1. Bree Van de Kamp

16.7K 726 106
                                    

Eran de esos días en los que la profesora Van de Kamp amaba su trabajo, ¿por qué?

Sencillamente no tenía que lidiar con sus alumnos.

Amaba cuando entraba a un salón de clases deshabitado y podía tomar asiento sin antes haber escrito el título de la lección en el pizarrón, amaba el poder dejar su bolsa marrón sobre el escritorio y dedicarse a su lectura sin sentir que estaba haciendo algo incorrecto. Por supuesto que hoy era uno de esos días en los que simplemente podía ser ella misma sin temor a verse vulnerable, ante los monstruos a los que se dedicaba a enseñar durante horas.

Y en efecto, cuando llegó a su clase no había ningún chiquillo. Alineó el escritorio y tomó asiento despreocupadamente, sintiéndose dueña del momento abrió su bolso marrón y dispuesta a retomar la lectura que había dejado inconclusa ayer por la madrugada; abrió Indignación, no había leído ni medio párrafo cuando escuchó el repiqueteo de una mano contra la puerta, de pronto supo que Marcus Messner  tendría que esperar.

Giró su cabeza para fijar su vista en la mujer que yacía plantada en el umbral de la puerta, la señora Beth; baja, con sobre peso y cabello canoso, la persona menos favorita de Bree. Siempre le pareció demasiado sosa. Pero ahí estaba ella, poniendo su mejor cara, tratando de disimular fallidamente sus nervios.

»¿Ahora que hizo?« se preguntó de inmediato Bree.

—Hola, profesora Van de Kamp. Quisiera saber sino está tan ocupada para venir y ayudarme con la obra escolar, son mucho niños y, el señor Thomas y yo no podemos coordinarlos a todos y, es mucho trabajo para ambos y...

Bree le hizo una señal con la mano a manera de silenciarla, odiaba cuando aquella mujer comenzaba a balbucear sin control. Se forzó a sonreír y asintió levemente, tomó su bolso marrón y dejó la silla acomodada perfectamente.

Mientras ambas mujeres se disponían a ir al auditorio —dónde normalmente todos los eventos de ese tipo se organizaban—, no pudo evitar pensar en lo incompetente que era su colega Beth y en lo desafortunado que era tener que ir con sus alumnos, pensando que por lo menos tendría una hora libre de ellos.

Cuando ambas llegaron a Bree le dio ganas de marcharse, había adolescentes por aquí y por allá haciendo el tonto y el señor Thomas se veía tan estresado tratando de controlarlos a todos. Si por algo le había llamado a Bree no era por sus dotes artísticos, sino porque sabía imponer orden y respeto.

—Atención— emitió la profesora Van de Kamp de manera fuerte y clara.

Los jóvenes de inmediato se quedaron petrificados, creyeron que tendrían un día libre sin aquella profesora que no les dejaba respirar tranquilos y ahí estaba, mirándolos con desaprobación.

—Necesito que todos se reúnan aquí, ahora.

La diversión para todos había terminado.

|~•••~|

Bree sabía que los adolescentes se caracterizaban por su gran carga hormonal propia de su edad, supervisarlos era su obligación. Observaba atentamente como unos chicos trabajaban en la escenografía, mientras que otros hacían vestuarios con papel y pegamento, y los más vanidosos practicaban sus diálogos. Recorría las secciones cada cierto tiempo esperando que las cosas siguieran en orden.

Aburrida de la vigilancia se detuvo con los chicos de la escenografía, y sin querer sus ojos se posaron en el boceto de un árbol; lo miró atentamente durante unos minutos, encontrando así 4 cosas: amor y tristeza, evolución y estancamiento.

Había quedado cautivada por aquel pedazo de papel con carbón encima, y por inercia buscó al autor de aquella obra, encontrando así a una joven de pequeña —más pequeña que el promedio de las chicas de su edad—, castaña y de figura esbelta, era tan común que nunca se hubiera dado cuenta de su existencia. La ropa que usaba era de mal gusto y no porque fuese vulgar, sino porque era 3 veces más grande de su talla. Pensó Bree que la joven probablemente estaría acomplejada por su figura.

Secretos Indecorosos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora