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Christopher yacía en su cama luego de haber conducido hasta su hogar rápidamente y de haber tomado una ducha. Había recordado tomar su medicación y a pesar de que el dolor en su pecho no cesaba, su mente estaba en blanco.

Sin embargo, no siempre sería así. Al pasar el tiempo, la vida de Christopher se volvió rutinaria; trabajo, comer, dormir y más trabajo. Dependiendo de cada segundo que transcurría, los meses pasaron y la muerte de su amada esposa ya no era tan reciente. Pero las cosas no mejoraron para Christopher, sus suegro habían decidido volver a su casa y el hombre se había vuelto totalmente descuidado de sí mismo, tomaba sus medicamentos cuando lo recordaba o cuando ya se sentía realmente mal, se dejó crecer la barba y además, esa voz que lo atormentó hace meses mientras conducía, aún perseveraba.

Era un día cómo cualquier otro cuando Christopher estaba a punto de salir de su trabajo y volver a casa para adentrarse a la profunda oscuridad que yacía en su hogar cuando Michelle intervino en su camino.

—Christopher, ¿podemos hablar?

—Seguro, ¿dónde quieres hablar?

—Vayamos por un café.

Ambos caminaron a una pequeña cafetería cerca de la empresa, tomaron asiento en ella y seguidamente ordenaron dos cafés.

¿Sobre qué quieres hablar? —interrogó Christopher.

—Tengo algo importante que decirte. Sé cuán difícil es para ti aún la muerte de tu esposa. Pero la situación en la que estás y la manera en la que te has descuidado me duele en el alma. Quiero ser un apoyo para ti y ayudarte.

¿A qué te refieres exactamente? —preguntó dudoso.

—Tú… Me gustas.

Christopher miró sorprendido a Michelle por unos segundos mientras su mente procesaba lo que su compañera de trabajo había dicho. Se levantó de su asiento y entonces habló.

—Lo siento Michelle, yo no puedo aceptar tus sentimientos, no sería correcto. Además, Elizabeth es la única en mi corazón.

—No estoy pidiendo que olvides a Elizabeth, estoy pidiendo que me des una oportunidad para ser una fuente de apoyo en tu vida y ayudarte.

—Lo siento Michelle, me iré ahora.

¡Elizabeth no querría que pasaras el resto de tu vida así! Créeme cuando te digo que a ella no le gustaría verte de esta forma.

Sin más, Christopher pagó los cafés y se marchó del lugar, manteniendo las palabras de Michelle en mente. Cuán difícil puede llegar a ser el poder aceptar los sentimientos de alguien más luego de haber perdido al amor de tu vida de una forma tan trágica.

Él, quien era un hombre con una serie de enfermedades recorriendo su cuerpo y quien tenía un plan perfecto de vida, estaba rindiéndose lentamente y decayendo en la desesperación y en la soledad. Alguien a quien el destino apuñaló por la espalda y arrebató a quien se suponía que debía envejecer con él.

¿Debía darse una segunda oportunidad?

Su corazón no había sanado y quizá era demasiado pronto para hacerlo, más sin embargo, ¿estaría mal siquiera pasar tiempo con Michelle?

Christopher detuvo el auto frente a la pequeña y hermosa laguna en la cual le había pedido matrimonio a Elizabeth, bajó del auto y miró a su alrededor. Los valiosos recuerdos llenaron su mente y le hicieron dar una leve sonrisa. Entonces caminó lentamente hasta un grupo de piedras que rodeaban la laguna, miro detenidamente la simplicidad de la mismo y lo tranquila que lucía.

—Elizabeth —susurró mientras llevaba sus dedos hacia su anillo de bodas—. He venido porque no sabía a qué otro lugar podía ir para hablar contigo. Hoy tengo algo importante que decir —sacó el anillo de su dedo—. A donde sea que vaya o lo que sea que haga, incluso, con quien sea que esté… Tú siempre permanecerás fuertemente en mi corazón y en mi mente.

Christopher miró detalladamente su anillo de bodas y un orgullo le recorrió. Caminó levemente acercándose por completo a las rocas frente a él y reposó el anillo en ellas.

—No importa lo que suceda en el futuro, siempre recuerda que te amo.

Luego, Christopher se mantuvo en silencio y observando a su alrededor por al menos quince minutos. Hecho un último vistazo y entonces se dio la vuelta y comenzó a marcharse. Trató de mantenerse firme y fuerte hasta el momento en el que se adentró a su auto, su corazón dolía, pero su mente le decía que había hecho lo correcto y que era hora de encontrar un nuevo rumbo.

Cuando oscureció Christopher hizo su rutina como de costumbre y se fue a la cama. Más sin embargo, para la mañana siguiente, trató de cambiar su estado de ánimo o al menos de mostrar una nueva cara en el trabajo, a pesar de cúan difícil pudiera llegar a ser o de lo mal que podría llegar a sentirse, iba a tratar de un buen ejemplo en el trabajo. Goccia era la compañía por la que había estado trabajando durante tanto tiempo, por lo cual, no quería perder su trabajo. Al llegar a su compañía y adentrarse en su oficina, se encontró con Michelle yaciendo en ella.

—Christopher…—susurró levantándose de la silla.

—Michelle, ¿Qué… que haces aquí?

—Vine a decir que no importa si no quieres aceptar mis sentimientos, aún así daré mi mejor esfuerzo para ayudarte. He preparado el desayuno para ti, además, quiero pedirte que por favor me dejes hacer esto para ti cada día.

—Tú… No necesitas hacer esto, he estado preparando mi desayuno yo mismo.

—No estoy haciendo esto como una forma de conseguir que me aceptes, incluso si no te comes esto, seguiré preparándolo para ti. Sólo acéptalo.

—Te lo agradezco.

—Vayamos a comer luego del trabajo, esperaré por ti hoy.

—Michelle, yo…

—No aceptaré un no como respuesta —interrumpió y posteriormente se marchó.

Una noche más. |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora