Capítulo 36

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Aun abrazadas en medio del templo de Nepal, la felicidad invadió los cuerpos de las dos jóvenes. Lauren y Camila sintieron como la desesperanza y la nostalgia que las había acompañado por tantos años de repente desapareció de sus vidas. Ellas estaban juntas y no habría nada que las pudiera volver a separar. Duraron aferradas la una a la otra durante mucho tiempo ya que habían perdido el sentido del tiempo. Cuando sus brazos se acalambraron, Lauren tomó la mano de la única mujer a la que había amado, y la guió afuera del templo donde no había tantas personas. Camila seguía sin comprender completamente lo que había sucedido. Pero, ¿quién la podría culpar? Había soñado tantas noches con volver a tocar a la de ojos verdes, de hecho, ese era su sueño más recurrente, pero, para ese entonces, lo veía como una ilusión imposible.

—¿Cómo es que me encontraste? —difícilmente articuló palabra la oriunda de Cuba sin apartar sus brillosos ojos de la columnista. Para ese entonces caminaban por la enorme plaza que yacía junto al enorme templo. Los locales continúan con sus actividades relacionadas con el comercio emitiendo un ruido ensordecedor del que Camila estaba acostumbrada.

—Te busqué —sonrió Lauren mientras seguía caminando con la mano de Camila agarrada. Su cara irradiaba la pura felicidad y no había nada que pudiera quitarle eso— y te encontré.

—No es justo. Tienes que decirme más. ¡Dios! Esto parece un sueño —exclamó Camila pegándose más a Lauren. El cielo brillaba, pero el ambiente era frío y la algarabía de la ciudad parecía no ceder—. Dinah me dijo hace tiempo que las chicas sospechaban que tú creías que yo seguía con vida, pero también dijo que parecía que te habías rendido.

—Nunca me rendí —entonces se detuvieron en la mitad de la plaza. Lauren miró a su amada y le dio la sonrisa más tierna y sincera de su vida—. Nunca dejé de creer en ti, o en nosotras.

—Eres increíble —la cara de Camila dolía de tanto sonreír. Sus mejillas empezaban acalambrarse; por primera vez en mucho tiempo, la cubana volvía a sentir esa inigualable sensación—. De verdad pensé que no volvería a verte. Entonces, ¿encontraste el mensaje en el libro?

—Sí, pero tarde un poco en encontrarlo —contestó evocando todos los años que le tomó el haber encontrado el párrafo encriptado.

—¿Un poco? ¿Qué tanto? —Camila la miró curiosa notando como las mejillas de la latina de ojos verdes se sonrojadan levemente.

—Lo encontré hace un par de meses —contestó mientras rascaba su pálido cuello.

—¿Qué? —casi gritó aun de pie en media plaza. Esa plaza, al igual que el resto de edificaciones, estaba hecha por adobes rojos y opacos—. Pensé que no tardarías tanto tiempo en encontrarlo. Era tú libro favorito. Pensé que lo hallarías con facilidad.

—Me tomó un poco releer el libro —musitó—, pero eso no importa ahora. ¿Verdad? —añadió Lauren avergonzada por haber tardado tanto en encontrar la fundamental pista—. Lo que importa es que estamos juntas finalmente.

Ambas jóvenes continuaron caminando por las pobladas y ruidosas calles de Nepal. Se tomaban sus manos con tanta firmeza que parecía que tuvieran miedo de soltarse. Tenían miedo de volverse a separar. Caminaron despacio mientras Camila le contaba con lujo de detalles puntuales sobre la ciudad, especialmente detalles fundamentales sobre la gastronomía. Las sonrisas de ambas chicas eran tan genuinas y radiantes. Cualquier persona podría envidiar la felicidad de ambas jóvenes. Cualquiera hubiera dado todo para poder sonreír de esa forma, tan real y tan hermosa.

—¡El idioma es un asco! Anoche terminamos ordenando riñones de cabra —se quejó Lauren mientras Camila se burlaba de la mala fortuna de su amada.

Te Has Ido | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora