Capítulo XI

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19 de marzo de 2017:

Hemos pasado la noche en la entrada de una cueva. Al despertarnos, decidimos ir a explorar la cueva, a ver si encontrábamos algo interesante. Fuimos a coger manzanas de unos árboles que había por la zona, y luego, a rellenar las botellas de agua del río. Cuando terminamos, regresamos a investigar la cueva. Al entrar, encontramos inscripciones en la pared. Estaban escritas en distintos colores, unas en naranja, otras en verde, y otras en blanco. Intentamos busca una forma lógica de traducirlas, pero era imposible. Seguimos avanzando por la cueva, hasta que nos encontramos con algo increíble. En las paredes, habían pequeños pedestales para colocar antorchas. A partir de ahí, todo se volvió más oscuro. Nos dimos la vuelta, y salimos de la cueva en busca de palos, para prender y usarlo como fuente de luz en la cueva. Al regresar al interior, encontramos bajo uno de estos hierros, un cubo lleno de un líquido, al lado de un paño. Pusimos el paño en uno de los palos, y lo rociamos con el líquido, ya que supusimos que era algún combustible o aceite. Prendimos la antorcha usando el método tradicional, el de frotar un pequeño palo con una piedra para hacer saltar las chispas y producir fuego. Y listo, ya teníamos antorchas, como en la época medieval. Seguimos adentrándonos en la cueva, guiados por el camino de pedestales, hasta encontrar lo que parecía ser un templo, con sus estatuas y todo. El templo estaba compuesto por unos pilares en círculo, con una fuente en el medio. Miramos dentro de la fuente por si encontrábamos algo, pero nada. Todo esta travesía por la cueva, había sido inútil.

Nos decepcionamos un poco, la verdad, pero lo asumimos y continuamos nuestro camino hacia la cumbre. Poco después de empezar a subir por la montaña, empezó a nevar, así que nos pusimos los abrigos y continuamos. Por el camino, nos encontramos una hoguera, rodeada de lobos blancos. Parece que unos hombres hicieron campamento aquí, y al ver los lobos, se fueron. Intentamos ahuyentar a los animales con nuestras antorchas, aunque a las muy malas, tenía la daga en mi cinturón. Por suerte, no fue necesario, ya que los lobos al ver el fuego, salieron corriendo. Exploramos un poco la zona, en busca de alguna pista para encontrar a aquellos hombres, y encontramos huellas. Huellas humanas. Intentamos seguirlas, pero el rastro se perdió pocos metros más arriba. Ignoramos esto, y seguimos subiendo. Estamos bastante cansados, llevamos más de dos días subiendo esta bendita montaña. Espero que valga la pena. A medida que ascendíamos por la ladera, el viento aumentaba su intensidad, y cada vez se hacía más difícil caminar. Por suerte, desde donde estábamos, se podía ver la cumbre. Por fin, habíamos llegado. Encontramos un pedestal, con un hombre al lado. Este señor llevaba una bata morada, con toques dorados, y una enorme barba blanca que le tapaba el cuello.

-Hola, tenemos algo que preguntarle.

-Lo sé, joven. Estás buscando al asesino de tu madre, verdad?

-No lo sé del todo, todo ha sido muy rápido.

-Lo entiendo, pero debes seguir avanzando. El asesino de tu madre está todavía muy lejos, Aiden, no puedes descansar ahora. De acuerdo, tienes alguna pregunta?

-Varias, la verdad. En primer lugar, quiénes son esos elfos y por qué me ayudaron?

-Oh, Avallac'h y los demás? Son un grupo de elfos escoceses, que vinieron a este país por una guerra que hubo hace muchos años allí. Te están ayudando, porque el asesino de tu madre pertenece al clan que los atacó en Escocia. Todos ganan. Ellos, por su parte se acaban con su clan y consiguen venganza, y por otro lado, tú encuentras al asesino de tu madre y averiguas por qué la mató.

-Ahora todo se entiende más, entre comillas, porque sigo sin creerme que en pleno siglo veintiuno haya elfos. Ni hoy en día ni en la antigüedad, pero hoy en día me extraña aún más.

-Siglo veintiuno? Estamos en el siglo once, hijo.

-Qué siglo once, si tengo mi móvil aquí. -Dije abriendo la mochila- Qué? No está mi teléfono

-Teléfono? Qué es eso?

-Mierda! Zoe, ven conmigo. -Dije agarrándola de la mano con fuerza-

-Gracias, pero debemos irnos.

-Aiden, bébete el líquido de la botellita que te dieron junto a la daga! -Dijo gritando-

Cogí a Zoe de la mano y bajamos rápidamente la montaña por el lado contrario al que habíamos subido, hasta llegar a una casa de piedra destruida.

-Todo está destruido aquí o qué? -Dije furioso-

-Aiden... QUÉ ESTÁ PASANDO?

-Ojalá lo supiera, Zoe... Ojalá lo supiera...

Estaba anocheciendo, así que hicimos un fuego, y nos echamos a dormir, esperando que mañana, todo vuelva a la normalidad. 

La daga y el aprendizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora