#26 De Bipolaridad y más

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-Fue un gusto Diane.- La madre de Stephen me abraza con fuerza.

-Espero volver a verte.- Parecía que yo era la octava maravilla del mundo. Para mi era un suceso cotidiano que Luke me presentara alguna novia, o los chicos de la banda lo hicieran. Pero aquí, era casi como ilegal que lo hicieran. Habían hecho mucho escandalo con la "fiesta de compromiso" y mucho más al ver que Stephen había venido conmigo. Eran raros, pero agradables. Quizá un poco muy ricos, pero tolerable. 

Las manos de Stephen iban apretadas en el volante. Tarareaba una canción de Pink Floyd. Se veía esplendido; la camiseta se le ceñia a los hombros y resaltaba sus trabajados brazos; abría y cerraba su fina boca para cantar, y se veía malditamente caliente. 

-Voy a dejarte a unas cuadras del departamento, tengo asuntos en otra parte y no me voy a retrasar.- Estupendo. Tan caballeroso y cortés como siempre. No proteste sin embargo; no quería armar ninguna clase de discusión, estaba feliz ese día sin razón aparente. A pesar de mi buen humor, era increíble como ese chico podía pasar fácilmente de ser muy agradable a ser un total imbécil; lo hacía en segundos, era muy hábil en eso. 

-Gracias por el fin de semana.- Hizo un gesto con la cara y no dijo más. El frío de aquel día no ayudaba a mi vestido y mis tacones. La gente en la avenida me miraba sin saber de donde había salido. No los culpaba. Stephen desapareció en el final de la cuadra a toda velocidad. Suspiré, que caracter del demonio tenía. 

Jess había mandado miles de mensajes durante el fin de semana, me hizo todas las preguntas habidas y por haber, y cuando por fin le conté todo sobre la familia de Stephen no paró de decir que se llevaban un secreto entre manos, que eran muy raros y que en la noche me escabullera para investigar. Estaba loca. Era una niña con un niño en el vientre. Iba a tener que darle una gran ayuda con eso. Jess no había tenido que madurar de golpe y no había tenido que enfrentar la vida en sus peores aspectos; no estaba preparada para esa madurez y esa responsabilidad que ahora tendría: un hijo. 

El último mensaje que me había mandado decía que le había llegado un mensaje de un celular desconocido. Decía tenemos que hablar. Mi mente viajó a Dominic. Saqué el helado del refrigerador y me senté en el sofá a textearle.

~No creo que se trate del engendro del demonio~J

~Cariño el engendro del demonio lo llevas tu en tu pancita.~V

Reí. 

~Perra. Le he mandado un "¿Quien eres?"~J

Le dije que me mantuviera al tanto. En la mañana tenía ensayo con la banda. 

Me acosté en mi cama y mire el techo. Los autos de la ciudad sonaban a través de la ventana y solo quería volver a la noche anterior, en esa modesta cabaña donde no se oía ni solo ruido. Miento, si se oía uno; el de la respiración de aquel animal bipolar que durmió conmigo. 

No me decidía aún si tenía suerte de que se haya fijado en mi, o todo lo contrario. Daba vuelta todo mi mundo, aquel muchacho de ojos grises. Y me aterraba. Porque no debía gustarme como lo hacía, porque no debía pensar más de la cuenta en el, porque no debía desear tocar su piel con tanta intensidad. Porque el no era para mi, ni para nadie. ¿De quien demonios podía ser? Apostaría todo mi dinero (aunque sea poco) a que ese hombre jamás iba a amar a nadie. Y que triste era aquel pensamiento. Porque yo le huía al amor, para terminar mi etapa de juventud y poder disfrutarla, sin sufrir; porque vamos el amor es la mierda más dolorosa del mundo. Pero cuando esa etapa se terminara me veía en una casita hogareña, como la de Jess, resiviendo un beso de buenas noches y uno de buenos días, contestando preguntas como ¿Estas bien?¿Como ha ido tu día?¿Que cenaremos hoy? Y quizá se escuchaba patético; pero vivir sin aquello sonaba inmensamente triste. 

Y aquel muchacho de hielo no aparentaba ni habérselo imaginado. 

El viernes salí exausta del trabajo. Quería ducharme y dormí eternamente hasta el otro día. Jess me dio un abrazo y dijo que visitaría a sus abuelos del campo ese fin de semana; que iba a llevarles la noticia de su mocosito. 

La semana fue tranquila, le había dejado tres o cuatro textos a Alex pero no los contestó. 

Tash golpeo la puerta del departamento 1 minutos después de que pude sacarme las zapatillas.

-Tu y yo iremos a una fiesta esta noche en la playa.- La primavera había empezado el martes, y como por arte de magia el frío se esfumó. Había llovido el mismo martes , como si el cielo se viniera abajo, Luke durmió conmigo ese día, al chiquitin lo aterraban las tormentas. 

Era increíble como con un poco de calor ya empezaban las fiestas de playa. Además de las chicas con remeras y shores provocativos. Las detestaba. 

-Déjame dormir Tash. No quiero ir.- Mi cuerpo calló como peso muerto en la cama y enseguida sentí a mi muy insoportable e insistente amiga subirse encima mio y aplastarme con su gigante trasero. 

-Vas a mover ese culo a la playa, sin objeciones. El fin de semana pasado estuviste con ese gigante ardiente y no fuimos de fiesta. Fue doloroso salir con esos dos cabezas de insectos y sin ti. Me lo debes Valerie. 

-Bien.- Me rendí- Pero vas a dejarme dormir la siesta hasta que sean por lo menos las 7 de la tarde. Sin objeciones. Y nada de ir de compras.

-Bien, perra tramposa.- Retiró su bellisimo trasero de mi espalda y se despidió con la mano. Cerré los ojos y cuando creía estar dormida sonó el timbre. 

-Coño Tash que quiero dormir.- Grité cuando abrí la puerta. Pero no era Tash.- Lo siento mucho.- Los colores se me subieron a la cara cuando vi a Stefano parado en mi puerta riendo. Traía un paquete en las manos, y sus ojos viajaron a mis muslos. Me ruborice por segunda vez. Solo tenía una camiseta de Luke puesta.

-Lo siento.- dije de inmediato, el levanto una ceja.- Por insultar y por estar casi desnuda.

-No tienes que pedir disculpas por ninguan de las dos cosas.- Dijo, y podría jurar que sono insinuativo. Su semblante cambio drásticamente a uno amigable- Stepehen quería que te trajera esto.- Me entregó la caja.- y dijo que la boda es mañana, que te recogerá a las 9.

-Bien- dije revoleando los ojos.- Podría haberme avisado con más  anticipación.

-Lo siento, ya sabes como es. Me voy Valerie, espero verte mañana. Y más en ese vestido.

No tuve tiempo de reaccionar a su comentario. Plantó un beso en mi mejilla y se largó. Olía a perfume caro, exquisito. Pero no superaba al de Stephen.

Dejé la caja en la mesada sin mirarla y me acosté nuevamente. Odiaba a ese hombre. Siempre tenía que terminar haciendo lo que se le regalara la gana. Lo odiaba. Por ser así, por ser malditamente caliente y bipolar.

Black Beauty ☾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora