9: Citas.

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El paseo termina por hacerse largo, mucho más largo de lo que me esperaba. Fuimos a mi apartamento, hice a Steph esperarme un buen rato mientras jugaba con Copitos y Bambi en el sofá, y cuando me cambié a un pijama cómodo con mis pantuflas de corazones, salimos del apartamento. Ella me ayudó a llevar a Bambi mientras yo me ocupé de Pumba y Copitos.

Y hablamos por horas, de hecho, se hizo de noche y nosotras todavía seguíamos hablando mientras Copitos y Bambi jugaban en el parque canino.

Y cuando llega de verdad la hora de irnos, porque Halsey llama a Steph para que llegue pronto, las dos nos vemos más con lástima. En años, no tuve una amiga, mi único confidente fue Robert, el chico del que le hablé a Harry. Steph se convierte en una de las pocas -casi nulas- personas que conocen bastante de mí, y confío en que, soy una de las cuantas personas que conocen de ella.

Ya en mi apartamento, le propongo cenar, pero ella no me acepta y me veo en la obligación de ir a dejarla. Me da la dirección exacta del lugar en el que vive, y aunque el barrio luce muy siniestro, me asegura de que es muy seguro. La dejo en el sótano, donde está su Ferrari bien parqueado. Y permito que se despida de Copitos y Bambi.

-Nos vemos mañana -dice-. En el almuerzo prometo sentarme contigo, y si no, entonces calmaré a los chicos.

-No tienes que preocuparte, pero igual, la última opción no suena mal -digo-. Nos vemos.

Salgo del lugar con Copitos y Bambi ladrándole con fuerza, a modo de despedida. Cuando he salido del barrio, que empieza a llover fuerte, cierro las ventanas del auto y me dedico a conducir hasta mi apartamento.

Bambi y Copitos bajan del auto cuando lo estaciono en el garaje y son las primeras en estar en el ascensor. Subo hasta el piso que vivo y hago justamente lo que tenía entre mis planes; me enredo entre mis mantas, me preparo un rico té de frutilla y me siento en una silla en el balcón solo a escuchar la lluvia caer mientras estudio en paz.

Más tarde, casi a las diez de la noche, me acuesto y espero a que el sueño me atrape, y en efecto, lo hace muy bien.

~•~







El fin de semana llega más pronto de lo que me puedo esperar. Steph y yo hacemos amistad, aunque no tan fácilmente, no coincidimos en los horarios; únicamente en la hora de almuerzo y las veces que nos vemos en la biblioteca. Con Harry es igual, a diferencia de que nos vemos una vez más por la mañana, porque casi siempre que está esperando el bus, yo me ofrezco a llevarlo.

Ya nadie le da demasiada atención a mi Zenvo, lo cual me quita un peso de encima, pero en la semana, me ha tocado apartar a varias personas que se han querido tomar fotografías con él, como si fuese algo normal promocionarlo.

Por la mañana del sábado, consigo dormir hasta las ocho en punto, tiempo que me dan mis mascotas para dormir los fines de semana. Las alimento, me alimento también, y me preparo para una rutina de merecidos ejercicios. Las ato a sus correas y salgo del edificio con la música a todo volumen, corriendo para quemar todas las calorías que comí a lo largo de la semana. Las paseo por el parque canino, donde dejo que me sigan en vez de ser yo quien las lleve. Y cuando mis piernas no dan más para correr, me siento a una banca bajo la buena sombra de un árbol, a ver los perros pasar mientras mis pequeñas descansan también.

Justo cuando estoy por irme del lugar, un bonito Bernés pasa corriendo al lado de un Caniche Toy, que a diferencia del Bernés, ladra, como si pidiera que no lo dejase atrás. Y luego, más lento, pasa un Mastín Tibetano que se detiene a verme, los tres perros me provocan ganas de ir por ellos y llenarlos de caricias, sin embargo, el Mastín es quien se me acerca y lame con seguridad mi rodilla. Yo lo acaricio y, busco a su dueño, pero no lo encuentro.

Días de GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora