Valió la pena.

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Camila Cabello estaba absorta mirando el húmedo cristal de su habitación. Tenía antes sus ojos una versión difusa de la calle en donde vivía. La neblina empezaba a ocultar las lejanas copas de los árboles que yacían en el distante horizonte. Aquella vista, sin duda alguna, era lo que más la enamoraba de su habitación. Este paisaje había sido uno de los más frecuentes protagonistas en sus fotografías.

Luego de la graduación, Camila se sumergió en una especie de limbo en el que, la joven cubana, no sabía que decisión tomar con respecto a su futuro. En ese limbo, casi todos los recién graduados se han encontrado. Por un lado, Camila Cabello tenía la oportunidad de estudiar fotografía en uno de los institutos locales, por otro lado, siempre podría intentar seguir los pasos de sus padres, hombres de ciencia. Por suerte, aún tenía todas las vacaciones para pensárselo mejor y todo el apoyo de sus progenitores.

—Estas vacaciones van a estar muy aburridas—se quejó contra la bocina de su teléfono celular—. Ni tú, ni las chicas están.

Lo cierto era que sus amigas estarían fuera de la cuidad para celebrar las festividades con sus familiares lejanos. Muy pronto sería fin de año y la navidad estaba por llegar, saber eso, hacía que el corazón de Camila Cabello se encogiera. En parte, ella envidiaba a las personas que tenían familias numerosas, así como Dinah, ya que el círculo familiar de Camila se reducía a ella, su madre y su padre. Solo eran ellos tres y eran muy unidos.

—Solo llevo una semana fuera de la cuidad, ¿tan pronto me extrañas? ¿Acaso debería regresar a Oregón para acompañarte?—contestó la de ojos verdes mientras se reía.

—Tal vez—y ahí estaba de nuevo sus típicas indirectas—. Puede que te extrañe un poco, pero solo un poco.

—¿Solo un poco?—dijo la aspirante a periodista con una fingida decepción.

—Solo un poco.

—Está bien, supongo que si no me extrañas lo suficiente, tendré que regresar a Washington donde mi aburrida abuela—Lauren Jauregui se había ido a pasar festividades con su familia. La casa de su abuela estaba casi en el borde de la frontera con Canadá en el estado de Washington. A Camila no le hizo nada de gracia el saber que su amiga se iría por una corta temporada.

—Espera, ¿Cómo que regresar?

—Regresé, pero tú no me extrañas lo suficiente. Debería regresar con mi aburrida abuelita—dijo la de ojos verdes.

—¿Regresaste?—Camila seguía sin entender que estaba pasando.

—Abre la puerta—dijo la joven sin dar respuesta a la pregunta de la cubana.

Casi a tropezones, la joven Cabello se abalanzó contra la puerta de madera que permanecía cerrada. Cuando vio que efectivamente Lauren Jauregui estaba esperándola del otro lado, Camila no pudo evitar el sonreír como una estúpida. Inmediatamente, se lanzó contra los brazos de su amiga tal y como si hubiera transcurrido años sin verse. Les resultaba tan extraño, a las dos jóvenes, esa cercanía que habían desarrollado con casi dos meses de amistad. Era como si fueran amigas de la infancia, o como si se conocieran de otra vida.

—Pensé que solo me extrañabas un poco—dijo la joven de ojos verdes cuando tuvo a su amiga Camila entre sus brazos.

—Te mentí. Te extrañé demasiado, Lauren.

—Yo también te extrañé.

Estuvieron refugiadas en los brazos de la otra durante varios minutos. Era como si todo el mundo desapareciera y solo ellas existieran. Era muy raro pero era tierno. Ni Camila, ni Lauren habían llegado a sentir tal cercanía, no con tal intensidad. Eso era nuevo para ellas. «Supongo que es porque somos muy compatibles. Debe ser eso.» Era lo que Lauren se repetía cuando empezaba a dudar de la naturaleza de sus sentimientos. «Solo llevamos dos meses de amigas, y ya siento cosas raras por ella. Tranquila, es solo confusión por la edad.» Se decía Camila casi siempre que veía a Lauren.

Te Has Ido | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora