Lo bueno tiene condición.

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El primer día en cualquier parte nunca es fácil. Siempre tiendes a ver las cosas cien veces peor de lo que usualmente son. Camila lo sabía y por eso le gritaba a su lado racional que estuviera tranquilo cuando esta estuvo de pie en el enorme instituto con sus auriculares a tope con Strong as an Oak de Watsky.

—¿Podría estudiar desde casa?—le dijo la joven a su madre que estaba de pie junto a ella cuando se hubo quitado los audífonos—. ¿Aún estoy a tiempo de arrepentirme?

—Te prometo que todo estará bien—susurró su madre dejando un suave beso en su mejilla—. Para que te motives, al salir de clase podrás ir a comprar todo lo que necesites para tu cuarto de revelado de fotos.

—Pero no conozco la ciudad.

—Le puedes pedir a uno de tus nuevos compañeros que te acompañe.

—Tal vez lo haga—no lo iba a hacer. Camila estaba segura que en su primer día de clases, no podría conseguir un nuevo amigo, pero la latina se equivocaba.

Después de despedirse de su madre, Camila vago por los pasillos del enorme instituto—Tan solo dos meses y te gradúas. No debes tener miedo—mentalmente se repetía mientras trataba de ubicarse. Al cabo de unos minutos buscando la oficina, la cubana logró encontrarla. Allí el amable director le dio la bienvenida, le dio un horario y la ubicó en su salón. Para entonces, Camila estaba de pie frente a la clase de filosofía.

—Me llamo Karla Camila Cabello, pero prefiero que me digan Camila. Tengo dieciocho años. Soy cubana, pero los últimos años he estado viviendo en Virginia. Me gusta la fotografía y la comida mexicana—Camila respondió exactamente a todo lo que la vieja profesora le preguntó.

—Bienvenida Camila—dijo la mujer a cargo—. Siéntate junto a Hansen.

Camila miró con confusión a sus más de treinta nuevos compañeros tratando de descifrar cuál de todos se suponía que era Hansen—Aquí—fue cuando una joven al final de la fila levantó su mano. Camila tomó su liviana mochila y se sentó junto a la joven. No cruzaron más palabras, las jóvenes se quedaron en silencio hasta que la aburrida clase terminó. Había algo que no le había quedado claro a la de ojos avellana, por lo que optó por preguntarle a su nueva compañera.

—Hansen, disculpa ¿tenemos que entregar el ensayo reflexivo el 18 o el 20 de octubre...—su pregunta se vio interrumpida al ver que su compañera estaba profundamente dormida en su pupitre. Tan profunda, que la baba de su boca empezaba a mojar su cuaderno. La cubana se preguntó a si misma si debía o no despertar a su nueva compañera—Hansen. La clase terminó. Hansen despierta.

Después de unos largos minutos tratando de hacer reaccionar a la castaña oscura, esta finalmente despertó. Inicialmente no sabía dónde se encontraba. A Camila le hizo gracia aquello.

—También tengo clase de ciencias—en ese momento tuvo paz porque la joven la guiaría hasta su próximo salón—. Por cierto, me llamo Dinah, pero me puedes llamar la puta ama.

—¿Qué?—la miró esperando una mejor explicación. A lo que ella estalló en carcajadas que se veían opacadas por el ruido de los demás estudiantes.

—Es broma—miró la joven—. Veo que reconocer bromas no es lo tuyo.

Llegaron hasta el salón de ciencias, por lo visto a su nueva compañera tampoco de agradaba los temas de la asignatura porque no tardó en volver a dormirse. Nuevamente, Camila tuvo que presentarse frente a la clase. Ella odiaba esa sensación de ser observada por cada par de ojos que se encontraban en el salón, pero era algo con lo que tenía que cargar por ser la chica nueva. Al terminar la clase de ciencias, ni Dinah ni Camila tenían más clases, así que salieron del instituto.

Te Has Ido | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora