Veintiseis

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Jensen estuvo casi todo el día escribiendo en su ordenador portátil sin ningún éxito. Tenía acceso a distintos archivos y a información confidencial. Había revisado todos los datos que tenía sobre las cinco víctimas de asesinato, y al final, después de una búsqueda meticulosa, por fin lograba algo, aunque fuera azaroso.

Por eso Jensen era tan bueno en su trabajo. Podía revisar toda posible pista, sabiendo que probablemente no encontraría nada. Los registros de empleo de los muertos no habían surtido efecto. Tampoco los clubes que las víctimas frecuentaban. Amistades conocidas... nada reseñable. ¿Qué había encontrado Jensen que vinculaba a las cinco víctimas?

Somers se había ausentado de la oficina durante toda la mañana, buscando pistas. Al volver, café en mano, lo recibió un Miles Jensen repanchingado detrás de su escritorio, nada menos.

—Será mejor que tengas una buena razón para estar sentado en mi sitio —dijo Somers, dejando el café en el escritorio y dirigiéndose a la silla en que solía sentarse Jensen.

—La categoría de hoy es películas de terror —soltó Jensen, como si tal cosa.

—¿Copycat o The Ring?

—The Ring, sin duda —contestó Somers sin pensarlo un instante—. Copycat fue una película de bajo coste sobre un asesino en serie totalmente predecible. El espectador adivinaba quién era el asesino desde la primera escena.

—¿De verdad? —Jensen parecía sorprendido—. No lo recuerdo.

—¡Sí, hombre! William McNamara, por aquel entonces un actor prometedor, salía en la primera escena entre un montón de extras. Recuerdo haber pensado: «¿Por qué cojones un tipo que ha protagonizado varias películas aparece con un grupo de extras a menos que sea el asesino?» De todas formas, creo que fue el director quien arruinó la película.

—A mí Copycat me pareció una película muy buena y bastante original, a pesar de su espantoso título.

—No te gustó más que The Ring, ¿no? —preguntó Somers.

—Siempre pensé que The Ring era un poco exagerada, pero hace veinte minutos cambié de opinión.

Somers inclinó la cabeza y se atusó el pelo plateado, como hacía a menudo cuando pensaba. Parecía intrigado.

—Continúa. ¿Qué has encontrado? ¿No me digas que todas nuestras víctimas vieron una cinta de vídeo y luego murieron al cabo de una semana?

—No exactamente —dijo Jensen, tendiéndole un montón de hojas sobre el escritorio.

—¿Qué es esto? —preguntó Somers.

—Registros de biblioteca.

—¿Para qué? —Echó un vistazo a los papeles y volvió a dejarlos, como si quemaran.

—Las cinco primeras víctimas sacaron en préstamo el mismo libro de la biblioteca local. Son las únicas cinco personas que lo han hecho. Así que, en efecto, han muerto todos los que lo han leído.

Somers no parecía convencido.

—¿Y las demás bibliotecas y librerías que tienen este libro? —preguntó—. Nuestro asesino no puede eliminar a todos los que compran un ejemplar o lo piden prestado de otra biblioteca.

—¿No quieres saber de qué libro se trata? —Jensen arqueó las cejas dando a entender que le sorprendía que Somers no lo hubiera preguntado antes.

—Déjame adivinar. ¿La autobiografía de Victoria Beckham?

Jensen señaló una línea de la primera página. Su compañero leyó lo que le mostraban.

El Libro Sin Nombre (actualizando) ®©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora