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Inmediatamente Christopher optó por tomar asiento. Por otra parte, Elizabeth al notar lo sucedido, la preocupación se apoderó de ella e inmediatamente se levantó de la cama, realizando un par de preguntas.

—Cariño, ¿Qué tienes?, ¿te sientes bien? —interrogó con preocupación.

—Estoy bien, no te preocupes —contestó el joven tratando de retomar el aire.

— ¡No estás bien!, necesitas ir al médico —sugirió Elizabeth tomando el brazo de su esposo.

—Estoy bien Elizabeth, sólo necesito descansar.

Dicho esto, Christopher se separó de su esposa y tomó su lugar en la cama, se acomodó y finalmente trató de dormir. Una vez más, olvidando tomar su medicamento. Elizabeth por otra parte, lo miraba con preocupación y molestia por ser tan terco y no acceder ir al hospital. Caminó hacia su sitio, apagó la lámpara que yacía en su mesita de noche y se preparó para dormir tratando de calmar su preocupación.

Como de costumbre, a la mañana siguiente Christopher se levanta para ir al trabajo, mira a su esposa aún dormida y posteriormente se dirige el baño con el fin de ducharse. Al salir nota que su esposa ya no está en cama, por ende, decide dirigirse hacia la cocina, aún en toalla. Contempla a su esposa de lejos haciendo el café, sonríe al observarla y comienza a vestirse.

En su interior, se sentía mal por no haber sido sutil con Elizabeth la noche anterior. Sabía perfectamente las preocupaciones que era capaz de causarle a la misma. Sin embargo, en su mente estaba bien no decirle lo que sucedía, siempre y cuando se sintiera capaz de arreglarlo y de evitarle una preocupación más.

Christopher caminó una vez más hacia la cocina, listo para tomarse el café e irse al trabajo. Plasmó un sutil beso en los labios de su esposa y tomó la taza de café entre sus manos.

—Lamento lo de ayer, cariño —se disculpó Christopher.

—No te preocupes, sólo quiero saber que estás bien —respondió fijando su mirada en él.

—Estoy bien, lo prometo.

Entonces Christopher se acercó a su esposa, depositó un beso en sus labios y posteriormente le dio un sorbo más a su café. Caminó hacia el fregadero y dejó la taza allí. Seguidamente tomó su maletín, se despidió rápidamente de su esposa y se encaminó al auto. El joven deseaba tratar de ser puntual hoy, pero al subir al auto y mirar la hora, supo que nuevamente llegaría unos minutos tarde. Entonces se aproximó a colocar el auto en marcha y a tratar de llegar lo antes posible.

A pesar de todo, Christopher se sentía nervioso. Sabía que no había tomado su medicamento y que tampoco lo había traído al trabajo. Por ende, sentía los nervios recorrerlo. Deseaba cuidarse y estar estable, en su interior necesitaba poder estar para Elizabeth siempre y dejar de ser una preocupación para ella. Tomó aire al visualizar la empresa, estacionó su auto y rápidamente tomó el maletín para dirigirse hacia su trabajo.

Como de costumbre, saludó a sus compañeros de trabajo al adentrarse a la empresa y se aproximó hacia su oficina, donde yacía su jefe. Al adentrarse, Christopher lo observó con sorpresa y vergüenza por haber llegado tarde. Segundos más tarde, luego de un leve silencio, su jefe opta por hablar.

—Espero que sepas que sé perfectamente que ayer también has llegado tarde —no tardó en comentar su jefe —. Toma asiento Christopher, por favor. Estás un poco pálido —comentó su jefe un tanto desconcertado.

—Estoy bien aquí, gracias —contestó Christopher —. Discúlpame por haber llegado tarde, estoy trabajando en mi puntualidad.

—A ver Christopher, ¿Qué es lo que te cuesta de llegar a las siete en punto?, ¿te levantas a las seis y no te da tiempo? —interrogó su jefe —. Si no puedes llegar a tiempo levantándote a las seis, ¡Entonces levántate a las cinco! Pero necesito que estés aquí a tiempo, hay mucho trabajo que hacer como para que estés retrasándote.

—No se preocupe, no volverá a pesar —aseguró Christopher.

—Perfecto, entonces que tenga buen día, señor Caswell.

Lentamente su jefe se dirigió a la salida y cuando estuvo fuera, Christopher sintió alivio. Lo último que necesitaba era que lo despidieran por su impuntualidad. Como de costumbre tomó asiento en la silla y comenzó con su informe; ese que estaba tomándole mucho tiempo y trabajo, necesitaba quedar perfecto.

Tras más papeleos y mucho trabajo que hacer, Christopher comenzó a sentirse mal nuevamente. Sintió el cansancio recorrerlo y dificultad para respirar, sabía que el descuidarse estaba costándole. Entonces se levantó de su silla, salió de la oficina y buscó ayuda en uno de sus compañeros. Rápidamente se acercó al lugar de una licenciada, apoyó sus manos en su escritorio tratando de retomar el aire y la observó.

—Christopher, ¿Qué tienes?, estás muy pálido —preguntó la licenciada levantándose de su sitio preocupada.

Por otra parte, Christopher se enfocaba en recuperar el aliento y de mantenerse de pie, debido a que al no tomar su medicamento y no tener nada más en su estómago que un café, estaba completamente débil. El joven tenía la costumbre de no desayunar para no retrasarse más en el trabajo, aprovechando para recuperar energías durante el almuerzo. Siendo él un hombre anémico y que no puede tomar estas medidas, está muy mal hecho.

La licenciada por otra parte, no dejaba de realizarle preguntas y por supuesto, de intentar ayudarlo. Alarmó a varios de sus compañeros y entre todos, trataron de ayudar a Christopher. Sin embargo, el joven estaba demasiado débil y terminó cayendo.

— ¡Llamaré a una ambulancia! —exclamó la licenciada.

Una noche más. |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora