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Christopher se sorprendió por la cantidad de palabras que habrían brotado de aquella mujer con tanta confianza y entonces por un momento se sintió comprendido y una extraña sensación de calidez en su corazón.

—Quiero dar una bienvenida a todos aquellos que vienen por primera vez, estamos aquí para escucharlos, ayudarles y reconfortarles en lo que necesiten, tienen toda nuestra disposición  —informó otra mujer a la diestra de quien había dado la enseñanza  — Quiero pedirles que hagamos un círculo alrededor del salón.

Entonces Christopher observó como todos comenzaban a moverse, algunos yacían con lágrimas en sus ojos mientras que otros sonreían reconfortados. Colocó su silla en un pequeño espacio y entonces un grupo de jóvenes se acercó y se sentó en frente del circulo donde aún había un espacio.

—Levanten la mano aquellas personas que nos acompañan por primera vez — pidió un joven.

Con timidez Christopher hizo lo que pidieron y cuando la mirada del grupo de posó sobre él, sintió los nervios recorrerlo.

—Queremos que se presenten —informó ahora una joven sonriendo.

Todos comenzaron a decir sus nombres y edades y para cuando llegó el turno de Christopher este tragó saliva con dificultad y su corazón latió más rápido.

—Buenos días… Mi nombre es Christopher y tengo 26 años —culminó con dificultad.

Para cuando todos terminaron de presentarse, comenzaron a contar sus historias uno por uno siguiendo el mismo orden, Christopher se percató de que en este grupo habían personas con todo tipo de problemas; alcohol, drogas, familiares, depresivos y entre otros, lo cual lo sorprendió bastante y lo hizo entrar en confianza. Al llegar el turno de Christopher esta carraspeó su garganta y bajó la mirada.

—Yo… —suspiró  —, Perdí a mi esposa y toda mi vida, ella murió hace tres meses y se siente como si hubiera sido ayer. Yo solo… solo quería salvarla de esa persona que quería robar sus pertenencias —su voz se quebró y sus lágrimas salieron  —, Es tan difícil… Dios… Ella recibió una bala que la llevó a la muerta y aún me siento tan culpable por intentar ser su héroe y fallar en el intento… Me he… Me he visto perdido en el intento de sentirme mejor, yo no sé cómo seguir —culminó.

El resto de sus compañeros lo observaron con pena, otros con dolor y algunos con lástima.

—Lo lamentamos mucho, sé que seguirás adelante  —dijo una de sus compañeras y Christopher solo pudo dedicarle una sonrisa.

—Gracias por contarnos tu historia Christopher  — manifestó la chica rubia de la enseñanza —, es muy importante para nosotros escucharte, estamos aquí para ayudarte a encontrar una salida a tu problema, solo no pierdas la esperanza; verás como las cosas comienzan a mejorar  —sonrió.

Cuando todos terminaron con sus historias el grupo prosiguió a presentarse para los nuevos.

—Mi nombre es Jean, tengo 30 años  — comenzó un chico moreno.

—Yo soy Rachell, tengo 28 años  —prosiguió una pelirroja.

—Y yo soy Victoria, tengo 26 años  —culminó la joven rubia.

Minutos más tarde los compañeros de Christopher se dividieron, eran alrededor de treinta personas, las cuales fueron dividieras a los tres miembros que dirigían el grupo, diez para cada uno.
Christopher tocó con Victoria, quien no dejaba de sonreír al observar que trabajaría con al menos seis personas nuevas.

—Estoy muy emocionada de ayudarlos. Quiero decirles que contar sus historias en público es un paso para la superación y la confianza, estoy orgullosa  —sonrió nuevamente   —, necesito que coloquen sus nombres en esta lista  —dijo extendiéndola.

Una chica en una esquina la tomó y prosiguió a anotar lo que le habían pedido y así fue pasando hasta que todos los nombres ya estaban plasmados.

—Quiero hablarles sobre la confianza, ¿Qué es para ustedes? —interrogó.

Un silencio invadió por un instante hasta que un joven se armó de valor.

—La confianza es eso que tenemos cuando creemos que algo sucederá  —finalizó.

—Así es…  —prosiguió Victoria  —, Hoy quiero enseñarles que confiar no es bajar el rostro cuando todo sale mal, no es confiar cuando llega la aflicción querer abandonar; no es confiar derrumbar todo tu mundo cuando no das mas ni mucho menos es confiar rendirte ante el problema  —enseñó Victoria mientras todos la observaban atentos  —, Confiar es creer lo que no ves, es tiempo de aprender a confiar y es justo lo que haremos; les mostraré:

Entonces Victoria se levantó de su asiento y colocó un pequeño video en una pantalla, donde iban transcurriendo imágenes y ella as explicaba;

—Confiar es seguir caminando cuando no das más, seguir mirando hasta que eso que nos duele no esté, seguir cantando en el dolor; pero sobre todo esperar en la tormenta ese rayo de sol y ese arcoíris.
Un arcoíris se posó sobre la pantalla y todos allí sonreír, se sentían fortalecidos, incluyendo a Christopher.

—Es tiempo chicos, es tiempo de confiar y dejar lo malo pasar, es necesario  —pidió Victoria  —, Deben poner sus pies sobre la roca.

Así culminó la terapia del día de hoy, Christopher salió de ese lugar con una sonrisa en su rostro, por primera vez luego de tanto sintió que podía respirar sin que le doliese, sintió paz y quería llorar.

Sería genial si estuvieras aquí, Elizabeth.

Los meses transcurrieron de esa manera, con Christopher yendo a cada reunión los lunes y jueves, sintió como comenzaba a ver con claridad y su corazón empezaba a sanarse porque así el lo permitía, no había puesto peros a nada, anhelaba sanar por completo y no recordar a su esposa con dolor, sino con amor, pues le habían enseñado que aunque no pudiera verla físicamente ella permanecía presente en su corazón y siempre que quisiera encontrarla de esa manera, la encontraría. Ahora podía sentir aún más paz desde que el juicio de quién fue su esposa, había sido realizado y como se esperaba, el asesino había sido condenado por diez años.

—Mañana se cumple un año desde la partida de Elizabeth  —informó a Michelle, con quien tomaba un café y quien había sido partícipe de ayudarlo en su dolor  —, pasado mañana 10 meses desde que comencé en el grupo de ayuda, estoy nervioso de ir mañana al cementerio y contarle sobre mi progreso a Elizabeth.

Christopher había visitado cada mes a su amada como lo había prometido y le había comentado cada uno de sus progresos con el grupo, Victoria había sido una excelente ayuda para su vida, era atenta y siempre que se hallaba perdido ella encontraba una salida para él. En lo profundo sentía que Elizabeth se encontraba muy orgullosa de él y eso lo reconfortaba.

—¿Quieres que te acompañe? —preguntó Michelle.

—Me gustaría, por todos estos meses he ido solo al cementerio, solo he coincidido una sola vez con mis suegros, pues ellos se aseguran de ir muy temprano a limpiar la lámina —suspiró  —, Eli aún no me dirige la palabra  —comentó con tristeza.

—Deberías hacerle una pronta visita, ya ha pasado un tiempo  —sugirió Michelle.

—Tienes razón.





Una noche más. |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora