33: Hacerte quedar.

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Si bien no me gusta demasiado la comida tailandesa, tengo tanta hambre que comerla no me resulta un castigo. Lo que sí me resulta un castigo es ver a Harry sentado, luchando por no dormirse en su lugar. Todo por quedarse a cuidarme.

-Oye, bello durmiente -le lanzo un bollo de pan y él me ve molesto-. Despierta. ¿Por qué no te vas a dormir a tu casa? Que te quedes conmigo para que te estés durmiendo resulta deprimente.

-Ya te lo dije, quiero cuidarte -bufa, y mira su reloj-. Además, son las dos de la mañana, ¿qué crees? ¿Que soy de roca?

-No, tú no, tu corazón sí -me río.

Él me ve mal, y niega con la cabeza. Se echa hacia atrás en el sofá y suspira pesadamente.

- ¿Por qué huiste de tu familia?

-Porque quieren meterse en mi vida. Me quieren hacer pasar por algo insignificante. Mi autoestima no me lo permite -digo-. Quieren decidir mi futuro a base de cosas que no me agradan. Quieren matarme la felicidad.

-Creo que lo hacen por tu bien.

-Son egoístas. Muchas familias quieren obligar a sus hijos a estudiar una carrera, porque no estudian, y eso me parece bien, pero yo estudio. En una universidad prestigiosa, nunca me he drogado, ni tampoco tomo o fumo. No he cometido asesinato o algo por el estilo. Mi carrera es magnífica, y mis calificaciones son perfectas -expreso-. Además de eso, trabajo, y cuido de mis mascotas. Soy muy independiente.

- ¿Trabajas? -Pregunta.

-Sí. Papá está en el mundo de los negocios y me encargo de pasarle las estadísticas de sus seis empresas una vez a la semana -explico-. Es agotador, porque a veces me toma un día entero hacer solo una. Trabajo prácticamente todos los días, pero me doy un día libre.

-Estudias todos los días, y trabajas todos los días. Tu trabajo es difícil, y tus estudios son peor. Te mantienes a ti, a tus estudios, tus mascotas, a tu madre y a las empresas de tu padre. ¿Cómo tenías tiempo para mí?

-Me acostumbré -me encojo de hombros-. Mientras estudio, hago las tareas, y me tomo un tiempo para hacer parte de las estadísticas. Las entrego todas en un mismo día.

-A ver, estudias de ocho de la mañana a cuatro de la tarde, estudias en tu casa, paseas a tus mascotas y todavía, tienes tiempo para un novio.

-A eso yo le llamo amor -le guiño un ojo.

- ¿Por qué nunca me dijiste?

-Porque no me gusta sacar en cara cosas que... son mínimas -digo-. Sería como decirte "Mira, hago todo lo posible para que lo nuestro funcione, doy todo de mí aunque esté muriendo, y tú no haces nada". No me agrada esa idea. Creo que ya se sabe que ambos, o al menos, así lo veía, dimos todo de nosotros.

-Yo nunca di ni la mitad de lo que tú diste para mantenernos juntos. Incluso tuviste que enfrentarte a tu familia -dice, y me parece que suena algo triste.

-Nunca me fijé en eso. Siempre fuiste un buen motor. Me gustaba tu compañía, Harry. Ser tu amiga, o tu novia. Más tu novia -río-. Pero creo que diste muchísimo también; yo nunca me desvelé, a diferencia de ti, y tampoco te di todo lo que pedías. Me trataste como a una reina, sin exagerar, y yo solo... no sé. Nada.

-Perdón.

-Supéralo, campeón -replico.

-Soy un perdedor -bufa-. Quisiera que todo fuera como mi mente lo pone, pero no es así. Soy un desastre.

- ¡Bienvenido al club! -Exclamo.

- ¿Me odias?

-No. Ay, vamos, te fascina decir estupideces -me burlo-. ¿Cómo iba a odiarte si recién te quería?

Días de GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora