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Al día siguiente Christopher se levantó antes que Elizabeth. La misma, se había quedado dormida alrededor de las tres de la mañana viendo películas de romance y cómo la cursi que era, había llorado tras el final inesperado de ellas. Christopher observó a su esposa, su cabello posaba en su rostro totalmente desarreglado, una corta sonrisa de plasmó en sus labios y segundos más tarde, se levantó por completo de la cama.

Optó por ir al baño y tomar una ducha, luego de esto se dispuso a caminar hacia la cocina y comenzar con el desayuno. El reloj marcaba casi las nueve de la mañana y para Christopher, era completamente extraño que su esposa se encontrara completamente dormida. Sin embargo, se concentró el realizar el desayuno, el cual media hora más tarde, ya estaba completamente listo.

A pesar de querer desayunar junto a su esposa, decidió dejarla dormir un rato más; tomó un plato de la vajilla y sirvió un poco de lo que había cocinado; huevos revueltos y tostadas. Posteriormente se dirigió hacia la nevera y se sirvió un poco de jugo. Para cuando todo estuvo en su sitio, Christopher miró una vez más hacia la habitación donde yacía su esposa dormida, se rindió en su intento por esperar que despertara y se sentó a comer.

Al terminar, decidió servir el desayuno de su esposa. Se dirigió hacia su habitación y entonces comenzó a despertarla. La misma, reaccionó segundos después, lo observó con sus ojos entreabiertos y con sueño le preguntó:

— ¿Por qué me despiertas?

—Ya es tarde, levántate —demandó Christopher.

—No, sigo con sueño —respondió Elizabeth, volviendo a retomar su posición anterior.

—No, ¡levántate!, ¿a qué hora se supone que te has dormido? —interrogó.

—No lo sé, cariño. Quizá como a las tres y treinta de la mañana.

Entonces Christopher observó como su esposa tapa su rostro y se disponía a dormir de nuevo. En ese momento Christopher pensó en algo que según él sería la solución; colocarse encima de ella y aplastarla. No era inusual que Christopher hiciera este tipo de cosas, esta era su oportunidad. Brincó hacia su esposa, quien se encontraba boca abajo a punto de quedarse dormida y la aplastó. Sonrió victorioso al escuchar como Elizabeth se quejaba pidiéndole que se quitara de encima.

— ¿Si me quito de encima te vas a levantar? —preguntó Christopher disfrutando el momento.

— ¡Si, está bien! —exclamó Elizabeth.

— ¿Segura? —interrogó una vez más.

— ¡Si, sólo quítate!

Inmediatamente Christopher se levantó de la espalda de su esposa y sonrió victorioso al observar cómo la misma se había levantado rápidamente. Se dirigió hacia ella y la abrazó. Sin embargo, fue empujado por Elizabeth, quien lo observaba malhumorada.

— ¡Eres cruel! —exclamó Elizabeth.

Luego de varios intentos por parte de Christopher para ser perdonado por su esposa, finalmente lo consiguió. Ambos se encontraban sentados juntos mientras Elizabeth desayunaba y él la observaba.

Para ambos los fines de semana eran días que debía aprovechar, por ende, luego de que Elizabeth desayunara y ambos lavaran los trastes se dispusieron a ver algunas películas y para cuando la hora del almuerzo llegó, ambos seguían con sus estómagos completamente llenos. Por ende, decidieron continuar viendo algunas películas de ciencia ficción, donde las horas transcurrieron sin siquiera darse cuenta.

Para cuando se percataron que la claridad estaba cesando, observaron hacia el reloj y se sorprendieron de lo rápido que habían transcurrido las horas. Se levantaron de la cama luego de haber apagado la televisión y se dispusieron a tomar una ducha juntos. Posteriormente, luego de haber salido del baño, donde ambos se bañaron el completo silencio se dispusieron a arreglarse cada uno por su cuenta.

—Cariño, ¿Qué camisa te gusta más con este pantalón? —preguntó Christopher.

—La gris —indicó Elizabeth.

Luego de que terminaran de arreglarse por completo, se dispusieron a salir de casa y al hacerlo, la fresca brisa les golpeó el rostro. Seguidamente entraron al auto y de inmediato Christopher lo colocó en marcha.

— ¿Quieres decirme a donde vamos? —preguntó Elizabeth curiosa.

—Es sorpresa.

Elizabeth suspiró y decidió no volver a preguntar, olvidando así por completo que la curiosidad la recorría. En cuestión de minutos llegaron a lo que parecía ser un simple restaurante, Christopher estacionó el auto y posteriormente ambos bajaron del mismo. Por otra parte, Elizabeth dirigió su mirada hacia él y preguntó:

— ¿No crees que fue un poco dramático no decirme que ibas a traerme a un restaurante?

—Lo dices porque aún no sabes lo que hay dentro.

Elizabeth lo miró confundida y antes que pudiera preguntar alguna otra cosa Christopher tomó su mano comenzando a caminar hacia adentro. Al adentrarse por completo, Elizabeth se percató que no era solo un restaurante, en él también había un bar y una pista de baile, donde escuchó como una de sus canciones favoritas de salsa se escuchaba en todo el lugar.

— ¿Te gusta? —preguntó Christopher.

—Me encanta, gracias por traerme aquí —respondió.

Ambos tomaron asiento en una mesa para dos, ordenaron un servicio de comida, sentían el hambre recorrerlos por el simple hecho de no haber comido nada desde el desayuno. Por ende, en cuanto el servicio llegó, ambos se dispusieron a comer de inmediato.

Cuando terminaron, Christopher notó como su esposa observaba la pista, la misma se encontraba llena de personas bailando salsa. Recordó cuanto le gustaba la salsa a Elizabeth y a pesar de que su estómago se encontraba completamente lleno, optó por pedirle que fueran a bailar.

—Vayamos a bailar —pidió Christopher.

— ¿Estás seguro? —interrogó Elizabeth.

—Claro, vamos.

Sin más, se levantaron de la mesa donde yacían y caminaron hacia la pista, donde ambos, se unieron con una posición básica y posteriormente comenzaron a bailar.

Las horas transcurrían y con ello, la pareja pasaba la noche entre poco alcohol, descansos e idas a la pista. La canción que se encontraban bailando estaba por terminar y para ese entonces, Christopher sentía que necesitaba retomar el aliento. Caminaron juntos hacia su mesa, donde Elizabeth observó que el reloj marcaba las dos y treinta de la mañana.

—Creo que es hora de ir a casa —indicó Elizabeth—. ¿Estás bien?

—No lo creo —tomó aire—. Vayamos a casa.

Asimismo se levantaron de su lugar y se dispusieron a salir del lugar, caminaron hacia su auto y para cuando estaban a punto de subir, Christopher se encontraba en el suelo.

Una noche más. |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora