Capítulo: FINAL

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Sin poder salir de la impresión que le causó su presencia, después de ofrecer un vaso de agua fresca, Candy se sentó a un lado de su patriarca el cual comenzaba a decir:

– Graham y yo nos conocimos exactamente en el barco que nos trajo a América. En mi querida Italia, yo trabajaba para una carnicería; él, en Glasgow, se dedicaba a la venta de pieles. La depresión de aquellos años alcanzó a nuestras familias y nosotros, los jóvenes, tuvimos que buscar nuevos horizontes. Así que al desembarcar en Nueva York, yo, entusiasta, logré conseguir lo que sería nuestro primer trabajo: justo en la construcción del edificio al que llamaron Empire State.

– Meses después de ardua labor y con suficiente dinero en los bolsillos, decidimos emprender el viaje hacia el Medio Oeste encontrando a su paso, nuestra segunda fuente de ingreso dentro de la vía ferroviaria de la Unión Pacífico cual compañía le mandó a él a California y a mí aquí, a Nebraska, donde yo optaría por echar mis raíces mientras que Graham seguía buscando "árbol dónde construir su nido"; pero a pesar de las distancias, en ningún momento perdimos comunicación, contándome él todos los sitios que ya había recorrido y de los cuales ¡sacaba excelente provecho! mas ninguno, como todo viejo lobo de mar, le gustaba para encallar.

– Cuando yo le compartí de la adquisición de un pequeño rancho con tierras que me darían de comer a mí y a mi familia que comenzó a llegar, Graham, en su próxima carta me anunciaba su llegada. Por supuesto yo le recibí con los brazos abiertos. Cuatro años habían transcurrido desde la última vez que nos habíamos visto. Así que por él, los gastos de bienvenida, no cercenaron.

– Esa vez, conforme le presentaba mi sedentaria morada, a él le surgió una idea que no me pareció del todo descabellada: criar ganado bovino, del cual yo aprovecharía las carnes mientras que él se beneficiaría con las pieles. Entonces, invirtiendo nuestros pequeños ahorros, juntos la echamos a andar. Sin embargo, tres meses nos duró el gusto, porque en el transcurso del cuarto, de la noche a la mañana, Graham desapareció dejando únicamente: una escueta nota, dándome las gracias por la hospitalidad brindada.

– Como éramos jóvenes, yo no le tomé a mal su repentina partida sino que, de todo corazón le deseé la mejor suerte en el mundo. Lo malo que pasado ese "mal negocio" llegarían muchos más, porque cada vez que Graham venía a mí, ¡siempre le cooperé con sus locas ideas! siendo la última de ellas: la compra de todas estas improductivas tierras –, el nostálgico abuelo de Candy, desde su silla mecedora que adornaba el sencillo porche, las señaló. Pero el oyente, intrigado, cuestionaba:

– ¿Nunca las trabajó?

– Sólo una vez, y fue para traernos desgracia – Bart-B, ante un crudo recuerdo, un escalofrío le recorrió por todo el cuerpo; luego sacudió la cabeza, y ya despejada su mente continuó relatando:

– Aquella tarde la recuerdo bien, montado en un extravagante vehículo, Graham nuevamente apareció. Su actitud amigable y desenfadada era la de siempre, y yo no podía mostrarme indiferente con él quien, después de envolvernos en un sincero abrazo, me pidió ir con él, maravillándome cuando me señaló todo esto –, el anciano perdió su vista en ello, – y a punto de un colapso en el momento que confirmó: – ¡Todo pasará a ser tuyo!

– Mi rostro incrédulo le hizo soltar una fuerte carcajada; y de su chaqueta sacó, unos papeles conforme me decía: Aquí tienes las escrituras y me las entregó. Sin salir de mi asombro, las recibí para abrirlas y confirmar que sí, efectivamente ahí estaba mi nombre grabado.

– Él palmeó fuertemente mi espalda y con ello, me despertó de mi letargo. Así que lo primero que hice fue rechazar su "regalo". Sin embargo Graham me había dicho: Por ahora eres dueño de la mitad. Yo soy de la otra, pero entre los dos, haremos juntos ¡una gran fortuna!

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