Capítulo I

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28 de Junio de 2014:

Eran las 21:00 horas, y mi madre, Alice, estaba ordenando el armario mientras yo estaba tumbado en mi cama leyendo mi cuento favorito: "La daga y el aprendiz". Este relato trata de un chico que estaba aprendiendo el arte de la esgrima, aunque después, pasó de ser aprendiz a maestro. A mí me encantaba este libro, ya que presentía que la historia no era del todo inventada. Mi madre es alta, de pelo ceniciento, ojos claros, de unos cuarenta y tantos, pero con un espíritu joven. Trabaja en casa, haciendo pasteles por encargo. Yo, me llamo Aiden, y tengo quince años, y por el contrario, tengo pelo castaño, ojos pardos, y una cicatriz que me cubre parte del labio. Mi padre se llama Martin, y es asesor financiero. Casi nunca está en casa por motivos de trabajo, pero vuelve a principios de cada mes, y aunque solo esté unos días, me lo paso genial con él.

1 de Julio de 2014:

Mi vida es muy monótona: por la mañana voy a clase, y luego, a las tres de la tarde, regreso a casa hambriento, aunque tranquilo, porque sé que me espera un plato de comida en la mesa. Después de comer me pongo a hacer los deberes, y así, tener la tarde libre para jugar a la consola o ir a jugar a baloncesto con mis amigos. Todos los días son así. Pero hoy, todo ha sido diferente. He llegado de clase y no había nadie en casa. Mi padre debería llegar hoy, por lo que mi madre tiene que ir a buscarlo. Pensé que habría ido ya al aeropuerto, así que esperé unas horas, pero no aparecieron ni mi madre ni mi padre. Llamé por teléfono a mi abuela Rose, y me dijo histérica que fuera a su casa porque le habían robado, otra vez. Al enterarme de esto, cogí mi mochila y metí una manzana y mi libro favorito. Me subí a mi bicicleta y fui a casa de mi abuela, que estaba a tres manzanas de aquí. Por el camino me encontré a mi padre, que estaba buscándome por todos lados. Me agarró del brazo izquierdo, me subió en el coche, y me contó lo más duro que he oído nunca. Mi madre fue a recogerle al aeropuerto, como todos los meses, pero la notaba rara. Tenía arañazos en los brazos y estaba nerviosa, no paraba de comerse las uñas. Mi madre le dijo que esperara en el coche, que ella tenía que ir un momento a hablar con un hombre. Mi padre estuvo esperando casi quince minutos, y al final salió del coche preocupado y se acercó al sitio donde estaba mamá. No vio nada, sino un rastro de sangre. Siguió el rastro hasta unos arbustos, y luego, no había nada. Ya no había sangre, sólo una caja. Dentro de la caja había una nota, escrita con pluma, que decía: "Búscame donde nunca me podrás encontrar". Después de escuchar eso me encontraba triste, sorprendido, enfadado... Me prometí a mi mismo encontrar al asesino, y hacerle sentir lo mismo que sentiría alguien cuando pierde a su madre. En realidad, no estaba seguro si estaba muerta o desaparecida, pero tampoco sé si de verdad quería saberlo.

Ahora me quedaré con mi padre en casa, hasta que cumpla la mayoría de edad, y pueda vivir solo. Todo va a ser muy extraño, mamá siempre lo organizaba todo en casa.

La daga y el aprendizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora