16: Carrusel.

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Durante casi una eternidad -o eso me parece-, nos pasamos buscando un lugar en el cual malgastar nuestro dinero y en el camino, entre tantas tiendas, compramos un par de tacos para comer.

-Ese lugar suena fabuloso -exclama Harry, en cuanto su mirada se fija en una tienda de tantas-. ¡Puedo ganar un peluche para ti!

Su felicidad por el haber encontrado un lugar en el cual malgastar nuestro dinero es lo único que me hace apartar la vista de mis tacos. Con la vista sigo el lugar que señala su dedo índice y la boca casi se me cae al piso. Un lugar espantoso, entre tantos bien iluminados, con los peluches más feos que se pueden encontrar en la vida, ¡y un precio casi arrasador!

-Tienes que estar loco -sale de mis labios sin pensar siquiera-. ¡Parece que ese lugar se va a caer en pedazos pronto!

- ¡A alguno tendríamos que ir! -Chilla, tirando de mi mano para llevarme.

Sus dedos enredados en mis manos son la única cosa que me hace caminar -aunque a rastras-, hacia el lugar tan tétrico. Una mujer con aspecto de no querer clientela en absoluto nos atiende, y comprendo por qué el lugar no tiene un solo cliente. ¡Deberían darnos un premio! Por ser los más valientes al acercarnos a este lugar, o bien, por ser los más estúpidos.

-Derribar el caballito será su objetivo -señala hacia la pared casi derrumbada donde se encuentra un caballito de cartón saltando alegremente, como en un carrusel-. Si lo derribas tres veces seguidas, ganas un premio. El que desees.

- ¿Un reembolso es posible? -Cuestiono, señalando el lugar.

-Un premio de los que hay aquí, o sea, un juguete o un peluche -muestra.

-No, qué espanto -me quejo.

-Eso es porque no sabes de corrupción -se burla Harry, sacando de su bolsillo un par de billetes para dárselos a la chica.

- ¿Que no sé de corrupción? -Cuestiono, indignada-. ¡Estudio Derecho y Psicología!

-Uh, una abogada psicóloga corrupta -se burla y yo le doy un golpe suave en el brazo, él solo se queja-. ¡Bien hecho, me arrancarás el brazo!

-Solo... apresúrate -me quejo.

-Esto es por ti, mi vida -dice y me planta un beso gigante en la mejilla.

La chica nos ve como si fuéramos una rara pareja. Yo me sonrojo avergonzada y Harry se burla sin volver a verme, cosa que agradezco porque no quiero que vea lo mal que me sienta esto. Él no tendría por qué hacerme tener tantas... emociones. Mucho menos cuando solo estamos jugando.

Elimino esos pensamientos y lo veo tratar de darle al caballito mientras meto a mi boca los tacos, mordiéndolos y saboreándolos como si no hubiera un mañana. Harry solo consigue darle una vez al caballito, y paga un par de veces más para acabar igual o peor que la primera vez. Sin dinero, sin premio y sin haber derribado al pobre caballito. O siquiera haberle dado dos veces seguidas. Tristemente, empieza a alejarse, y yo lo sigo, aún comiendo tacos. El último que me queda.

-No te desanimes, hay mejores -señalo-. Y que son más honestas que esta, aunque la honestidad en este tipo de cosas no funciona.

-Pero yo quería darte uno de esos peluches -gruñe-. ¡Como en las películas!

- ¿Cuál? ¿La de la sirena? -Cuestiono intrigada, él me mira mal-. ¿Estás mal porque no me puedes dar un peluche? No te preocupes, tengo cientos.

-Pero ninguno que te recuerde a mí, para que lo abraces cuando te sientas solita -se queja, pateando una lata.

-Argh, las cosas que le hacen hacer los lloricas a una -me quejo.

Días de GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora