Cuando Christopher llegó a su hogar, observó a Michelle recostada sobre su pequeño banco adormecida, Christopher sonrió con ternura y se acercó a ella y entonces por un momento realmente recordó cada momento que Michelle lo había apoyado y sintió un profundo agradecimiento hacia esa mujer que una vez rechazó, pero que a pesar de eso seguía firme ayudándolo y apoyándolo.
—Michelle…—susurró con ternura.
Los ojos de la joven fueron abiertos de inmediato incorporándose y acomodándose su cabello.—Christopher yo… Perdón, me quedé dormida —confesó con vergüenza.
—Eso lo sé, ¿Cuánto tiempo llevas aquí? Debiste avisarme —dijo con preocupación.
—Probablemente alrededor de dos horas —rió.
Christopher la miró con sorpresa y le hizo una seña para que entraran, inmediatamente el joven fue por un vaso de agua el cual obligó a Michelle que tomara toda.
—¿Cómo te fue? —interrogó Michelle.
A Christopher le tomó un momento analizar la preguntar para saber a qué se refería.
—Salió mejor de lo que creí, realmente estamos bien… —confesó con una sonrisa en el rostro.
—Entonces… ¿Fuiste con ellos al cementerio? —preguntó Mich.
—No, ellos fueron más temprano —informó—. Solo vine por las rosas que había comprado.
Cuando Christopher buscó el detalle y estuvo listo, dirigió su camino al cementerio en compañía de Michelle.
—Lamento que aun tengas tu auto en el taller —dijo Michelle sincera.
—No te preocupes, no es un trabajo sencillo de arreglar, quedó… Bastante mal —aseguró.
Cuando llegaron al cementerio y ambos se posaron frente a la tumba de Elizabeth, Christopher se arrodilló frente a ella, colocó las dulces rosas a un lado y suspiró tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—Eli… Ha sido un largo tiempo, ¿no? —preguntó con tristeza—. He aprendido a poder vivir con este luto, Eli yo… He aprendido a vivir con este inmenso vacío que dejaste y yo —bajó la mirada tratando de contener las lágrimas—. He aprendido a seguir mi vida, a llevarte en mi corazón de una manera que no es dolorosa y a quedarme con los buenos recuerdos.
Christopher se secó las lágrimas de su rostro y respiró profundo antes de seguir hablando.
—Un año ha sido una eternidad, te he extrañado… Pero sé que estás feliz de saber cómo he avanzado. Te agradezco tantas cosas Elizabeth y quiero que sepas que siempre te amaré.
La mano de Michelle se posó sobre el hombro de Christopher en señal de apoyo, verlo de esa manera hacia que su corazón se quebrantara.
—Gracias Elizabeth… Por todo lo bueno —susurró Michelle con una sonrisa.
Las horas pasaron más rápido de lo normal luego de que Christopher terminara de visitar a Elizabeth; entonces decidieron volver a casa para descansar un poco mientras tomaban café y luego veían un poco de televisión; Michelle se despidió de Christopher indicándole que era hora de volver a su casa.
Al martes siguiente Christopher se despertó como cualquier día, tomó su respectivo café y sus medicamentos para seguidamente dirigir su camino al lugar que tanta ayuda le había brindado, recibió la pequeña charla introductoria a los nuevos y prosiguió a unirse con su grupo.
—Buenos días —saludó Victoria—. Es bueno verlos esta mañana.
—Buenos días —dijeron todos al unísono.
—Veo que se encuentran muy activos el día de eso, eso es bueno —Victoria sonrió —la enseñanza de hoy se llama “Naciste para volar alto” y es probable que alguno de ustedes la conozcan, pero hoy le daremos un verdadero significado a esa enseñanza —continuó hablando—. Cierto día un hombre caminaba por el bosque y encontró un polluelo de águila, al verlo desprotegido decidió llevárselo a su casa y lo puso en un gallinero. Estando allí el polluelo aprendió a comer de la misma forma que las gallinas y a conducirse como ellas. Un día, un hombre experto en zoología pasó por allí y le preguntó al propietario del gallinero por qué tenía un águila encerrada en el corral.
Victoria miró a todos con detenimiento y les sonrió.
—El propietario respondió; como le he dado la misma comida y siempre ha estado entre gallinas nunca ha aprendido a volar, se comporta como ellas así que ya no es un águila, es una gallina más. El zoólogo tomó entre sus brazos al águila y le dijo: Tú perteneces al cielo, no a la tierra, no eres gallina. El águila sin embargo, estaba confundida y al ver que las gallinas comían saltó y se reunió con ellas nuevamente. Al día siguiente el zoólogo llevó al águila al tejado de la casa y la animó diciéndole de nuevo: Eres un águila, abre las alas y vuela. Pero el águila saltó una vez más con las gallinas. El zoólogo se levantó temprano al tercer día y sacó al águila del corral, la llevó a una montaña, la elevó hacia el sol y el águila empezó a temblar, a abrir lentamente sus alas y finalmente, con un chillido triunfante voló, alejándose en el cielo.
Victoria los observó una vez más con una sonrisa antes de proceder a la explicación de la reflexión.
—Al ver nuestro pasado pensamos que nuestra vida debe ser de la misma forma, sumergida en aquellas cosas que nos detiene a salir adelante, creyendo que no llegaremos a triunfar en la vida. Retenemos en mismo pensamiento y las mismas actitudes que nos hacen recaer en la misma forma de vivir y nos ciega a ver más allá de lo que realmente podemos hacer. Esa ceguera nos impide avanzar, nos impide que triunfemos en cada área de nuestra vida. ¡Que nada nos detenga y podamos vivir cada día de la mejor manera! No viviendo con la mirada baja mirando las circunstancias, sino viviendo con la mirada arriba y con la certeza de que podemos llegar mucho más allá de lo que los demás han llegado. En este día… Levanta tu mirada —finalizó Victoria.
Christopher agradeció cada palabra que brotaban de la boca de aquella mujer, era muy inteligente y muy sabia; ahora sabía que debía hacer.
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Una noche más. |Terminada|
Ficção GeralChristopher Caswell es felizmente casado y vive una vida tranquila junto a su esposa Elizabeth. A sus 26 años de edad se dispone a dedicar su tiempo al máximo junto a quien sería su compañera de vida, pero mientras Elizabeth goza de excelente salud...