Ambas iban caminando por el pasillo, el único sonido que se alcanzaba a percibir era el repiqueteo de los tacones de Bree, lo cual ponía de nervios a Lea. Hacía un momento que había dejado de sangrar su herida, pero aún así tenía que ser desinfectada adecuadamente.
La enfermería estaba a tan solo unos pasos del auditorio. Profesora y alumna se adentraron al consultorio, que estaba a disposición del personal en general ya que no había un médico asignado; había recorte de personal.
—Toma asiento— ofreció la profesora Van de Kamp.
Para sorpresa de Lea, su voz sonó dulce. Lea se limitó a obedecer, se sentó en un pequeño banco de metal. Como si de una experta se tratase la profesora tomó los utensilios necesarios de los lugares correctos, como si hubiese hecho aquello antes. Bree tomó asiento frente a la joven, tomó su mano con cuidado y limpió la herida con alcohol y algodón.
—Mmm— emitió a modo de queja Lea.
Por su parte Bree sonrió instantáneamente, al ver que la castaña hacia un esfuerzo por reprimir sus quejas. Era cierto que Bree Van de Kamp encontraba satisfacción en el dolor ajeno, mientras que Lea identificó su sonrisa como simple simpatía.
—Esta listo— anunció la profesora mientras ponía una curita de caritas felices.
Quizás fue su instinto maternal, pero de manera imprudente Bree se acercó a la mano de la joven y besó la zona herida, al darse cuenta de lo que había hecho sonrió de manera forzada a la menor. Lea no dijo nada, estaba atónita.
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De regreso al gimnasio ninguna emitió palabra, era un silencio incómodo.
A lo lejos se escuchaban unos tacones, que rompían el compás que generaban los de Bree, de inmediato supo quién era la responsable de perturbar su silencio.
—Bree— emitió a modo de saludo una profesora, que se encontraba frente a ellas.
—Buenos días— respondió la profesora Van de Kamp.
—Siempre tan formal, Bree— se quejó.
—Y tú siempre tan informal Marissa.
Ambas mujeres se hablaban como si fuesen amigas y si es que algo había aprendido Lea acerca de las relaciones interpersonales entre profesores es que tenían que tener una sólida relación para poder llamarse por sus nombres de pila entre ellos.
—Continua con tú trabajo, en un momento estaré ahí— ofreció pelinegra a Lea.
La joven sintió una gran curiosidad por aquella mujer que se refería tan irrespetuosamente a su maestra, quería seguir ahí y escuchar su conversación, pero debía obedecer, así que sin objeción alguna se adentro al auditorio.
Al entrar pudo ver qué su árbol había sido cortado y que las gotas de sangre que había derramado ya no se encontraban ahí, cuando se acercó a su puesto Lucía le miraba de manera extraña.
—¿Qué pasa?— cuestionó Lea con una mueca.
—Nada, es que te fuiste con la dama dragón, estaba preocupada.
—¿Quién?— cuestionó Lea, visiblemente confusa.
—La profesora Van de Kamp— aclaró Lucía —. Creí que te iba a regañar por ser tan descuidada.
—Se ha portado bien conmigo— admitió huraña.
Después de aquel diálogo Lea no le volvió a dirigir la palabra a su amiga. Lo cierto es que le había molestado en sobremanera aquel apodo que le había puesto a la profesora.
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Secretos Indecorosos ©
Fiksi RemajaUna charla amena. Risas retumbando por todo el salón. Todo aquello fue suficiente para que una alumna creyera que las intenciones de la profesora Van de Kamp iban más allá de lo profesional. |~•••~| Prohibida su adaptac...