[10:Serás lo que yo quiera que seas ]

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|Tu narración|

—¡Amo! Lamento interrumpir, pero tiene qué ver algo y el equipo exige su presencia. —Dijo un hombre a lo lejos e instantáneamente me alejé de Saeran, sentándome en el pasto a su lado.

Me dediqué a mirar a otro lado, a punto de golpearme en la cabeza con una roca que estaba cerca gracias a la vergüenza proveniente del simple hecho de pensar en lo que estuve a punto de hacer.

El peliblanco, sin decir palabra alguna, se levantó del suelo instantáneamente y caminó hacia el hombre, susurró unas palabras para él y decidió marcharse primero, haciendo que el desconocido me guiase de regreso hacia mi habitación.

•••

Habían pasado tres días desde que había llegado a Magenta. Días en los que había pasado el tiempo entre paredes, a excepción de la vez en la que tuve una "cita" con Saeran, al cual, por cierto, no había visto desde aquella noche.

Heeyeon pasaba de vez en cuando a dejarme comida, ropa limpia, o para preguntar si necesitaba algo. A veces yo me atrevía a hacer preguntas referentes al lugar en donde me encontraba, tratando de tener una remota pista en qué lugar del mundo me mantenían cautiva, porque claro, no podía salir de la habitación. De hecho, lo había intentado y me encontré con la inesperada sorpresa de que tras la puerta había un par de hombres resguardándome. Eso pasó ésta mañana, y vaya discurso que recibí por parte de Heeyeon... Según su punto de vista, ellos me estaban haciendo un favor al mantenerme allí, porque claro, me estaban ofreciendo la "salvación", cosa que ella repitió una y otra vez durante un par de minutos, como si fuese un disco rayado. Me había causado tanto repelús que preferí encerrarme en el baño, hasta que escuché un par de golpecitos en la puerta, los cuales me decidí a ignorar. Estaba segura que se trataba de Heeyeon, pero en esos momentos la vida me tenía harta y me sentía en la necesidad de estar únicamente en mi propia compañía. Tenía demasiadas cosas en qué pensar, aunque por un largo tiempo las evité con la intención de no torturarme, y por eso mismo es que se habían acomulado una tras otra. Sí, estaba teniendo uno de "esos momentos".

No volví a escuchar nada hasta después de unos minutos, cuando otros golpecitos tocaron sobre la puerta.

—¿Princesa? —Escuché aquella voz que no había presenciado desde hace básicamente dos días. El matiz de su voz sonaba diferente; sonaba plano, desganado, cansado, preocupado... yo no pude evitar sentirme inquieta.

Gatée hacia la puerta y me senté frente a la misma, decidida a no abrir. Unas cuantas lágrimas habían escapado previamente de mis orbes y me negaba a que alguien las viese.

—¿Qué quieres? —Inquerí con un tono plano, claramente enfadada, dando a entender que no quería a hablar con nadie, que rogaba que se marchase en cuanto antes.

Y claro que tenía razones para estar enfadada; que no me las hubiese tomado tan en serio con anterioridad para no sentirme tan pésimamente era otra cosa. Incluso estaba sintiendo lástima por mi misma en esos momentos.

—Heeyeon dijo que llevabas una hora dentro. —Hizo una larga pausa. Yo no quería escuchar más. ¿A qué iba eso? —No... ¿No estarás pensando en dejarme, cierto? —Ante aquella pregunta llena de desesperación negué para mí misma. 1) Porque nada estaba bien, y 2), porque estaba pensando en mil cosas, menos en dejarlo. ¿Qué tan mal podría estar yo por no pensar aquello?

Dejé mi cabeza caer en contra de la puerta y no respondí. Sentí la fría madera sobre mi frente y permanecí allí. Él tampoco insistió, cosa que, honestamente, me pareció extraña.

Cerré los ojos y después de severos minutos sin escuchar un solo ruido fuera pensé que quizá ya estaba sola, por lo que me puse de pie y opté por abrir la puerta por simple curiosidad, totalmente segura de que estaría sola, pero como siempre, las cosas no salían en la manera que las imaginaba.

【 Lean On Me 】→ Saeran x Lectora ←Donde viven las historias. Descúbrelo ahora