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— ¡Elizabeth, cariño! —la tomó entre sus brazos.

—Llama una ambulancia —pidió la castaña en apenas un aliento.

Christopher reaccionó ante la petición de su esposa. Tembloroso y alarmado, sacó el celular de su bolsillo y sin más, marcó el número de emergencia.

—911, ¿Cuál es su emergencia? —preguntó la operadora al teléfono.

— ¡Mi esposa fue atacada, necesito una ambulancia! —exclamó Christopher.

—Cálmese señor, ¿Dónde se encuentra? —interrogó nuevamente la operadora.

—Calle Kirkman Rd. Por favor, apúrese —pidió el joven, comenzando a desesperarse al observar a su esposa.

—La ambulancia va en camino —informó la operadora y entonces la llamada finalizó.

Christopher dejó su teléfono de lado y en su interior suplicó porque la ambulancia llegara pronto. Se sentó junto a su esposa, tomando así su cabeza y colocándola entre sus brazos. Para entonces, Elizabeth se encontraba bastante débil y Christopher, comenzaba a llorar.

—Vas a estar bien, cariño. Todo va a estar bien —le dijo a su esposa entre lágrimas y desesperación—. Te amo, Elizabeth.

—Te amo más, cariño.

Christopher no tenía aliento para pronunciar una palabra más, la situación le estaba doliendo como si se tratase de una daga clavada en su corazón. Minutos más tarde escuchó unas sirenas aproximarse, observó a Elizabeth con sus ojos entre abiertos, tomó aliento y entonces le habló.

—Ya están aquí cariño, estarás bien —soltó una leve sonrisa.

La ambulancia llegó luego de un instante, dos paramédicos salieron de la misma junto a una camilla y posteriormente corrieron hacia Elizabeth. Mientras Christopher estaba estático observando la situación, se escuchó un conteo regresivo por parte de los paramédicos y para cuando terminó, Elizabeth se encontraba en la camilla. Seguidamente la llevaron hacia la ambulancia y la adentraron en la misma. Por otra parte, Christopher también se adentró a la ambulancia segundos más tarde y se sentó junto a su esposa. Entonces los paramédicos subieron de igual forma, cerraron las puertas y segundos más tarde, la ambulancia ya estaba camino al hospital.

— ¿Va a estar bien? —preguntó Christopher, alarmándose al observar el procedimiento que los paramédicos estaban realizando.

—Señor, necesitamos que se tranquilice para poder trabajar bien —pidió el paramédico encargado del oxigeno.

Christopher observó cómo su esposa le extendía la mano. El mismo, la tomó sin dudarlo y comenzó a llorar. Lo único que deseaba era el bienestar de su esposa, no podría vivir sin ella a su lado.

—Te amo cariño, vas a estar bien —susurró con un nudo en su garganta.

Observó cómo uno de los paramédicos trataba de detener la sangre mientras el otro se notaba bastante concentrado en darle oxigeno a Elizabeth. Minutos más tarde, la ambulancia se detuvo frente a un hospital y rápidamente el paramédico que trataba la herida abrió las puertas, bajó de la ambulancia y posteriormente tomó la camilla. Otros dos paramédicos se acercaron a donde yacía Elizabeth y ayudaron a bajarla de la ambulancia. Para cuando la camilla estuvo en el suelo, el paramédico que sostenía el oxigeno bajó y los cuatro se aproximaron a llevarla adentro.

Christopher bajó de la ambulancia y observó cómo se quedaba atrás, corrió hacia su esposa y tomó de la camilla. Uno de los paramédicos anunció la situación y sin más un doctor corrió hacia donde se encontraba la joven herida. Sin más, dio la orden de llevarla inmediatamente al quirófano. Varias enfermeras tomaron el lugar de los paramédicos y llevaron la camilla hacia la sala del quirófano. Christopher caminó a su lado hasta el momento que las enfermeras le prohibieron la entrada. Posteriormente se despidió de su esposa y le recordó cuánto la amaba.

Con nostalgia, se devolvió hacia la sala de espera y recordó que debía avisar a los padres de Elizabeth. Tomó su celular y llamó a sus suegros, quienes probablemente estarían durmiendo. Escuchó repicar el teléfono un par de veces y posteriormente escuchó la voz adormecida de su suegro.

— ¿Sí?, ¿Christopher?

—Buenas noches señor, disculpe que lo moleste a esta hora —hablo Christopher, tratando de calmarse.

— ¿Qué pasa Christopher? —interrogó el padre de su esposa.

—Estamos el hospital —informó Christopher—. Elizabeth está en el quirófano —llevó una mano hasta su frente en señal de desesperación.

— ¿¡Qué!? ¿¡Que pasó, en que hospital están!?

—En el central, Palermo —informó Christopher.

— ¡Vamos para allá!

La llamada finalizó e inmediatamente el padre de Elizabeth despertó a su esposa, quién yacía profundamente dormida. La misma, se alarmó al notar lo exaltado que se encontraba su esposo. Encendió la lámpara en su mesa de noche y posteriormente se sentó.

— ¿¡Qué pasa!? —preguntó la señora.

—Eli, Christopher acaba de llamarme. Elizabeth está en el quirófano —informó—. Debemos ir ya al hospital.

Inmediatamente la señora se levantó angustiada y posteriormente corrió a vestirse seguida de su esposo. Ambos, necesitaban llegar lo más rápido posible. Por otra parte, Christopher comenzaba a preocuparse al no obtener noticias por parte de los médicos. Se levantó varias veces hacia la recepción para preguntar, sin embargo, tampoco le dijeron nada.

Una hora más tarde la ansiedad comenzaba a invadir su cuerpo, se sentía bastante mal. Estaba cansado y sus ojos ardían debido a las lágrimas que habían brotado de él. Colocó los codos en sus rodillas y posteriormente las manos en sus ojos, tratando de calmarse.

— ¡Christopher! —escuchó la voz de su suegra detrás de él.

—Dios, al fin llegan.

Ambos señores se encontraban en espera por escuchar las noticias acerca de su hija. Sin embargo, Christopher no pronunciaba palabra al respecto.

— ¿¡Cómo está Elizabeth!? —interrogó su suegra.

—Sigue en el quirófano —informó con tristeza.

Los tres tomaron asiento en la sala de estar. Ambos señores deseaban saber lo sucedido, sin embargo, al notar la situación en la que se encontraba Christopher, optaron por ahorrarse la pregunta por los momentos. Otra hora más tarde, el padre de Elizabeth se encontraba en busca de unos cafés y para cuando volvió, observó cómo un médico se aproximaba hacia su esposa y yerno. Caminó rápidamente para escuchar noticias sobre su hija y lo que escuchó, no era lo que en realidad esperaba.

— ¿¡Cómo está mi esposa!? —preguntó Christopher alterado.

—La bala impactó justo en su hígado y causó daños a su vejiga. Lamentablemente su esposa sufrió una fuerte hemorragia y para cuando llegó no había tiempo de buscar transfusión de sangre. La paciente estaba en condiciones críticas, tratamos de arreglar los órganos dañados y detener la hemorragia, pero no pudimos hacer mucho, no nos alcanzó el tiempo.

— ¿¡No les alcanzó el tiempo!? ¿¡Que quiere decirme con eso!? —interrogó la madre de Elizabeth exaltada.

—Su corazón dejó de latir, le realizamos una cardioversión eléctrica, pero se nos fue. Lo siento mucho —informó el médico y posteriormente se retiró.

La familia estaba atónita, no podían aceptar que Elizabeth ya no estaría en sus vidas. Detrás de Christopher, quien se encontraba totalmente estático, se escuchaban los gritos de su suegra, quien lloraba desconsoladamente. Sin embargo, Christopher negaba completamente que su esposa estuviera sin vida, se negaba a creerlo.

Una noche más. |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora