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Dejé las llaves de la camioneta en el mueble recibidor y encendí las luces encontrando a Blake a los pies de la escalera de brazos cruzados.

—¡¿Dónde coño estabas?! ¡Son las putas tres de la mañana, Lía! —gritó.

—Estaba en casa de mi amiga, te lo dije. Perdóname, se me fue la hora. 

Sí, había estado en el hotel con Luke, pero luego del beso decidí que debía regresar. Seguía estando con Blake, por más que no quisiera, debía respetar mi relación.

Dio unos pasos hasta mí y besó mi frente. 

—Me asusté tanto, bebé, vamos a dormir, ¿sí? —asentí insegura y le seguí hasta nuestro cuarto. 

En la habitación fui al baño para cambiarme de ropa y desmaquillarme. Me sentía feliz, el hombre que estaba fuera de mi cuarto pronto sería el que de verdad quería. Mañana dejaría a Blake. 

Salí del baño ya lista y me recosté en mi lado de la cama, lo más al borde de la cama para no tocarlo, como siempre. Tampoco sirvió mucho, agarró mi cintura y tiró de mí para hacer cucharita.

No protesté, lo mejor sería mantenerme callada y fingir dormir.

Su mano se deslizó por las sábanas y se metió dentro de mi pantalón, muy cerca de mi zona intima. Se movió para pegar su miembro en mi culo.

—Blake... no tengo ganas —alegué intentando tomar distancia, pero no me lo permitió.

—Vamos, sí no tienes que hacer nada —murmuró.

Sus dedos agarraron el dobladillo de mi pantalón y lo tiró hasta abajo. Di un salto alejándome y encendí la luz.

—No quiero —afirmé, aunque la voz me salió un poco temblorosa. 

Tenía miedo.

Bufó cansado y se dio media vuelta.

—Bien, coño, que quiero hacer sentir bien a la mujer que amo y me rechaza, con razón nadie quería follarte, solo mírate. Calientapollas —insultó con rabia.

No protesté, me hice bolita en la cama y rogué para que no me volviera a tocar por el resto de la noche. Un par de lágrimas se me escaparon. Quisiera o no, me hería.


A la mañana siguiente Blake ya no estaba en la cama. Me alegré de ello.

Bajé a la primera planta encontrándome el desayuno servido en la mesa del comedor y un Blake sonriente al lado. 

—Te preparé el desayuno, debo ir a trabajar pero quería hacer feliz a la futura señora Weelbrook —sonrió mostrando un anillo.

—¿Qué? ¿Ni siquiera puedo conservar mi apellido?

Sabía que no me casaría con él, pero de todas formas la idea de que no me permitiera mantener mi nombre me perturbaba. 

Caminó hasta mí y sujetó mi mano con delicadeza para poner el anillo en mi dedo anular. Era de plata con un diamante enorme en el medio. 

—Claro que no, bebé, es una tradición en mi familia que todos tengamos el mismo apellido.

Miré mi mano con disgusto, pero disimulé. Debía decirle rápido que no había aceptado su propuesta. 

—Blake, necesito que me escuches un poco.

—¡Le pediré a mi mamá que empiece los preparativos! —interrumpió emocionado.

someone to you; luke hemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora