Capítulo 37

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Con la enorme luna y los millones de millones de estrellas como cómplices, ambas mujeres continuaron caminando hasta la modesta residencia de Cabello. La conversación surgió con tal fluidez que parecía que las dos chicas se hubieran quedado estancadas en el tiempo. Hablaban de todo y de nada en específico siendo Lauren la autora de varias bromas que le causaron carcajadas a la joven cubana de veintiséis años. Su sentido del humor tan elocuente y sarcástico no había sufrido mutación durante el pasar del tiempo. Las calles estaban repletas, pero ellas no tenían ojos para los demás transeúntes. Todo era perfecto: Nepal, Camila y Lauren. Al llegar a la pequeña y modesta residencia de la cubana, Lauren tuvo que tener cuidado al entrar dado que esta estaba en completa oscuridad. Al encender la luz, la joven columnista notó el gran desorden que yacía sobre la cama y como la cocina, que estaba junto a la habitación, estaba casi vacía salvo por un par de vasos. Todo era como un pequeño salón que no tenía divisiones salvo por el baño.

—Me disculpo por el desorden —pronunció Camila al abrir la puerta de su pequeña morada—. No suelo recibir visitas.

—Ni siquiera tus malos hábitos han cambiado —susurró Lauren mientras envolvía a Camila en sus brazos nuevamente esa noche. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces lo había hecho desde que la encontró—. ¿Verdad?

—Supongo que tienes razón.

—Pero has cambiado en algo —dijo Lauren al oído de Cabello haciendo que un escalofrío recorriera su espina dorsal.

—¿En qué he cambiado?

—Ahora eres mucho más hermosa —contestó la periodista dejando un beso en la mejilla de la cubana—. Luces mucho más madura y sofisticada.

—Puedo decir lo mismo de usted, columnista Jauregui —dijo girándose astutamente para quedar a pocos centímetros de la cara de la mayor—. Eres mucho más hermosa de lo que recordaba.

—Así que, ¿le pediste a Dinah una foto mía? —preguntó la periodista. Aquella era una de las tantas interrogantes que aún seguían rondando su cabeza.

—Tal vez —no pudo evitar sonrojarse ante la acusación de su amada. Había sido atrapada con las manos en la masa; solo era cuestión de tiempo para que Lauren encontrara esa fotografía que yacía enmarcada junto a la pequeña mesa de noche que estaba junto a su desordenada cama—. La verdad es que sí, pero ¿me puedes culpar? De verdad quería verte. Dinah me había hablado de lo increíble que lucías esa noche. Tenía que verte.

—Eso es muy tierno de tu parte —contestó Lauren sin dejar de sonreír como idiota.

—No tengo asientos, pero si quieres, te puedes poner cómoda en mi cama —Camila entonces se alejó de Lauren para poner la rosa, la cual aún llevaba en su mano, en un vaso con agua.

Lauren entonces se dirigió a la desordenada cama, evocando cuantas veces tuvo que ordenarle el cuarto a Camila Cabello cuando aquella se encontraba ausente. Lauren siempre se caracterizó por ser una mujer sumamente ordenada, siendo Camila lo opuesto de ella. Cuando estuvo junto a la cama, la latina de ojos verdes notó la gran cantidad de fotografías que estaban esparcidas sobre la superficie. Para ese entonces, Jauregui empezó a acomodar las imágenes en una pequeña pila detallando una por una tratando de no perderse ningún detalle. Una lágrima amenazó con rodar libremente por su mejilla ya que muchas veces llegó a pensar que jamás volvería a admirar el trabajo de su amada.

—¿Estas bien? —preguntó la cubana al ver la melancólica expresión de Lauren.

—Estoy perfecta —sonrió en dirección a donde estaba la cubana de pie, misma que estaba usando ropa cómoda con algunos estampados relacionados con la cultura nepalí—. Es solo que creí no volvería a ver tu trabajo. Fueron días muy duros.

Te Has Ido | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora