Capítulo 26

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Al parecer tener la cabeza vuelta un desastre era una nueva costumbre para Lauren Jauregui; para ella, simplemente, todo era abrumador. Cuando la latina salió del apartamento, siendo la primera en abandonar la pequeña reunión, Lauren llamó a Eliza. La columnista tenía la necesidad de desahogarse con alguien, y la indicada era la señorita Hill. Luego de dos intentos, Eliza contestó un poco exaltada su teléfono celular cosa que no era propio de ella.

—¿Todo bien? —preguntó extrañada Jauregui.

—Sí. Es solo que estoy un poco ocupada ahora. ¿Te importa si te llamo en media hora?

—Adelante.

Cuando Eliza finalizó la llamada, pudo volver a concentrarse en su trabajo, o más bien fechoría. Eliza Hill se sorprendía de ella misma porque muchas veces en lugar de parecer la heroína, parecía la villana. La joven se apresuraba a teclear palabras claves en el computador de su padre, mismo computador que aun guardaba algunos archivos relacionados a los casos de cuando el hombre estaba en la fuerza. Luego de casi dos meses tratando de atinar a la contraseña, la joven lo había conseguido; este era el nombre del viejo equipo de béisbol al que perteneció cuando estaba en la secundaria.

La primera búsqueda fue el nombre completo de la cubana amiga de Jauregui. La búsqueda arrojó resultados que Eliza ya conocía de memoria. Sin embargo, hubo uno que llamó la atención de la castaña. Un detalle que no había sabido, y uno que los medios habían pasado por alto. Aquel detalle solo le daba más fuerza a sus sospechas.

—¿Eliza estas en casa? —el grito de su padre llegando la sacó de sus conjeturas. Rápidamente, Eliza tomó una foto de la pantalla mientras se prometía que volvería por más información.

—Sí papá —dijo con fuerza—. Voy en un segundo.

Apagó el computador y se apresuró a bajar a la cocina donde apostaba que se encontraría con su papá bebiendo un refresco de la nevera. Eliza había estado quedándose con su padre desde que había terminado con su exnovio. Eliza Hill y su pasado novio habían estado compartiendo un pequeño apartamento cuando toda su relación se destruyó. La castaña no tuvo otra opción que refugiarse donde su padre Paul Hill.

—Papá, ¿me prestas tu motocicleta? Una amiga me necesita urgente —dijo la castaña apenas estuvo frente a su progenitor.

—Tómala pero conduce con cuidado —contestó el hombre sabiendo que Eliza era muy prudente a la hora de manejar—. ¿Otra vez vas a ver a Julia?

—No, esta vez es otra amiga —contestó mientras tomaba las llaves de la moto.

La castaña condujo hasta la residencia de Jauregui. Dejó la moto junto con el casco en el parqueadero del edificio y se dispuso a subir hasta el octavo piso. Hill arregló su cabello en el espejo del ascensor junto con el suéter gris que estaba usando. Cuando las puertas del elevador se abrieron, Jauregui yacía estática frente al elevador con una cara que Eliza no pudo descifrar a primera instancia.

—Averigüé algo —pronunció Lauren tan pronto Eliza estuvo fuera del ascensor.

—Hola para ti también —con tono de broma, dijo Eliza Hill—. Estoy bien, gracias por preguntar.

A lo que Lauren rodó sus ojos ganándose una pequeña risa de la castaña. Ambas mujeres se adentraron al apartamento de la columnista. Las cosas estaban exactamente como Eliza las recordaba. A la policía le resultaba un poco obsesiva la limpieza del apartamento de la periodista.

—¿Algún día voy a ver este sitio desordenado? —se mofó la policía.

—¿Qué?

—Olvídalo —musitó Eliza—. También averigüe algo, pero tú habla primero o explotarás.

Te Has Ido | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora