Para Mamá

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— ¿Se portarán bien?.— pregunto Camila a sus dos pequeños.

— Siempre lo hacemos, mami.— dijo divertido Tobías. El más pequeño con sólo 8 años.

— ¿Vendrás a comer?.— preguntó Bea, la mayor de los hermanos, 12 años y con el cuerpecito lleno de maldad pura.

— Intentaré hacerlo cariño.— beso sus sienes y tomo su chaqueta para cubrirse del invierno.— Por favor, no dejes que tu hermano entre a la cocina, tampoco le digas dónde están las galletas de animalitos.

— Está bien mamá.— acepto asintiendo.

Camila salió de su casa y se encaminó hacia su viejo auto, ella trabajaba en una empresa como secretaria, sus horas eran mínimas para ver a sus hijos, siempre los veía por la mañana antes de irse y en la noche cuando ya estaban dormidos.

Su hermana se encargaba de ellos la mayoría del día, pero Sofia debía ir a la Universidad y antes de que ella llegara, la señora Hansen los cuidaba.

Por eso Camila le tenía tanto aprecio, era una mujer mayor tan linda y amable, su nieta, Dinah Jane venia a visitarle y pasaba a la casa de Camila, se habían convertido en buenas amigas.

Para Camila le fue de mucha ayuda ya que había pasado por algo muy devastador, su esposa había muerto en un accidente hace un par de años. Si, EsposA. Jessie Jhonson, una mujer tan joven, la que fue madre de sus hijos, su corazón era tan puro y lleno de bondad que ella no dudo en seguirla cuando quisieron adoptar, porque Jessie no podía tener bebés y Camila no podía hacerlo por su trabajo.

La pequeña familia Jhonson-Cabello había crecido y Camila ya había superado la muerte de su esposa, pero reconocía que había días en los que pensaba en el "que hubiera pasado si...". Pero así era el destino, Jessie le decía muchas veces que no quería verla llorar por su partida, que si ella moría primero, Camila debía prometerle que no se dejaría vencer por eso y que buscara a alguien más para hacerla feliz y sobre todo, que esa persona quisiera a sus hijos tanto como ella los quería.

Camila entendía que Jessie esperaba al destino, creía que si era su tiempo, se marcharía, no le tendría miedo a enfrentar su muerte. Y así fue, pero Camila no, ella no quería que eso pasara, ella la quería junto a ella todo el tiempo ayudando con los niños y acostada en la cama.

Los pequeños estaban en la habitación de la mayor, la señora Hansen estaba en la cocina preparándoles algo de comer. Pero ellos estaban ideando un plan para deshacerse de Hanna, una chica rubia y alta que era la siguiente cita de su madre para esa noche.

Estos niños, como Camila, habían aceptado el que su madre se fuera, pero lo que no toleraban era que alguien más ocupara su lugar. Ese siempre seria el de su mamá Jessie, nadie podía quitárselo.

Pero Camila había tenido incontables citas con mujeres, y un chico que se hizo pasar por chica, pero ninguna era buena para los niños. Y tenían razón, algunas odiaban a los niños, otras no eran tan divertidas y sus nombres eran aburridos, unas cuantas tenían trabajos que ponían en riesgo a Camila, ninguna era la indicada.

— No sean tonto Tobías, Hanna no es divertida.— negaba su hermana poniéndose de puntillas para alcanzar el frasco de galletas.

— Ella me contó dos chistes y fueron divertidos.— dijo con un mohín. Quitando dos galletas de la mano de su hermana y salió corriendo.

— ¡Hey! ¡Dejen de correr!.— grito la señora Hansen.

— Vamos a mi habitación.— dijo Bea, abriendo la puerta.— Sus chistes son tan malos como los de mamá.

— Pero a mi me gustan.

— Pues que tonto eres.— empujo a su hermano.

— Tu eres tonta.— contraatacó con otro empujón.

One Shots (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora