24: Joder la amistad.

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Espero realmente no desaprobar el examen, aunque no fue tan difícil como lo esperaba. Incluso así, tengo cierto deje de desconfianza en cuanto a las respuestas que di. Y es que no pude centrarme en responder nada.

El par de ojos azules y el cabello rubio alborotado nublaban mis sentidos. Harry en general lo hacía. Y es que es tan difícil de controlar. No se supone que deba ser así, de que te guste alguien y pienses en él incluso en momentos de concentración impecable, ¡carajo! Harry anuda mi cabeza como nadie lo haría, eso es jodidamente espantoso.

Me salto el almuerzo y me dedico a vaciar mi casillero, llenando dos cajas de cosas de él, porque es una de las reglas de la universidad. El casillero es mío mientras estudie en Stanford, pero al final del año escolar, debo vaciarlo para que la universidad arregle las cosas necesarias, como pintura nueva, goteras o cosas por el estilo. Y como en un mes terminan las clases, entonces he iniciado con ello.

Nadie me dice nada al verme llevando las cajas a mi auto, y las dos veces que llevo las cajas, debo correr a chicos que se toman fotografías sobre mi auto, como si no tuvieran vida social o clases. Luego, asisto a clases normales. No vemos mucho, porque empieza a ser días de salida, y ya no habrá exámenes de esto. Le damos repaso a algunos temas viejos y luego salimos.

Y por segunda vez, no me sorprende ver a Harry en la entrada de la universidad. Desarreglado y a la espera de alguien. Y en cuanto su mirada se encuentra con la mía, me doy cuenta de que, nuevamente, ese alguien soy yo.

El corazón me salta en su lugar y casi corro a mi auto, pero él llega antes y me bloquea el paso.

-Muévete -le ordeno, furiosa-. Muévete, Harry.

-Hablemos. Por favor.

-Ya hablamos suficiente. Vete -gruño-. Estoy interesada en llegar a casa, justo ahora.

-Y yo estoy interesado en hablar contigo. Justo ahora -replica.

-Muévete, ya -escupo-. O me veré obligada a moverte.

-Acércate, inténtalo -me reta, serio-. No me voy a mover hasta que no hablemos.

- ¿Sabes algo? -Musito-. Puedo tomar el jodido autobús.

Doy media vuelta sobre mis talones y empiezo a caminar con prisa hasta la entrada de la universidad. Escucho sus pasos detrás de mí y apresuro el paso. Entonces, cuando sus pasos se vuelven rapidísimos, corro. Me echo a correr con él detrás de mí y un par de altísimos zapatos de plataforma. Él corre detrás de mí, y aseguro, que si correr con tacones no es considerado un deporte extremo justo ahora, me haré presidenta de la república para declararlo así.

Corro, y un par de veces, agradezco que las personas se atreviesen, así no me alcanza, porque soy mucho más lenta que él. Sin embargo, no es siempre así y consigue atraparme. Me toma de las caderas, y me carga hasta el estacionamiento mientras grito para que me suelte. Siendo una sociedad estudiantil enorme, nadie me da atención. Harry me deja en el piso, sin embargo, no me permite irme.

-Hablaremos -asevera.

-Habla tú solo -me cruzo de brazos e, infantilmente, miro hacia otro lado.

Se ríe. Carajo, se está riendo de mí como si fuese un payaso.

-Bien, voy a hablar solo -se encoge de hombros, pero sabe que lo escucho-. Todo lo que, seguramente, te dijeron, es cierto. He ido a la cárcel tres o cuatro veces, y he estado mucho tiempo ahí. Tuve que repetir un año por eso, es real. No tengo familia. Mi madre biológica me dio a un centro adoptivo del cual me sacó hasta que entré al cuarto año de secundaria, porque éramos pobres. No es una doctora, es una enfermera mal pagada. Mi padre es rico y no se hace ni se hará cargo de nosotros, por eso, hace mucho le metí la paliza de su vida. Nunca en mi vida consumí drogas, pero sí las comercié y por ello tuve que ir a la cárcel una de tantas veces. Y no estoy orgulloso de eso. Es cierto que me he emborrachado un par de veces, pero no soy un alcohólico. Tampoco me agrada mucho.

Días de GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora