11: Iniciar.

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Doy un último bocado a la lasaña y termino de beber del agua que me ha servido Harry al darse cuenta de que no me gustan las cervezas y tampoco las sodas. No es que lleve una dieta estricta, de hecho, ni siquiera hago dieta, pero no consigo hacer que ese tipo de bebidas pasen por mi garganta sin sentir que mi estómago será como el de una embarazada perpetua. Me hincharé y me veré horrible. No me agrada esa idea. Además, los beneficios al tomar esa bebida son más bien nulos.

- ¿Te ha gustado? -Pregunta, levantándose de su lugar para tomar mi plato.

-Sí, cocinas muy rico -admito-. ¿Quién te ha enseñado?

-Me gusta mucho ver Master Chefs -dice y yo no puedo evitar reír con su jueguito-. En realidad, no la hice solo. Klais me ha ayudado. Mamá le dio la receta, ella cocina de maravilla y él le sigue los pasos. Yo solo sigo recetas.

-Claro. Ya me lo esperaba -ruedo los ojos y me acuerdo de algo que debía decirle-. Oh, ahora que lo recuerdo, yo iba a traer un rico postre, pero se me ha olvidado en la casa. ¿Importa mucho?

-No, en absoluto. Sal de aquí y ve a traerlo.

-No me harías ir a traer mi postre, ¿o sí?

-A menos que quieras sobrevivir conmigo, tienes que ir por el postre -dice y se asoma a la ventana de la cocina que da una vista increíble de los edificios de adelante-. O bien, comeremos galletas, porque está lloviendo.

Levanto la vista de mi vaso de agua y observo las gotas de agua que caen con fuerza contra el vidrio de la ventana. En efecto, el cielo está gris y llueve fuerte, como casi todas las tardes. Y es probable que tarde una eternidad en dejar de llover, por lo que me he quedado atrapada con Harry en su apartamento.

-Galletas será, entonces -me encojo de hombros-. ¿Qué clase de galletas tienes?

-Uhmm... -abre la alacena y observa un par de instantes con curiosidad-. Simples, saladas y tortillas de harina.

-Ugh, qué horror -me burlo-. ¿Sabes? Podríamos hacer un postre ambos juntos.

-Oye, no suena tan mal -dice, volviendo a verme-. ¿Qué clase de postre? Puedo pedir unas cuantas cosas a un supermercado, llamo y me las traerán.

-No hablaba en serio -aclaro y él rueda los ojos-. ¿No sería mejor llamar a alguna empresa que traiga algún postre y listo?

-Eso le quita la gracia a ponerte a trabajar -replica-. Además, quiero ver si la madre de mis guapos hijos sabe cocinar.

-No dudes que sé cocinar, pero mi horno no va a prepararte niños -le guiño el ojo y él suelta una risotada.

-Eres grosera -se queja con falso dolor-. ¿Qué vamos a comer, entonces?

-No sé, ¿qué tal cheescake? -Cuestiono-. No es tan difícil de hacer, terminaremos rápido, seguro hasta para de llover.

-De acuerdo. Haz una lista de cosas y yo llamaré para pedirlo.

Termino de tomar mi vaso de agua y me levanto de la silla, apoyando mis manos en la mesa. Con pereza tomo una libreta del desayunador y veo la página limpia. Con un lápiz anoto lo necesario para hacer un rico cheescake de galletas Oreo y se la paso a Harry. Él llama al supermercado y pide las cosas, y nos dan unos treinta minutos para que estén aquí las cosas.

Mientras tanto, le ayudo a alimentar a sus mascotas, y les doy unas cuantas galletas de manzanilla a todos, para que se sientan más mimados. En cuanto guardo la bolsa medio vacía de galletas para perro, Harry me ve con el ceño fruncido y una sonrisa enorme surcando sus labios.

Días de GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora