Capítulo 26

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Pero no fue así. Yo no morí... Aún.

Un denso líquido caliente me salpicó la cara. Sangre. Aarón le había asesinado.

Mis brazos estaban cada vez más cansados de sostener aquel peso para evitar que me aplastara completamente. La sangre se acumuló en mi cara, ardiendo ante el esfuerzo.

Aarón se abalanzó rápidamente para evitar que el cuerpo caiga con un estrepitoso golpe.

—Y dime, ¿Qué se siente estar a punto de morir?—Sonrió Aarón con una ceja alzada.

—Mm, alucinante.—Gemí con sorna. Estaba exhausto, siquiera podía hablar, pero mi chocancia siempre me acompañaba.

—¿Ah, sí? yo estaba cagado. ¿Tú no?

—Yo sería capaz de asesinarte. Tú no.—Si no me moría a balazos, me asfixiaría ante el peso sobre mí.

Le miré desafiante y dejé de empujar.  La caja se apoyó completamente en mi pecho. Solté el aire de golpe ante el dolor.

La cara de Aarón se transformó en una mueca de pánico. En pocos segundos, podría morir. Sentía como mis mejillas y mi nuca hormigueaban con fuerza, como si estuvieran a punto de  explotar.

—¡Maldito necio!—Exclamó Aarón abalanzándose con rapidez, intentando levantar la caja.—¡Orgulloso de mierda!

—¡Hijo de puta!—Jadeó levantando la caja unos centímetros. Me deslicé con dificultad a un lado respirando desesperadamente mientas el dolor se extendía por todo mi cuerpo. Demonios, sí que dolía. Aún no estaba totalmente recuperado de la paliza que me dieron.

Aarón se sentó en el suelo con una mano en su espalda baja después de dejar caer nuevamente la maldita caja, yo seguía intentando respirar.

Me levanté tembloroso, mareado. No era el momento indicado para recuperarme.

—¿Cómo sabemos cual caja es? ¡¿Cómo coño las sacaremos?!—Preguntó como si lo que minutos atrás nunca hubiera sucedido.

Me estiré con fuerza sintiendo mi cuerpo crujir. Aarón me debía explicaciones, pero no era el momento ni el lugar. Aunque, muy en el fondo, sabía que me salvaría. O tenía la mínima esperanza.

—Tienes tanto que aprender—Susurré con pesadez. Pasé de largo sobre el esbirro, cogí mi arma y el silenciador que se había deslizado varios pasos.

Seguí caminando por la estancia y me encontré con una puerta, casi escondida, entreabierta. Por ahí debió de venir aquel esbirro. La abrí con cuidado. Ahí debería estar el verdadero contenido.

Habían unas escaleras que se dirigían a la parte baja del bote. La única iluminación que había venía del fondo. Bajé con cuidado con Aarón pisándome los talones. El aire se volvía cada vez más denso y la temperatura aumentaba. Parecía un completo infierno.

¿No crees que Franchesco ya debería volver?—Dijo una áspera voz en italiano.

¡Maldición, el puto cargamento venía de Italia!

No me lo podía creer. Los italianos eran mis principales aliados, si alguien se enterara que fui yo quién saboteó sus negocios... La reyerta que se armaría sería un completo caos.

Rusia contra Italia. La descripción perfecta para el infierno.

Suspiré. No, no sucedería. Encontraría a mi chica, asesinaría a quién la tocó y viviríamos felices para siempre. Le haría el amor todos los días y la besaría hasta el cansancio. Será solamente mía hasta el fin de nuestras vidas.  

Daemon PetrovDonde viven las historias. Descúbrelo ahora