Capítulo 62

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Gustavo

No podía respirar, al menos no correctamente.
Mi mente corría con pensamientos y mil imágenes chocando entre ellos. Sin pedirse disculpa, y volviendo a chocar.

Seguía viendo a Vanessa a los ojos, no podía moverme, me estaba costando mantener el control sobre mi cuerpo.
Tampoco podía mirar aún hacia su pancita.

Junto a mis pensamientos mi corazón también enfrentaba un carrera de varios kilómetros sin poder detenerse.

Ahora lo que ese Oficial había dicho tenía más sentido.

-No se preocupe, y una cosa- bajó la voz- le recomiendo mudarse y empezar de nuevo.

Él sabía. Era obvio.

Vamos Grier, concéntrate. La has buscado y amado por años, además era su única opción y su bebé no tiene la culpa. Piensa bien las cosas.

-¿Gustavo?- interrumpió Vanessa mi mente. Y enfocando de verdad mi mirada en su cara, logré ver esa carita llena de lágrimas y mordiendo su labio.

-Disculpa amor- besé su frente, a la vez que me levantaba del sillón que compartíamos.

-¿A dónde vas?- secó sus lágrimas. Y por más que quisiera abrazarla, ahora mismo necesitaba hablarlo con alguien. No me alejaría de ella pero necesitaba pensar.

-Iré con Drew, no te preocupes- tomé mi abrigo del perchero- acuéstate en mi habitación, no tardo de acuerdo.

Y sin poder evitarlo tomé su cara entre mis manos y la besé de la manera más tierna que pude.

-Duerme y descansa- apoyé mi frente en la suya y besando su nariz- no llegaré tarde.

Alejándome de ella, salí directamente hacía mi auto a la vez que sacaba el celular del bolsillo de mi pantalón.

-¿Drew?- hablé.

- Hermano, ¿cómo va todo?- respondió feliz, pero no pude responder - ¿Gus? ¿Está todo bien?

-Sí, pero necesito conversar con alguien, estoy agobiado.

-Claro, ven. Los chicos recién de fueron.

-Gracias- sonreí agradeciendo del buen amigo que la vida me dió.

No tardé más de treinta minutos en llegar a su casa, después de haber hablado.

****

-Es duro hermano- de rascó la nuca Drew.

-Bastante Drew.

-¿Pero piensas ayudarla?

-Por supuesto, la amo, no lo pensaré dos veces.

-¿Entonces qué haces acá?-se paro poniendo sus manos en jarra.

-¿Por qué lo dices?- lo miré extrañado.

-Deberías estar diciéndole todo esto, idiota.

-¿Tu crees?- estaba inseguro de qué decir y no enpeorar la situación.

-¡Claro! Años la esperaste- exclama- y sabías que algo tendía que haber cambiado, tu y Vanessa se merecen.

-Tienes razón - froté ni rostro con las manos.

-Lo sé- dijo tomando mis cosas- ahora toma y vete a tu casa a decirle eso y a abrazarla, idiota.

-Sí-me levanté- espero sepa entenderme- le hice una mueca de nervios- ya sabes, deseame suerte.

Nos abrazamos como hermanos que nos sentíamos y me fui directo con mi chica.

Vanessa

Apenas salió Gus no aguanté y rompí a llorar. Él no aceptaría a este bebé, solo era de ver cómo salió corriendo.

Comencé a secar mis lágrimas para dirigirme a una de las habitaciones de invitados del segundo piso. La casa de Gus tenía muy pocos cambios después de dos años, y aún podía recordar.

Nada más entré me acosté bajo las mantas, seguí llorando mientras abrazaba mi pequeñisimo vientre.

-No te preocupes amor, mamá siempre te amará- sonreí levemente aún con lágrimas.

Poco a poco comencé a sentir cansancio.

Gustavo

Todo estaba apagado en la casa, al parecer todos dormían. No pensé dos veces y corrí por las escaleras hacia mi habitación esperando ver a mi hermosa chica. 

Pero no estaba.
Y entré en tensión.

-¿Vanessa?- me asomé al pasillo.

Comencé a buscarla en el primer piso, quizás no la había escuchado pero no había rastro. Volví a subir a buscar por baños y habitantes incluyendo la de los chicos pero nada y sólo me quedaba una última puerta, y era mi opción final.

Dios por favor tenla ahí.

Abrí la puerta y pude después de varios minutos de tensión botar el aire y relajarme.

Ahí en la pequeña cama se encontraba ella tapada, acostada de lado. No dudé en acercarme, sacarme los zapatos, pantalones y acomodarme a su lado.

Acercándome lentamente a ella, la abracé por su espalda a lo que ella respondió únicamente acercándose más.

"Te amo" susurré en su oído.
Seguí abrazándola, acariciando lentamente hasta llegar a su pancita.

Los iba a apoyar, sin duda.

Si tenía que ser su papá, lo sería.
Los amaba mucho.

Inferno [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora