Espíritu amargo.

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Tan pronto se enteró de las terribles noticias, Lauren Jauregui dejó lo que tenía en sus manos y corrió hasta el auto de su padre. La latina condujo hasta donde su amiga Camila, esta se encontraba en la estación principal de policías de Oregón; no le importo la avanzada hora que marcaba su reloj de pulsera, ya que ella quería asegurarse que Cabello tuviera la debida compañía y protección. Sus padres no se opusieron ante el impulso de su hija dado a que ellos conocían muy bien lo dura de cabeza que podía llegar a ser Lauren; también, porque en parte sospechaban de los evidentes sentimientos que ambas chicas sentían y que hasta ese día habían luchado por esconder.

La joven de ojos color glauco llegó a la estación de policías en un tiempo record. Jauregui excedió los límites de velocidad un par de veces y pasó dos semáforos en luz roja, pero eso a ella no le importó dado a que solo podía pensar en Camila; Lauren siempre fue una mujer muy centrada. Tenía sus prioridades claras, y una de ellas siempre sería Camila Cabello. Cuando llegó a la estación, Lauren entró, de golpe, que el lugar estaba a reventar de uniformados (bueno, eso es lo que uno espera cuando entra a una estación de policías). Sus ojos vagaron desesperadamente buscando alguna señal de la cubana que tanto amaba hasta que la encontró sobre uno de los incomodos asientos sollozando. Parecía como si Camila quisiera hacerse pequeña y desaparecer. La menor temblaba y estaba más pálida que la misma Jauregui. Lauren notó que sus ropas estaban empapadas por causa de sus lágrimas. Lauren Jauregui mentiría si dijera que no le dolió ver a Cabello en ese estado.

Camila Cabello nunca había perdido a alguien en toda su vida, misma vida que no superaba los veintiún años. Nunca perdió a alguien, y mucho menos de esa manera tan atroz. Sus abuelos murieron mucho antes de que la cubana naciera, y tampoco tenía otros familiares aparte de sus padres. Ni siquiera había sentido el dolor de la perdida de una mascota ya que nunca había tenido alguna. Camila desconocía el rostro del dolor hasta ese día.

Ese día Camila conoció el dolor. Supo que el dolor tenía el poder de transformar las buenas memorias en algo que te desgarraba sin piedad. Jamás pensó que al recordar sus pasados cumpleaños rodeada de sus padres lloraría sin consuelo, o que sollozaría al evocar las pasadas cenas navideñas; Cabello lloraba porque esas buenas memorias nunca volverían a repetirse. Nunca. La cubana tenía la esperanza de que con el tiempo, el dolor fuera disminuyendo y ella haciéndose una idea de la pérdida. Quizás podría aprender a vivir con el vacío, quizás más adelante la existencia no la haría padecer tanto. Sin embargo, aún no llegaba ese momento y quizás nunca llegaría.

Lauren sin preguntar, condujo hasta su casa donde sus padres consideraban a Cabello como una hija más. Allí Jauregui se encargaría de proteger a Camila con su vida si así la situación lo requería. Tan pronto llegaron a la morada de los Jauregui, Camila se refugió entre las sabanas de la cama de Lauren. Como era de esperarse, Lauren se acostó junto a ella rodeándola con sus finos brazos. Para ese punto, nuevamente Camila Cabello estaba sollozando sobre el pecho de Lauren mientras esta dejaba suaves caricias sobre su espalda. Lauren desistió de tratar de calmar a la cubana porque sabía que era una pérdida de tiempo, por lo que la dejó llorar. Lo mejor para ella era que se desahogara y Lauren la acompañaría en silencio tratando de no llorar también porque, según Jauregui, alguien tenía que ser permanecer fuerte. Sin embargo, Lauren sabía muy bien que el dolor de Camila también era su dolor, y lo sentía como nadie lo había hecho, y podría sangrar junto con ella, y, si fuera necesario, pondría la vida de Camila antes que la propia. El nuevo refugio de Camila eran los brazos de Lauren. En ellos estuvo de luto, en ellos vivió la áspera tristeza, y en ellos se sintió segura aunque sin dejar de lado el áspero sabor de la melancolía.

Durante los siguientes dos días, Cabello se sumergió en una justificada depresión; solo se bañaba si Lauren la ayudaba, no comía a menos de que Lauren la obligara, no hablaba a menos de que fuera completamente necesario. La nueva morada de la cubana era la habitación de Lauren Jauregui ya que no había poder humano que la hiciera salir de allí. Tampoco ayudaba el hecho de que la policía estaba encima de la cubana a la espera de una declaración dado a que ella era la única testigo. La única que había visto las caras de los asesinos había sido la hija de los científicos. La policía no era del todo inútil, ellos sabían o tenían una idea de quienes habían sido los autores del horrible crimen. No había que ser un genio para deducir que la muerte de los padres de Camila y la de otros químicos de la ciudad había sido causada por las manos del cartel ruso que operaba en la zona el cual se había quedado sin cocinero por esos días, por lo que los dejaba como principales sospechosos. Sin embargo, tenían que corroborar esa teoría con la única sobreviviente de la familia.

Te Has Ido | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora