Capítulo XII

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20 de marzo de 2017:

Nos despertamos al amanecer, y sí, seguíamos estando en el siglo once. Según nuestra deducción, a un lado de la montaña era siglo veintiuno, y al otro lado, once. Era todo muy surrealista, pero por encontrar al asesino de mi madre, como si me iba a La Luna. Bueno, volviendo al tema. Hoy, por primera vez, estábamos perdidos. No sabíamos qué hacer, ni adónde ir, ni nada. Recordé lo que me dijo el sabio de la botella, así que la agarré, la destapé, y me la bebí rápidamente para que no me entrara el miedo. Al ingerir el líquido, noté como un subidón de adrenalina increíble, pero a parte de eso, no sentí nada diferente. No sabía qué era exactamente, ni para qué servía, pero ya daba igual, ya me la había tomado. Después de esto, emprendimos el viaje hacia nuevas tierras, y como no sabíamos donde estábamos ni quién controlaba estas tierras, las bautizamos como: "La Tierra de Nadie". Salimos en busca de algún pueblo o posada para informarnos un poco mejor, y por el camino nos encontramos un vendedor ambulante:

-Hola, buhonero (que significaba vendedor ambulante), podría decirme dónde estamos?

-En Skelligrado, señor.

-Skelligrado? Qué es eso?

-Es un territorio conquistado por los reinos del norte, señor.

-Entiendo, gracias por su ayuda, qué tiene disponible para comprar?

-Agua, vino, semillas de sésamo, y lino.

-Cuánto cuestan cinco botellas de agua?

-5 coronas cada una, señor.

-De acuerdo, ahora no llevo nada encima, pero gracias.

-Hasta pronto!

Coronas? Claro, como iban a utilizarse aquí los euros. Seguimos nuestro camino, y encontramos un pueblo llamado Quen. En el centro del pueblo encontramos una posada con caballos por fuera de la entrada. Entramos para hablar con el posadero, y en la barra había un grupo de guardias con toscas armaduras. Nos daba tanto miedo que nos preguntaran algo que no supiéramos responder, que preferimos irnos por donde habíamos venido. Encontramos pocos metros después de la posada, un árbol enorme, lleno de gente colgada. Nos acercamos a mirar más de cerca, y encontramos otra nota, para variar: "Ven a verme a la taberna de Hallen" y estaba firmada por un tal Connor.

Al leer esto, fuimos a buscar un poste de direcciones, (básicamente, un poste con los nombres de los pueblos cercanos) para ver si encontrábamos el nombre de "Hallen", pero fue en vano. Después de esto, fuimos a una aldea que estaba al norte de Quen, y una vez allí, hablamos con una señora para que nos dejara pasar la noche en su casa, y muy amablemente, nos lo permitió. Todavía era pronto, así que fuimos en busca de esa misteriosa taberna nombrada en la carta, pero lo único que encontramos fue un campamento de Soldados de la Luz. Los Soldados de la Luz eran caballeros de la corona, en este caso de los reinos del norte, que habían sido expulsados, o dados por muertos antes de tiempo. Resulta que la historia en el instituto sirve para algo, que sorpresa. Tenían varios cofres a la vista, así que nos quedamos acechando su campamento esperando a que se fueran a patrullar a cualquier otro sitio. A punto de anochecer, los soldados se fueron. Apagaron la hoguera con agua, se subieron a sus caballos, y desaparecieron en la oscuridad de la noche. Nos acercamos a los baúles, y por suerte, estaban llenos. Tenían aproximadamente cien coronas, aparte de lino y un poco de cuero. Volvimos hambrientos a la casa de la señora, esperando algo caliente para comer, pero no tenía nada. La verdad es que debí imaginármelo. Es un pueblo hundido en la miseria, con los cultivos destruidos y sus graneros quemados. A la mujer solo le quedaba un trozo de pan seco, pero no quisimos ser egoístas y se lo dejamos. Encima que nos daba cobijo, no la íbamos a hacer pasar hambre. Fuimos rodeando la aldea en busca de algún buhonero, y por suerte encontramos a uno:

-Hola, qué tiene para vender?

-Buenas noches caballero. Señorita...    -Dijo haciendo una reverencia-. A la venta tengo muslos de pollo asados, varias antorchas, y dos botellas de vino. Aparte tengo agua, cuero, y piel de lobo.

-Cuánto cuestan el pollo, las antorchas y el agua?

-Cada muslo cuesta quince coronas, el agua sale a cinco coronas la botella, y las antorchas, a diez.

-Déme tres muslos de pollo, dos botellas de agua, y dos antorchas por favor.

-Aqui tiene.  -Dijo entregándonos nuestros objetos-

-Gracias, que tenga una buena noche!

Volvimos a casa felices por haber encontrado comida y agua a buen precio. Guardamos todo en una bolsa, y dormimos. Mañana le daré una botella de agua y un muslo de pollo a la señora, como muestra de agradecimiento. La verdad es que vivir así no me disgusta, pero necesito encontrar al asesino, no puedo despistarme.

La daga y el aprendizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora