30: Solo bien.

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Apenas estoy terminando de recoger el infinito desastre que he hecho en mi cuarto, cuando Alexander abre la puerta. Entra, cerrando tras él, y me mira de pies a cabeza. Tengo un aspecto espantoso, más que nada por la manera en la que he decidido vestirme hoy.

Con un vestido floreado de tirantes, un jersey blanco por el frío, y mis zapatos de plataforma blancos con mis calcetines de encaje. Me he quitado los tacones y tengo el jersey por el hombro, porque me da igual si me cubre del frío o no.

- ¿Qué tal? -Cuestiona, pasando.

-Nada va bien -respondo.

-Lo superarás. Nada de esas cosas dura para siempre -dice-. Tú que estudias la psicología, deberías entenderlo mejor.

-La psicología estudia el comportamiento de las personas, Alexander, no los sentimientos. ¿Crees que si supiera cómo hacer que esto duela menos no estaría haciéndolo? -Gruño-. Tengo mucho por reparar ahora, iniciando por mis cosas, y terminando por mi corazón.

-No deberías estar tan mal -suspira pesadamente-. ¿Vendrás a cenar?

-No tengo hambre. Tampoco quiero verle la cara a papá -respondo con sinceridad-. Tal vez coma algo más tarde. Ahorita no quiero nada.

-No es sano.

- ¿A quién carajo le importa lo que es sano en este tipo de situaciones? -Replico-. Prometo que voy a actuar positivamente, pero no hoy. Hoy quiero portarme como la adolescente que sigo queriendo ser en el fondo. Vete.

-La cena está muy rica. Mamá la ha hecho especial para ti.

-Comeré luego. Yo sola -aclaro-. Vete, por favor, no quiero discutir contigo también.

Él se levanta de su lugar y empieza a salir del cuarto. Yo me quedo sentada en la cama, frustrada. Sin saber adónde correr.

-No fue papá -aclara, deteniendo su paso, sorprendiéndome-. Tienes que entender que era necesario. Muchas decepciones le has dado, Arianne.

Y cierra la puerta. Yo me quedo en mi lugar, meditando sus palabras y en cuanto capto todo, corro tras él. Es cuestión de segundos. Le lanzo un almohadón. Él se detiene.

-Fuiste tú, ¿verdad? -Lo señalo-. Tú lo hiciste.

Tenemos ahora las miradas curiosas de papá, mamá y el Mayor. Pero no me importa. No me interesa en absoluto.

-Te dije que ha sido necesario -murmura.

- ¡¿Necesario para qué?! -Grito-. ¿Para que tú sigas tu vida sin tener nada que ver conmigo? ¿Para que yo sea infeliz el resto de mi vida? ¿Para que papá sea feliz? ¡Te informo que estamos en el siglo XX! ¡No puedes implementar reglas que se usaban en siglos pasados!

-Deja de hacer drama. Ni siquiera lo querías. Estabas encaprichada. Siempre lo haces. Es como uno de tus tantos vestidos; te gusta un día y al siguiente ya no -bufa.

- ¡Es una persona! -Chillo-. Es la única jodida persona que se ha encargado de tratarme como yo lo merezco. Es el único que sabe que soy capaz, que no importa qué o cómo, yo lo logro. Él me quiso, o eso dijo, ¡y tú lo arruinaste!

-Te dejó. Lo manipulé tan sencillo. Si el amor, como le dices a esa mierda, existiera de verdad, ¡él no hubiera sido tan fácilmente manipulado! -Exclama-. Compréndelo, Arianne, tarde o temprano se iba a aburrir de ti.

- ¡Pues lo hubieras dejado aburrirse de mí! -Sollozo-. Al menos, me hubiera dejado porque él lo quería, no porque a ti se te apetecía joderme.

-No peleen, Alexander, Arianne -interviene mamá.

- ¡Deja de hacer tanto drama! -Grita, acercándose a mí-. Es una mentira. Todo es una ilusión. Crees que durará para siempre, pero no es así. Hay otros. Hay mejores que ese chico. Es solo un hombre hormonal, y no te busca a ti, busca tu dinero.

Días de GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora