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A pesar de lo sucedido, Christopher debía retomar su trabajo al día siguiente, inclusive su jefe se encontraba apenado al respecto. Sin embargo, ambos tenían presente que si no volvía, entonces lo perdería. Lo que menos deseaba Christopher era seguir hundiéndose en la miseria. Así que se levanto de la cama y se dirigió hacia el closet, sacó su respectivo traje y prosiguió a plancharlo.

Varios recuerdos de Elizabeth planchando su ropa llegaron a su memoria y cada instante parecía más difícil para Christopher. Las ganas de volver a ver sonreír a su esposa lo invadían lentamente, de volver a observarla cocinar e incluso de abrazarla al dormir. La vida de Christopher nunca más podría ser la misma sin Elizabeth y sin darse cuenta, se estaba aferrando tanto a ello, que comenzaba a descuidar su cuerpo.

Desde la muerte de Elizabeth, Christopher no había tomado de nuevo sus medicamentos, de hecho, ni siquiera se había interesado por ello, por lo cual no pudo recordar que su cuerpo estaba enfermo. No hasta que vio su camisa manchada con gotas de sangre. Llevó su mano hasta su nariz y se dirigió hacia el baño. Lavó su nariz un par de veces intentando detener la sangre, sin embargo no funcionó. Entonces Christopher tomó un pequeño pañuelo blanco, lo colocó en su nariz y caminó en busca de sus suegros.

—Christopher —le llamó Eli, desde la cocina—. ¿Qué te sucede, estás bien?

—No deja de sangrarme la nariz. Olvidé por completo tomar mis medicamentos.

—Entonces ve por ellos y tómalos. Te sentirás mejor.

Christopher observó fijamente a Eli, extrañando incluso lo exagerada que era Elizabeth e incluso imaginando cuan rápido hubiera tomado ella el auto para llevarlo al hospital. Se sentía como un niño malcriado que no había sido complacido por su madre. Pero realmente era…Que estaba acostumbrado a los cuidados de su esposa, incluso eso hacía que su corazón doliera.

—Seguro, gracias.

Caminó de vuelta a la habitación y luego de cerrar la puerta, lanzó el pañuelo que llevaba en su nariz y se sentó en el suelo.

—Me estoy volviendo loco sin ti, Elizabeth. Siento tanta impotencia de que no estés aquí.

Sin consuelo alguno, Christopher lloró en el suelo por al menos 30 minutos, hundido en sus recuerdos con Elizabeth. Se levantó del suelo, tomó de nuevo el pañuelo y limpió su nariz, seguidamente caminó hacia el cajón de sus medicamentos y tomó los que consideró más importantes y necesarios para su cuerpo.

—Estoy preocupada por Christopher —le comentó Eli a su esposo.

¿Qué sucedió? —preguntó Alex.

—Hace un momento estaba sangrando su nariz. También creo que ha estado descuidando su cuerpo, ni siquiera ha comido bien hoy.

—Él estará bien. Estoy seguro de que lo que menos quiere es pasar días en una cama de hospital.

—No creo que esté listo para volver al trabajo mañana. Aún debe pasar por un juicio para que condenen al asesino de Elizabeth.

—Él debe ser muy fuerte ahora, cariño. Estoy seguro de que él puede con esto, no te preocupes. No sólo él sufrió una pérdida, nosotros también lo hicimos

—Lo sé Alex, pero he estado analizando la situación y realmente creo que debemos acompañar a Christopher por unas semanas más. Él ahora este prácticamente solo, sus padres ni siquiera han pasado por este lugar, creo que él no tiene a nadie más ahora.

—Ya había pensado en eso.

Christopher lavó su rostro una vez más y finalmente salió de la habitación. Observó a la señora Eli haciendo la cena y seguidamente se apresuró a colocar la vajilla en el comedor. Al terminar, ayudó a servir los platos y luego, se encargó de avisarle a su suegro que la comida estaba lista.

Los tres tomaron asiento en el comedor y posteriormente comenzaron a comer en silencio. Tal y como Christopher y Elizabeth lo hacían juntos. Incluso esos recuerdos llegaban a la mente de Christopher. Sin ningún tipo de apetito, Christopher comió hasta que su cuerpo comenzó a rechazar la comida, entonces se levantó y procedió a lavar sus platos.

En otro momento, hubiera esperado a que sus suegros terminaran para lavar la vajilla completa, pero incluso lavar los platos le recordaba a Elizabeth. Comenzaba a sentirse totalmente agobiado debido a la situación, por lo cual, inmediatamente volvió a su habitación y se acostó hasta quedarse dormido.

Para la mañana siguiente, la alarma le indicó a Christopher que era momento de retomar su vida o al menos de intentar hacerlo. Se levantó de la cama y cómo de costumbre tomó una ducha para seguidamente caminar hacia afuera, donde su suponía que un café esperaba por él. Sin embargo, la realidad lo golpeó cuando recordó que no había nadie allí que le sirviera una taza de café. Con molestia y dolor, tomó el café del día anterior, lo calentó y entonces lo tomó de un trago.

Volvió a su habitación y se arregló para ir al trabajo, tomó su respectivo maletín y caminó hacia el auto. Condujo hacia su trabajo sin ningún tipo de distracción y al llegar, lo estacionó en el mismo lugar de siempre. Observó su compañía desde afuera por varios minutos, tomó un respiro y entonces entró a ella.

Las personas allí ya no lo saludaban con alegría, sino que por el contrario, todos lo observaban con cierta lástima y Christopher podía notarlo en sus ojos. Esto hizo que el joven no se interesara en saludar a nadie, por lo cual fue directo hacia su oficina, tomó asiento en su área de trabajo y cerro sus ojos por varios segundos antes de ponerse a trabajar. Fue interrumpido por Michelle, quien había entrado a su habitación para asegurarse de que el joven estuviera bien.

¿Cómo has estado? —interrogó.

—No tengo idea —respondió Christopher.

—No creo que estés bien. Lamento que tengas que venir a trabajar tan pronto.

—No es tu culpa, es mi deber.

—De acuerdo, es hora de comer. Por favor, come despacio.

—Gracias, Michelle.

Christopher tomó un respiro luego de observar salir a Michelle. Entonces tomó su maletín y al abrirlo, se dio cuenta de que su comida no estaba allí, pues él, realmente había olvidado por completo que debía hacerla.

Una noche más. |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora