La daga y el aprendiz

Capítulo X

18 de marzo de 2017:

Hoy me he despertado y he visto a Zoe recostada en un árbol, mirando al infinito. Me acerqué a ella, le cogí la mano, le di un beso en la mejilla, y le pregunté:

-Qué te pasa, Zoe? Qué te inquieta?

-Echo de menos a mi familia, Aiden. Nunca había estado tanto tiempo sin ellos.

-Todo lo que te ha pasado con ellos...Aún les sigues queriendo?

-Claro, Aiden. Son mi familia, joder.  -Dijo con lágrimas en los ojos-

-Cálmate, Zoe.

-Lo intento, pero no lo consigo. Llevo todos estos días dándole vueltas. He intentado olvidarme, y he aprovechado todo esto que ha pasado para despejarme, pero me es muy difícil.

-Zoe, yo estoy contigo. Te quiero, y si lo ves necesario, podemos volver a casa.  -Dije con voz serena-

-No pasa nada, Aiden. Da igual. Este viaje no se va a terminar por algo así.

Ahora mismo os estaréis preguntando qué le pasó a Zoe con su familia, verdad? Pues os hago un breve resumen: Su padre, les abandonó a ella, a su hermana y a su madre cuando eran pequeñas. Su madre se hizo alcohólica, y encontró un novio motero alcohólico también. Tal para cuál. Este hombre les pegaba, tanto a su madre como a ella. La hermana se salvó, porque es bastante mayor que ella y se fue de casa a tiempo, pero Zoe aguantó esto durante años, yéndose de casa al cumplir la mayoría de edad. 

Ahora lo entendéis todo un poco mejor, no? No había dicho esto antes porque no he encontrado momento, nos penséis que lo estaba ocultando. Bueno, continuemos. Después de esta conversación tan breve como intensa, nos pusimos en marcha. Comenzamos a subir de nuevo las escaleras, hasta llegar a una especie de barranco seco. Habían postes como de un puente levadizo para pasar sobre el hueco, pero no había puente de ningún tipo. No se podía saltar al otro lado, era demasiada la distancia. Nos bloqueamos durante unos segundos, pero más tarde se me ocurrió una brillante idea. Yo podía saltar el hueco y agarrarme al borde, pero Zoe no. Así que se me ocurrió impulsar a Zoe hacia el otro lado, y que luego ella me ayudara a subir. Para nuestra sorpresa, el plan había funcionado. Llegamos de una pieza al otro lado, por lo que sin pausas, seguimos con nuestro camino. No tuvimos ningún problema para llegar a la cabaña, la verdad, lo único malo fue que estuvimos caminando casi cinco horas. Al llegar, tocamos la puerta, pero nadie contestó. Gritamos a ver si alguien nos escuchaba, pero nada. Lo único que se escuchaba era el eco en las montañas. Rodeamos la casa, y encontramos una ventana abierta. Entramos, y vimos un cuerpo sobre la cama. Le intentamos despertar haciendo ruido, pero no se movía. Estaba muerto. Registramos la casa en busca de alguna pista, pero lo único que encontramos fue una cajita llena de cucarachas. QUÉ ASCO. Bueno, cuando íbamos a saltar por la ventana para salir, llegó un hombre, vestido de guardia forestal.

-Buenas, puedo ayudarles? 

-Sí, tengo algo que darle.

-A mí? Sorpréndeme.

-Tome.  -Le dije entregándole la carta-

-Yo no tengo ni idea de qué es esto.  -Dijo el hombre extrañado- Váyase de mi casa.

Nos quedamos totalmente confundidos. Alfred nos dijo que... Es verdad! No nos dijo que habláramos con nadie, sino que aquí encontraríamos el siguiente paso. Esperamos un par de horas por los alrededores esperando a que el guardia se fuera de la cabaña, y cuando por fin se fue, entramos. Registramos el cadáver, aunque nos diera mal rollo, y como imaginamos, había una carta en el bolsillo de su chaqueta. La carta decía lo siguiente: "Si el motivo de tu incesante viaje quieres saber, a la cumbre deberás ir" PD: allí se encuentra un hombre, conocido por su sabiduría, que estará encantado de ayudarte. 

Al leer esto, nos decepcionamos bastante, porque pensamos que la respuesta estaría aquí, en la cabaña, pero al menos, cada vez nos faltaba menos. Estaba anocheciendo, así que intentamos buscar un sitio resguardado del gélido viento, y encontramos una cueva. Una cueva que a simple vista, parecía normal, pero que escondía un gran secreto.