Capítulo XVIII

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Nos encontramos a Eskel en nuestra habitación de la posada, sentado en la ventana iluminado por la luz de las estrellas.

-Eskel, qué haces aquí? Habíamos quedado en la taberna.

-Lo sé, se me hizo tarde.

-Qué quería decirnos?

-Os cuento. Ser brujo es una de las cosas mas difíciles del mundo. Aparte de conquistar mujeres, claro. Bueno, al caso. Tengo que ir a un bosque no muy lejos de aquí, a matar a unos "monstruos". Si venís, y me ayudáis, podríais ganar dinero fácil.

-Supongo. Qué hace falta para ser brujo?

-Para empezar, tienes que someterte a mutaciones.

-Qué?

-Te inyectan diferentes "poderes". Además, tienes que conocerte de memoria un libro llamado "Bestiario", aprender lecciones avanzadas de alquimia, y no tener miedo. A nada.

-Los brujos cobran mucho?

-Sí, hijo. Pero a cambio, todos nos odian, nos temen. Por eso, ganamos tanto.

-Queremos ser brujos.

-No es tan fácil. Primero, iremos al bosque, y luego, viendo como lo hacéis, podreis ir a ver a mi hermano, él os enseñará.

-De acuerdo.

-Mañana al amanecer estad preparados. Pasaré por aquí.

-De acuerdo, señor.

Eskel salió por la ventana, no se ni cómo ni por qué, pero lo hizo. Poco más tarde, nos dormimos.

Día 5:
Zoe y yo nos despertamos antes del amanecer, sobre las cinco de la mañana. Nos vestimos corriendo, nos comimos una manzana cada uno, y bajamos rápidamente a la entrada de la posada. Allí estaba Eskel, apoyado en la pared, al lado de su caballo. Su caballo estaba cargado de joyas, metales, y telas. 

-Buenos días.

-Buenos días, Eskel.  -Dijimos medio adormilados-

-En marcha. No hay tiempo que perder.  -Dijo subiéndose al caballo-

Zoe y yo montamos a Rivia y seguimos a Eskel. Fuimos galopando durante casi tres horas hasta llegar a un bosque tupido de pinos secos. Nos bajamos en unas ruinas de piedra. Eskel nos dijo que esperáramos cerca de los caballos mientras él iba a mirar una cosa. Se adentró en una casa derruida, y menos de cinco minutos más tarde, empezamos a oír combates. Se escuchaban gritos, gemidos, y espadas. De repente Eskel vino hacia nosotros, siendo perseguido por una extraña criatura. Era como una mujer, con sus pechos colgando hasta el ombligo, pelo gris por debajo de los hombros, con grandes dedos y uñas largas, aparte de ojos blancos y lengua verde. Era asquerosa, y por lo que parecía, también era peligrosa. Le dije a Zoe que se alejara, y que nos ayudara con el arco. Yo, mientras Zoe se alejaba, desenvainé mi espada, y comencé a herir a la bestia junto a Eskel. Después de unos minutos de intensa lucha, el monstruo me alcanzó en uno de sus ataques. Una de sus uñas me hizo un corte en el pecho. Eskel al darse cuenta, sacó una bomba de su cinturón y se la tiró, consiguiendo así que aquel nauseabundo ser muriera. El brujo se acercó a mí y me vendó la herida. Cogió un trapo sucio que tenía en su bolsa y apretó la herida para calmar la hemorragia. Me incorporó, y me dijo:

-Tranquilo. No sabes la suerte que has tenido.

-Por qué?

-Dentro de veinticuatro horas te darás cuenta. Ahora volvamos a la ciudad, tengo que recibir mi premio por haber matado a esta sucia bruja.

-Bruja?

-A este tipo de monstruos se les conoce como Brujas Sepulcrales. En este mundo hay cientos de monstruos diferentes, y todas están recogidas en el bestiario. Si te interesa, puedo darte uno. Pero antes, tenemos que volver.

Montamos a Rivia los tres, ya que la bruja había asustado al caballo de Eskel. Llegamos a Hallen en cuestión de dos horas, y entramos a la taberna. Zoe fue a la barra a pedirme una copa de vodka para la herida, mientras Eskel hablaba con un hombre sobre su recompensa. Más tarde, el brujo apareció con una bolsa llena de oro. Eran mil coronas! Nos dio cuatrocientas coronas por el trabajo que habíamos hecho en las ruinas. 

-Chicos. Sólo uno de vosotros puede ser brujo.   -Dijo Eskel seriamente-

-Cómo? Estamos juntos en esto.  -Dije enfadado-

-Lo entiendo, chico, pero solo uno puede ser brujo. El otro puede ser su ayudante, preparando pociones o esas cosas.

-Por qué solo puede ser brujo uno de los dos?

-Porque sólo tenemos un mutágeno.

-Y no se puede conseguir otro?

-No, chico. No soy tu padre, ni tu amigo. Solo quiero ayudarte. No me hagas irme sin enseñarle nada a ninguno de los dos.

-Tenemos que pensarlo, Eskel. Ven a medianoche a la posada. Allí nos vemos. 

Zoe y yo nos fuimos de la taberna tristes, porque solo uno de los dos tendría la suerte de ser un brujo.



La daga y el aprendizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora