Capítulo 31

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Al parecer cuando deseas que un día llegue, el tiempo parece transcurrir de una forma irracionalmente lenta. Así le sucedió a Lauren durante la espera de su vuelo a Nepal. Durante esos eternos días, Eliza Hill logró convencer a la columnista de ir a ejercitarse al parque con ella. Inicialmente, la rutina de la policía golpeó con fuerza a la periodista, pero con el pasar de los días, todo empezó a ser más fácil. Hill no lo decía en voz alta, pero ella estaba tratando de desintoxicar a Jauregui. Su misión personal era mantenerla sobria e irla introduciendo de a poco a los buenos hábitos. Y vaya que lo estaba logrando.

Al principio, Eliza Hill insistió en que ella se pagaría su tiquete Nepal, a lo que Lauren se negó alegando que todo había sido su idea y que ella sería la cubriría los gastos. Hill aceptó ya que Lauren parecía que no cambiaría su idea. La policía pidió sus días libres de vacaciones para poder llegar hasta el final de la investigación. Eliza estaba completamente comprometida con encontrar a Camila. Un día antes de partir, las dos mujeres se reunieron en el apartamento de la columnista con el fin de ultimar todos los detalles del viaje.

—¿Qué debería llevar para Camila? —preguntó la columnista mientras miraba su maleta abierta sobre la ordenada cama. Eliza mientras tanto bebía la limonada que había acabado de hacer.

—Creo que con tu presencia bastará —sonrió con picardía logrando enrojecer las mejillas de la periodista—. Pensándolo bien, algo de lencería no vendría mal.

—Cállate Eliza —masculló la latina haciendo reír más fuerte a la policía—. ¿Cómo vamos a lidiar con el idioma? Eso es algo que realmente me preocupa.

—¿Lengua franca? —inquirió la policía al tiempo que se sentaba sobre la cama de la columnista.

—Nepal está muy lejos de ser un país tercermundista, dudo mucho que las personas hablen una lengua además de la nacional.

—He aprendido un par de oraciones y compré un diccionario. Eso debe servir de algo.

El vuelo era uno bastante largo, pero a Eliza parecía no importarle. La castaña siempre se mantuvo muy abierta a cualquier conversación. Lauren por su parte, estaba tratando algo nuevo en su vida, estaba dejando entrar a alguien. Por lo que aprovecharía las horas que duraría el eterno vuelo para conocer mejor a la policía. Cabe aclarar que el par de chicas evitaron volar con la aerolínea para la que Dinah trabajaba. No fueran a tener la terrible suerte de encontrarse a la polinesia y todo por lo que habían luchado se les cayera encima.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo Lauren con algo de recelo en si voz. No acostumbra a interesarse en otros además de ella misma.

—Claro, Lo. Lo que sea —contestó inmediatamente la policía, misma que se estaba acomodando por enésima vez en su pequeño asiento con una manta azul cortesía de la aerolínea. Esta había optado por llamar a Lauren con el diminutivo Lo.

—¿Por qué me estas ayudando? —era la tercera vez que la columnista preguntaba eso. Al parecer, para la joven de ojos color glauco, era bastante inusual el encontrar un apoyo incondicional como el de Eliza Hill.

—¿Aun tienes dudas de mí? —bromeó Eliza al tiempo que le daba un trago al jugo de manzana que una de las azafatas le había dado junto con la manta.

—No es eso. Tú sabes que no es así —se apresuró a explicar torpemente—. Es solo que me resulta bastante descomunal.

—¿Descomunal? No sé si ofenderme o reírme, Jauregui —comentó la policía con su inquebrantable buen humor.

—Tú me entiendes —continuó hablando la columnista—. La ayuda no cae del cielo. Y mucho más teniendo en cuenta cómo te traté cuando te conocí. Lo lamento —musitó la periodista.

Te Has Ido | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora