Capítulo II

50 5 0
                                    

9 de marzo de 2017:

Hoy cumplo dieciocho años. Estamos todos, familia y amigos. Está mi abuela Rose con mi abuelo Abe; mi tío George y mi tía Sarah; y por supuesto, Martin, mi padre. Por otra parte, están mis amigos Mike y Cameron, haciendo de las suyas en el jardín; y Justin, que está con su novia. Yo ahora estoy con Zoe, mi mejor amiga. Es una chica fantástica: guapa, dulce, simpática. Tiene pelo castaño y ojos claros, con una cicatriz que cruza por su lindo ojo derecho. Nunca le he preguntado cómo se la hizo, la verdad, aunque ella tampoco me ha preguntado lo de mi marca en el labio. Estábamos discutiendo sobre el acertijo que encontró mi padre en la caja. He estado pensando en ello cada día, no consigo quitármelo de la cabeza. Van a traer la tarta, es mi favorita: de mango. Estamos todos sentados en una mesa de madera circular, esperando a Cameron, que tuvo que ir al baño. Ahora toca lo de siempre, soplar las velas, abrir los regalos... No me han regalado nada interesante la verdad, sólo un par de camisas, un balón de baloncesto, y un libro, aunque dudo mucho que lo lea. Ya se han ido todos, excepto Zoe, que se ha quedado ayudando a recoger. Lo tengo decidido, Zoe se queda a dormir en casa.

Está anocheciendo, y estoy con mi padre preparando el cuarto de invitados para Zoe. Mi padre se va en media hora a Boston, así que estaremos solos. Ella ahora está en mi cuarto, buscando no se qué de un anillo. No lo entiendo porque yo no uso anillos, pero mientras no me desordene nada, que busque lo que quiera. Mi padre se acaba de ir en taxi, ha sido una despedida dura, ya que desde la desaparición de mi madre, se ha quedado conmigo. Bueno, es la hora de cenar, y ninguno de los dos sabemos cocinar nada excepto una tortilla francesa, así que lo mejor será pedir pizza. Vamos a compartir una pizza de atún y gambas, con unos refrescos que habían sobrado de la fiesta. Después de cenar veremos una película,y después iremos a dormir. Le he dicho que puede estar en mi cuarto un rato antes de dormir, así estamos juntos un rato. Hemos terminado la película, y la verdad que ha sido bastante mala, tan mala, que ella incluso se ha quedado dormida, así que tendré que llevarla hasta su cuarto. Está dormida completamente, pensaba despertarla para darle las buenas noches, pero no quiero molestarla. Mañana será otro día. Entro al baño, me lavo los dientes, me cambio de ropa y me meto en la cama. Poco después de acostarme, entra Zoe en ropa interior a mi cuarto. Se sienta en mi cama, me da las buenas noches con su delicada voz, me da un beso, y se va a su cuarto. Ya puedo dormir tranquilo.

10 de marzo de 2017:

Ya ha amanecido, son poco más de las seis de la mañana, y he cogido mi libro y me he puesto a leer un rato. Voy ya por el capítulo quince, casi lo estoy terminando y la verdad, es que estoy muy intrigado. Zoe está todavía dormida, no quiero despertarla con esos dichosos ruidos de las viejas escaleras de madera. Han pasado casi dos horas y aún no se ha levantado, voy a preparar el desayuno y a llevárselo a la cama. No sé que suele desayunar Zoe, pero le puse mi desayuno favorito: tostadas con mermelada de manzana y zumo de naranja. Espero que le guste, eran las dos últimas tostadas, así que yo tendré que comer una pera y unas galletas. Subí las escaleras, entré a su cuarto, me senté en su cama, y la desperté con unas caricias en la mejilla:

-Hola, Zoe, buenos días, te he traído el desayuno.

-Buenos días Aiden, muchas gracias.   -Dijo acompañada de una suave sonrisa-

Se levantó, fue al baño, y cuando salió, se sentó conmigo en la cama a desayunar. Ha sido un momento muy agradable, lo repetiría una y mil veces más. Me gustaría quedarme más tiempo, sinceramente, pero no puedo, tengo que construir una caseta para el nuevo perro de mis abuelos. Zoe irá a clase, es su primer día de universidad después de casi un mes sin ir por problemas familiares. Cuando regresé a casa, ya era casi la hora de almorzar, así que decidí cocinar algo especial. Mientras Zoe terminaba las clases, busqué por Internet una receta de pasta fácil y rápida. Encontré unos macarrones con pesto, que después de hacer dos intentos, ya que los primeros se me quemaron, me quedaron bastante ricos. Puse una vajilla especial de porcelana, un regalo de mi abuela a mi madre por su cuarenta cumpleaños; un mantel morado, y cubertería de plata. Cuando Zoe llegó, se quedó boquiabierta en la puerta, no sabía qué decir. La mesa estaba iluminada con velas, era todo de película. Comimos juntos, hablando y riendo, y cuando terminamos, fuimos a mi cuarto a hablar sobre un tema desconocido para ambos: las cicatrices de nuestra cara. Ella tenía una larga cicatriz en su ojo derecho, y nunca le había preguntado el motivo. Ella vivía en una granja con sus padres, y un día, a su madre, se le ocurrió hacer tarta de manzana. Tenían un manzano detrás de la casa, así que fue a coger alguna de estas frutas. Se encontró con un hombre, borracho, con una navaja, así que gritó pidiendo ayuda. Zoe fue a ver qué pasaba, y en el momento que el hombre iba a cortar a su madre, se puso delante, rajándose así parte de la cara. La verdad es que me impactó bastante al oírlo, no me lo esperaba para nada. Mi cicatriz me la hice en unas escaleras mientras iba en monopatín. Me caí, rompiéndome el labio superior, y de milagro no me partí la muñeca. Lo mío es mas común, hay que admitirlo. Después de hablar todo esto, nos quedamos unos segundos callados, así que ella rompió el hielo y se abalanzó sobre mí. Empezamos a besarnos, primero en los labios, luego en el cuello. Me quitó la camisa, y yo a ella. Me quitó los pantalones, y yo a ella. No quiero entrar en detalles, pero fue genial. Ella siempre me ha gustado, aunque nunca se lo he dicho por miedo al rechazo, o a la burla, pero para mi sorpresa, todo ha sido diferente a como me imaginaba. Entrada la noche, fuimos a cenar a un restaurante de comida asiática. Comimos ternera agridulce con arroz frito, a un precio excelente, no podemos quejarnos. Cuando llegamos a casa, me fui a duchar, y cuando salí, me encontré a Zoe durmiendo en mi cama. Por un momento dudé si acostarme con ella o irme a su cuarto, pero después de lo que había pasado horas atrás, decidí dormir a su lado. Hoy ha sido uno de los mejores días de mi vida.

La daga y el aprendizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora