¿Amigos?

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Me sorprendió abrir la puerta y encontrar al fotógrafo con lentes de sol. Bien, quizás no supiera nada sobre sus gustos en ropa, pero dudaba mucho que una persona cuyos ojos deben estar atentos a cada detalle bloqueara su visión.

-Hola.-Saludé.

-Hola.-Farfulló sin mirarme.

Pasó y preguntó enseguida:

-¿Comenzamos?

-Espera un poco.

Me miró.

-No es asunto mío, pero, ¿podrías quitarte los lentes?-Dije.-Así siento que no me estás prestando atención.

-No es nada. Te estoy prestando mucha atención.

Sabía reconocer la voz de alguien que había estado llorando. Sonaba rota y quebrada.

-Rupert. ¿Qué tienes?

-Nada.

Me acerqué a él y le quité los lentes de sol. Por supuesto, llevaba los otros debajo. Pero sus ojos estaban rojizos y húmedos.

-Rupert...

Me quitó de la mano los lentes y se los puso otra vez.

-Déjame. ¿Podemos comenzar?

No podía creer que alguien quisiera cerrarse así.

-No.-Dije.-Quiero que te vayas.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Porque no me importa si no quieres decirme qué te ocurrió, pero no voy a obligarte a trabajar si te sientes mal por algo.

Suspiró y se frotó la frente.

-Sólo quieres evitar el posar desnuda.

-No es cierto. Jamás lo he evitado.

-Tiene que ser eso. Dudo que realmente te interese cómo me siento.

-Si no me importara no te habría preguntado nada en primer lugar.

Él me miró.

-Ve a tu cuarto y prepárate. Te contaré.

-Pero...

-Por favor, no me siento con voluntad de pelear con otra persona.

Suspiré. Me incliné sobre su rostro y besé su frente.

-Está bien. Pero ven conmigo.

-No, yo...

-No voy a maquillarme sola. Ven conmigo.

Suspiró. Tomé su mano entre las mías y lo conduje a mi habitación.

Me senté en la cama y lo obligué a sentarse a mi lado.

-Rupert...

Él suspiró y se quitó los lentes de sol.

-De acuerdo. ¿Qué quieres saber?

-Nada. Escucha. Sólo quiero que te sientas mejor, no hace ninguna falta que me digas qué pasó. En lo que sea que pueda ayudarte, dime y lo haré. Has sido tan amable y educado conmigo que me duele mucho verte así.

Rupert me miró.

-¿Crees que soy un inútil?

Fruncí el ceño.

-Claro que no.

Él me abrazó y enterró su rostro en mi hombro.

-Eres la única.

Sollozó.

-Oye...

Me había quedado impactada... Jamás creí que lo vería llorar.

-No... No eres un inútil. De verdad.

-Pero...

Lo envolví con mi brazo.

-Escucha, apenas te conozco, pero sé que hay muchas cosas en las que eres bueno... Por ejemplo, en tu trabajo...

-Un inútil y fracasado en la vida. Jamás tuve novia ni relaciones amorosas con nadie... No estoy casado, no tengo hijos... Nadie me respeta en mi trabajo, ni siquiera mis compañeros... Estoy solo, no tengo amigos y nadie se preocupa por mí...

Su voz se quebró.

-Oye, oye, espera.

Tomé su rostro y lo miré.

-La eficiencia de la vida no se mide por las relaciones amorosas... Si no, yo también sería un fracaso.

-Tú hiciste dos películas.

-Que trajeron pérdida a los productores.

-¿En serio?

-Sí, en serio. Y no es cierto que nadie se preocupa por ti, tu familia obviamente lo hace... Y yo también. Supongo que puedo considerarme tu amiga teniendo en cuenta las conversaciones que tenemos. Y a mí tampoco me respetan en mi trabajo. Nada de eso te vuelve un fracasa...

No sé exactamente qué pasó, sólo sé que en menos de un segundo estaba bajo su cuerpo y que mis zapatos se deslizaban hacia el suelo.

Me miró fijamente, produciendo un remolino en mi estómago.

-Repite eso.

-¿Qué cosa?

-Que somos amigos.

Sonreí.

-¿Qué? ¿Tú no lo crees así?

Me abrazó.

-Claro que sí. Yo...

Su nariz se acercó a la mía. Iba a besarme... Y no pensaba impedirlo.

-...Gracias.-Sonrió.

-No hay de qué.

Se inclinó sobre mis labios. Cerré los ojos. Pero antes de besarme, sonó su teléfono.

Rápidamente se separó de mí.

-¿Hola?-Preguntó por el auricular.-Sí. Lo sé.

Escuché unos gritos del otro lado del tubo. Alcé una ceja.

-Sí, sí.

Sus ojos me miraron fijamente y se sonrojó.

-No, claro que no. Nosotros... No. Sí, lo juro. De acuerdo. Gracias. Adiós.

Suspiró y se frotó los ojos.

-La persona que te estaba gritando es la que te hizo llorar.-Dije.

Asintió.

-¿Quién...?

-Mi jefa.

Suspiró.

-La detesto pero sus palabras son tan directas y agresivas que hieren a cualquiera.

Me acerqué y lo abracé.

-Entiendo.

Acaricié su cabello.

-Mira...-Le dije con suavidad.-...No quiero que vuelvas a sentirte un inútil ni un fracasado. Yo no te considero así, y no dejo que nadie menosprecie a mis amigos, y menos si son ellos mismos. Me gustaría que... Que lo recordaras.

Asintió.

-Muchas gracias, Emma.

Sonreí.

-No hay de qué.

El fotógrafo [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora