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Las nubes cubrían gran parte del cielo esa mañana volviéndola oscura y pesada, pero eso no impedía que JiMin sonriera como siempre.

Era un día lunes, su reloj activado por la alarma marcaba las siete y media de la mañana, con tranquilidad se vistió con el uniforme de su escuela y tomó la mochila después de haberse percatado que no le faltara nada, ni su estuche, ni los materiales que su padre había ido a comprar ayer a las dos de la mañana.

Le regañó eso era obvio, pero gracias a los variados contactos que poseía su padre ambos lograron conseguir todos los materiales antes de las tres de madrugada, riendo con entusiasmo por el recuerdo bajó las escaleras de su casa mirando los cuadros que decoraban la bajada, cuadros de él y su familia, unidos y felices.

En el último escalón saltó riendo, estaba de buen humor, algo muy común en él aun así fuera un lunes oscuro y tedioso.

Caminó a la sala encontrándose con tres hombres mayores hablando pacientemente con su padre, aquellos señores presentes en la sala vestían trajes y gorros borsalinos, heredados de sus antepasados por generaciones o hechos de la mano de los mejores costureros.

Aquellos atuendos eran muy reconocidos por ser usados en las películas de mafias y pandillas, por representar a la más baja y peligrosa clase en la sociedad, y era asombroso como el destino parecía jugar con las cosas más obvias, ya que, aquel estereotipo le sentaba perfecto a la familia de JiMin.

La familia Park manejaba una de las mafias más influyentes y poderosas en el mundo del contrabando, eran conocidos por todos lados, eran los mejores en aquello que se propusieran, tanto que ni siquiera la policía y el estado podían con ellos.

Pero toda aquella fama no significaba que su identidad estuviera revelada, que solo por salir a la calle los reconocieran cual celebridad, todos sabían que la mafia "Keycha" era muy peligrosa, de eso no había duda, pero nadie sabía quién se encontraba tras el nombre y los contrabandos, la vis-abuela de JiMin había sido muy precavida en ese aspecto, en ocultar toda información de su familia, en protegerlos mientras ella hacia dinero rápido y fácil para mantenerlos, si no fuera por ella, por esa fundadora de Keycha, nada sería como lo era ahora en su vida.

Keycha con los años pasaba de generación en generación y pronto pasaría a manos del siguiente heredero, JiMin, el hijo del actual dueño, señor y jefe de la empresa, pero eso sería con el tiempo, por ahora, su vida seria todo lo normal posible, dentro de lo que cabía.

--¡Buenos días! -- Saludó con emoción el pequeño pelinegro acercándose a los adultos, él conocía a los amigos y compañeros de su padre desde que había nacido, eran sus tíos, su familia junto con todos los demás miembros actuales y veteranos de Keycha.

Con ellos había aprendido a caminar, a negociar, a cantar, bailar y hacer muchas de las cosas básicas de un ser humano, ellos eran una parte importante de su vida, ellos eran los que se quedaron cuidando de él cuando su madre y hermano murieron por un tiroteo años atrás.

La vida que le había tocado era dura, quitaba lo que más querías de un segundo a otro sin que puedas hacer nada, pero debía hacerse fuerte, el trabajo necesitaba mentes frías y corazones de hierro.

-- ¡Mochi! cuanto tiempo... el trabajo nos tiene atados de manos, pero me enteré que ya cumpliste tus quince ¿No? -- Respondió un señor robusto con voz gruesa apodado como "D" mientras despeinaba cariñosamente al menor.

De todos loa años que D paso junto a la familia nunca reveló su nombre, prefería mantener su parte cuerda y familiar alejada de toda la mierda que podía conserva la mafia, prefería mantener un sobrenombre que usar su nombre y tener un constante recuerdo de lo que hacía dentro de la empresa cada vez que sus hijos lo llamaran.

Mochi ~•YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora