades tan grises como esa. Lazuli la guió hasta el fondo, donde había una mesa para cuatro personas, escondida de las demás, como si estuviera hecha para un grupo escandaloso o que por el contrario, odiase llamar la atención.

El olor a café, chocolate y azúcar volaba libremente, por todo el lugar, y era algo de lo que no se había percatado hasta ese momento, cuando estaba de frente a la joven de cabellera azabache, en silencio, con las voces de las demás personas de fondo junto a la música que emitía una rocola de la que sólo notó su existencia cuando buscó las bocinas con la mirada. Cuando volvió la mirada a su compañía notó que la miraba intensamente, se veía como si buscara decirle algo, expresar alguna opinión o duda, aún así, no dijo nada, no quería presionarla, por muy estúpido que sonase, temía molestarle. No, de hecho, no lo hacía, pero el recuerdo de aquella figura de ojos escarlata la limitaba en ese sentido.

El parecido era monstruosamente abrumador.

—Buenas noches, ¿Puedo tomar su...? ¿Lazuli?— su mirada se dirigió rápidamente a la camarera que estaba parada al costado de la mesa, aquella que veía con cierto desconcierto a la de ojos azules.

—Vamos Gab, no actúes como si fuera sorpresivo verme aquí— el aire burlón que había adquirido la joven le resultaba extraño a Peridot, quien no dijo ni una sola palabra, tenía que dejar en claro que lo que sucediera con la de orbes azules no era asunto suyo; o al menos dejarlo en claro para si misma.

—Es extraño si es tu día libre y traes a una chica aquí, tu sabes, hasta hoy no te había visto con nadie— la mesera castaña veía con una ceja enarcada a la chica que mantenía su aire burlón.

—Por mucho que no lo creas, tengo vida fuera de aquí, no me dedico a trabajar tiempo completo— puntualizó la de piel nívea mientras jugaba con sus dedos.

"—Si, su otro trabajo es ayudar a una estúpida que debería estar colgada en su casa, o en una morgue—" negó rápidamente para alejar ese pensamiento de su mente, desafortunadamente, eso sólo ocasionó que "Gab" y Lapislázuli le vieran raro.

—Por cierto, ella es Peridot, mi vecina, Peridot, ella es Gab, mi compañera de trabajo y mesera está noche— la mano le fue tendida a la rubia, quien la estrechó en un gesto mecánico, un apretón que duró poco mas de dos segundos.

—Gusto en conocerte, ¿De pura casualidad no vives en el departamento 69?— la indagación fue seguida de un guiño y algún otro gesto sugerente que la rubia ignoró, Lazuli rodó los ojos, antes de darle un pequeño empujón a la chica.

—Déjala en paz, mejor toma nuestras órdenes y lárgate— borde, directa y rápida, las tres palabras que describieron a la joven en ese momento, la mesera solo rió mientras le mostraba el dedo medio a aquella chica de cabellera azabache.

—Entonces ordenen, no puedo irme sin haberlas atendido— sacó de su mandil negro con horrible un encaje rosa un bolígrafo y una pequeña libreta de posticks de colores fluorescentes.

—Yo quiero un Green Apple, ¿Qué tal tú?— preguntó amablemente a la rubia, quien veía extrañada la carta, nombres demasiado raros, todos sin dar pista alguna de sus ingredientes.

—Un... ¿Butterfly?— la castaña asintió y se fue tal y como había llegado.

Ambas se quedaron en silencio, no sabían que decir, y los intentos de la pelinegra por hacer conversación sólo hacían más tenso el ambiente, hasta que un tema interesante le pasó por la mente a la ojiazul, quien hizo una pregunta sin una mínima pizca de mala intención.

—¿Porque no seguiste con tu vida luego de lo de tu novio y tu sobrino?— la pregunta no fue hecha con saña, mucho menos con la intención de recordarle aquella desgracia que la había hecho perder parte de lo que ella alguna vez había sido.

—… ¿A que viene esa pregunta?— las esmeraldas de la joven se tornaron frívolas, y la de cabellera azabache creyó por un momento que la rubia analizaba su alma.

—¿Curiosidad...?— una de las cejas de la joven se levantó levemente.

—¿Me lo estás afirmando o me lo estás preguntando?— su mirada se conservaba frívola, y eso hizo que un escalofrío recorriera a la joven ojiazul.

—Te lo estoy... ¿Afirmando?— y ahí comprobó que su vecina podía ser proporcionalmente linda y una gran cabeza dura.

—No lo sé, no se porque no pude seguir con mi vida— suspiró —puedo responder otra cosa, pero no eso, no te puedo responder algo de lo que no se la respuesta— suspiró audiblemente, la de piel nívea iba a decir algo, pero su compañera de trabajo interrumpió, por buena o mala suerte.

—Aquí tienen, un Green Apple y un Butterfly— vieron extrañadas como además de dichos postres, había una copa grande con dos pajillas, la sonrisa de la mesera le daba una pista a la de cabello azabache de lo que estaba pasando —bebida cortesía de la casa, Lars y Sadie están contentos de que por fin hayas traído a alguien— la de ojos azules vio con inseguridad a la mesera, quien añadió —y les alegra que hayas traído a tu novia—.

Una serie de improperios le llegaron a la mesera, quien estaba muerta de risa en ese momento, sin embargo, la sangre se había drenado del rostro de la de cabellera dorada.

Y tenía que ver con la figura de ojos rojos que había visto de reojo

Tormento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora