Capítulo XV

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Día 3:
Estábamos en la taberna de Hallen, con dos extraños hombres vestidos con túnicas azules. Nosotros estábamos sentados en la barra, y ellos se acercaron y nos dijeron:

-Ey, vosotros dos. Por qué no os habéis ido como el resto?  -Dijo con voz amenazante-

-Porque no sabemos quienes sois, no somos de por aquí.

-Somos magos. Todo el mundo teme a los magos. Por qué? No lo sé, ni yo ni ninguno de los de mi facción. Lo único que hacemos es deshacer maldiciones, crear brebajes alquímicos, etcétera.

-Entiendo. Nosotros no vamos a alejarnos al veros, no os preocupéis. Una pregunta, esa daga... podría venir conmigo un momento?  -Le dije señalando su cinturón-.

-De acuerdo, pero dése prisa, no tengo todo el día.

Fui con el mago a la parte de atrás de la taberna, la orilla del río de Hallen.

-Para qué me ha dicho que venga.  -Dijo con voz ronca-

-Tengo una daga parecida a la vuestra.

-Eso es imposible, solo los magos tenemos una.

-Mire.  -Dije sacando la daga de mi cinturón-.

-Cómo has conseguido esto? Es una daga muy especial. Tiene unas inscripciones en el filo, pero no son de los magos.

-Entonces de quiénes?

-De los brujos. La facción más temida por todo el mundo.

-Los brujos? Qué hacen?

-Los brujos son asesinos a sueldo, pero en vez de matar bandidos o ladrones, matan monstruos. Son como nosotros, pero más avanzados. Ellos constan de fórmulas alquímicas más avanzadas; deshacen y conjuran maldiciones; y son conocidos, entre otras cosas, por su osadía. No le temen a nadie, ni a nada.

-Entiendo...

-Debo volver con mi compañero, chico. No hagas tonterías con esa daga.

-Pero para qué sirve?  -Dije nervioso-

-Hasta pronto, hijo!

El mago volvió a la posada, y le dijo a Zoe que viniera conmigo a la orilla.

-Zoe, tengo una nueva noticia.

-De qué se trata esta vez?  -Dijo con tono irónico-

-Te fijaste en las dagas de los magos?

-Sí, por qué?

-Mi daga...es parecida a la suya.

-Explícate.

-Mi daga tiene unas inscripciones en el filo, las ves?  -Dije señalando unos símbolos de la espada-

-Sí, qué significan?

-No lo sé. Solo sé que este tipo de dagas pertenecen a los brujos. Unos asesinos a sueldo que en vez de matar personas, matan bestias.

-Cómo? Para qué la necesitamos? Tenemos espadas, y además, todavía ni sabemos para qué era la poción que tomaste.

-Nuestras espadas no sirven contra monstruos, esta daga sí. Y lo de la poción... ya lo averiguaremos, no te preocupes. Ahora, tenemos que seguir buscando pistas y consiguiendo coronas, muchas coronas.

Volvimos a la posada, para descansar y hacer un plan. No teníamos base. No teníamos hechos de los que partir. Había que encontrarlos, o crearlos. No siempre hay que esperar una oportunidad, a veces tienes que crearla, y pienso que esto es lo que necesitamos ahora.

Le preguntamos al posadero sobre algún pequeño campamento militar cercano, para intentar saquearlo y conseguir coronas rápidamente, y este nos dijo que había uno al oeste de aquí. También nos dijo que casi nunca estaba vigilado, pero que nadie se atrevía a saquearlo porque escondían un gran tesoro en un cofre.
Corrimos los riesgos, y fuimos hacia allá. Fuimos a caballo, con nuestras armas a la espalda, listas para ser usadas en caso necesario. Al llegar allí, vimos un guardia, dormido, sentado al lado de una hoguera. Alrededor del fuego habían pequeñas tiendas de campaña con cofres y cosas dentro. Sólo encontramos dos formas de saquear el campamento: Una, pasar despacio rezando para que el guardia no se despierte; y dos, matar al guardia. Elegimos la segunda opción, ya que era más sena y menos arriesgada. La verdad es que en mi vida imaginé matar a nadie, y menos en el siglo once. La muerte fue rápida e indolora. Le atravesé la espalda con mi espada, tapándole la boca con un trapo que encontré en el suelo. Después de esto, me puse a rebuscar tesoros mientras Zoe vigilaba por si venía alguien. A simple vista habían cuatro cofres. El primero de ellos estaba justo al lado del guardia que había asesinado, así que rápidamente lo abrí. Tenía quince flechas, ideal para Zoe; diez coronas y una copa de plata. Mediocre, aunque la copa podría venderse muy cara. El segundo cofre estaba en la puerta de una de las tiendas de campaña, y contenía cien coronas, un cuchillo de cocina, y una botella de agua. Este había sido un poco mejor, aunque también se quedaba corto. El tercero, se encontraba junto al segundo, separado por centímetros. Este estaba lleno de basura. Lo único útil que encontramos fue una bolsita con cincuenta coronas. Mejorable. Y por último pero no menos importante, abrimos el cuarto, que estaba dentro de otra de las tiendas de campaña. En este cofre habían doscientas coronas, un plato de oro, y una piedra con un dibujo de color verde. Este cofre había sido sin duda el mejor.

Antes de irnos, ocultamos el cuerpo en unos arbustos cercanos, para que los demás guardias no lo encontraran tan fácil. Después de esto, volvimos rápidamente a la posada para no levantar sospechas, y aparte para hacer recuento de las ganancias. Habíamos conseguido 360 coronas en total, un plato de oro y una copa de plata, quince flechas para Zoe, un cuchillo de cocina, una botella de agua, y la misteriosa piedra. Para qué serviría? Nos fuimos a dormir con esa pregunta en mente, esperando que mañana, esa duda se resuelva.

La daga y el aprendizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora