Capítulo: 15

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¡Quítenmela de en frente, porque juro que la mato! pudo descifrar, desde su lugar, el notario en el rostro rojo de Terry quien, al atender Candy el llamado del abogado, salió del despacho porque, debido al estresante momento, se sentía capaz de retorcerle el pescuezo a su joven madrastra.

Ésta, habiendo ido a lado del funcionario legal, observó junto con aquél, cómo el hijastro mayor abandonaba la sala seguida de Tony el cual ¡atónito! primero la había mirado a ella; pero después y favorablemente, se decidió por emprender carrera y seguir a su energúmeno hermano.

Pero mientras Tony daba alcance a Terry, Candy escuchaba del abogado:

– No sé qué cosa le haya dicho al joven Grandchester; y tenga por seguro que no me interesa. Pero el consejo que voy a brindarle, sería muy bueno que lo tomara en cuenta.

– Entiendo de lo que habla.

– ¡No, no, señora, considero que no lo entiende! –. Ante lo alterado de la voz, la mujer irguió su espalda, enarcó una ceja y escucharía: – Al impugnar el testamento, los afectados no sólo serían Terry ni Tony, sino usted misma y muchos otros.

– Lo sé.

Con desfachatez, Candy tomó asiento, riendo burlona del desconcierto en el rostro de su interlocutor el cual, ingenuo, preguntaba:

– Y aún sabiéndolo, ¿se atrevería a llevarlo a cabo?

– ¡Por supuesto! – dijo ella; y él, titubeante..

– Ahora soy yo, quién no la entiende.

– Y no es necesario que lo haga.

Cínica, Candy cruzó una pierna y se miró sus bien cuidadas uñas conforme era interrogada:

– Pero... ¿acaso no es la fortuna de los Grandchester lo que busca?

– Señor Licenciado –, la mujer se puso de pie; y en lo que caminaba hacia él, le sentenciaría: – concrétese a hacer válida la carta que le entregué sino quiere que sus queridos amigos ¡se vean sin un centavo en la cartera ya que las cuentas de banco se congelarían y ninguno disfrutaría de ese dinero!

– Le juro que no llego a entender ¡cuáles son sus intenciones, señora!

– Ya lo sabrá a su debido tiempo, Señor Johnson. ¡No coma ansías, porque puede ser de un momento a otro. Para ser exactos, en cuanto reciba la visita de mi abogado –, finalizaba al desearle: – Buenas noches –. Y Candy sonrió ampliamente del total aturdimiento que provocó en el hombre el cual, al girarse ella en busca de la salida del despacho, dejó a sus espaldas.

Por otra parte, Tony al haber buscado inútilmente a Terry, se topó con Stear a quien informaba:

– Papá dejó afuera el jeep; se montó en ello y se fue. ¿Qué pasó?

El rapazuelo empleado imitó a su joven patrón. Éste cruzó sus piernas, se sentó sobre el césped del jardín; y ahí, tristemente, compartía:

– Tendré un hermano. Papá, además de dinero, nos dejó un hermano.

– ¿Cómo? No entiendo.

– Candy está embarazada

Stear aprovecharía la oportunidad para intrigarlo:

– ¿Y estás seguro que es de él?

– ¡Stear! – Tony reclamó y clavó la mirada en su amiga al aseverarle: – ¡Claro, porque Candy no es mala!

– ¿Por qué la consideras buena cuando tú y ella tuvieron algo que ver?

– ¡¿Tú, cómo lo sabes?!

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