32: Niño enamorado.

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Glory Days. Eso es lo que me tatúo justamente bajo el pecho, muy cerca de mi corazón. Apenas perceptible, pero si alguien me ve desnuda, en ropa interior o en traje de baño, podría verlo tan sencillamente. Exactamente igual al de la primera vez.

Jonas se ha quedado asustado al verme entrar, sin embargo, no ha refutado en cuanto le he pedido que solo entremos en modo profesional. Me ha dado una nuestra del tatuaje antes de hacerlo y me ha dado lugares mejores que bajo el pecho, pero yo lo he querido ahí; porque mis días de gloria inician por la persona que tiene mi corazón. Y esa persona es Harry. Quiera o no.

No soy tan idiota para tatuarme su nombre, pero tener este tatuaje es como si lo hiciera. Y claro, como nunca en la vida me hice uno, ahora no sé qué parte del cuerpo me duele más, si la nariz o la teta. Soy increíblemente idiota.

Jonas me ha prometido que no le dirá nada a Harry, ni a nadie. Y yo le he agradecido igual que con el tal Spider. Y claro, la curiosidad por saber cómo hace para trabajar en una tienda de tatuajes y en el hospital me gana, y le pregunto. Su respuesta es tan sencilla. Tiene turno en la mañana en el hospital y le agrada hacer tatuajes, como una especie de hobby. Pago el dinero necesario a la mujer de la tienda y me voy de vuelta al hotel. Cuando lo quiero hacer, es de noche, y para mi maldita mala suerte, ha iniciado a llover.

Las oportunidades de tomar un taxi son de una en un millón, las de no mojarme demasiado, son de cero en mil millones, y las de que empeore, son mil de mil una. Así que, sin más opción, tengo que caminar a toda prisa por las calles para poder llegar al hotel. Y cuando la lluvia ha empeorado, las calles están extremadamente nubladas y vacías.

Me agrada la lluvia. No me importa en absoluto coger un resfriado y morirme, por eso precisamente, decido caminar tranquilamente. Muy tranquilamente. Y estoy a menos de doscientos metros de llegar al hotel, cruzando una calle, cuando el destello llega a mí con rapidez. El golpe y el dolor intenso también lo hacen, y termino en la calle encharcada luego de haber chocado contra la gran camioneta.

La vista se me nubla, y lo único de lo que soy consciente es de que el dolor es espantoso en todo el cuerpo. La persona que me ha golpeado se baja del auto, y tras llamar al nueve-uno-uno, se mantiene a mi lado. Es lo único que consigo ver, o que mi mente absorbe antes de que la inconsciencia me golpee con todas las fuerzas.

Para cuando me despierto, estoy acostada en una de las camillas del hospital público. Las paredes blancas y la luz me ciegan la vista, pero consigo acostumbrarme a todo en cuestión de segundos. Tardo menos de un minuto en darme cuenta de que estoy peor de lo que debería. Tengo varios hematomas en las piernas, además de eso, tengo la mano izquierda y la cabeza vendadas. Me duele muchísimo la cabeza, la nariz y el pecho, y aunado a eso, tengo los labios rotos y resecos.

Debo dar asco completamente.

En menos de diez minutos, entran dos personas a la sala. Me sorprende muchísimo que sean Taka y Klais quienes entran con un par de folios amarillos. Toman nota de una máquina, sin darme mucha atención, y luego me hacen un par de exámenes generales; de la vista, el oído, las manos, la garganta el estómago, las rodillas y toman mis latidos.

- ¿Cómo te sientes? -Cuestiona Klais, muy profesional.

-Como una mierda -respondo.

Me mira a los ojos, anota algo y niega con la cabeza mientras una sonrisita se hace de sus labios.

-Harry está de turno. Si quieres, puedo hacer que él te atienda -dice.

-No. En realidad, estoy bien así -digo-. De cualquier forma, ya me voy.

Días de GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora